Tenis
El apagón mental de Carlos Alcaraz
«Ante los problemas no sé controlarme. Siento que, en vez de dar pasos hacia adelante, he dado pasos hacia atrás en el tema de cabeza»», reconocía el español tras caer en segunda ronda del US Open
Badosa salva una bola de partido y se mete en octavos en un partido épico
El 'choke' es un término en inglés que explica a la perfección el gran enemigo del tenista. Es 'atragantarse', 'ahogarse' cuando llega la presión. Carlos Alcaraz parecía ser inmune al 'choke'. Desde que deslumbró al mundo del tenis hace tres años, aquí en Nueva ... York, su tenis ha sido despreocupado e insolente. En los momentos duros, responde con dejadas imposibles, con derechazos abrumadores, dando tres pasos adelante en el resto. Y siempre con una sonrisa, la sonrisa del circuito.
Este verano ha dejado de sonreír. Es la visualización de su momento. «Mentalmente no estoy bien», reconoció pasada la medianoche del jueves, en la mañana de ayer en España, tras sufrir su peor derrota desde aquel US Open de 2021 en el que se coló en cuartos de final con 18 años y se puso el mundo del tenis por montera. Acababa de perder frente al neerlandés Botic van de Zandschulp en Arthur Ashe, la pista central del torneo neoyorquino. Fue una derrota impropia de Alcaraz: en tres sets, ante el número 74 del mundo, en segunda ronda, donde nos ha acostumbrado a despachar rivales por costumbre.
El 'choke' del murciano fue de principio a fin del partido. Él lo reconoció con una honestidad encomiable: «La verdad es que lo que siento ahora mismo es que, en vez de dar pasos hacia adelante, he dado pasos hacia atrás en el tema de cabeza», confesó. «Y no entiendo por qué. Venía de un verano espectacular. Me había dado cuenta de que para ganar 'grand slams' hay que estar duro de cabeza», agregó. «Pero he venido a esta gira y he dado pasos hacia atrás. Mentalmente no estoy bien, no estoy fuerte. Ante los problemas no sé controlarme. No sé cómo gestionarlo y eso es un problema».
Alcaraz lo contaba con cara de preocupación. No fue una debacle puntual, llueve sobre mojado. Dos días antes, en primera ronda, permitió que un desconocido -el australiano Li Tu- se le subiera a la barbas y le robara un set. Jugó mal, pero ganó con solvencia por las facilidades que le dio Tu, que hasta el momento solo había disputado un partido de un 'grande', en su tierra, y fue por invitación. Van de Zandschulp, mucho más experimentado, no le dio las facilidades y Alcaraz naufragó.
Fue su peor día. Alcaraz Mostró una versión irreconocible. No estaban ni el descaro, ni la confianza, ni la derecha mandona, ni la magia en la red. Cuando aparecía su sonrisa, tenía un dibujo irónico. Protestaba porque no veía bien la bola, una señal de problemas de confianza en su tenis. Era una versión deprimida, sin alma, de Alcaraz. Ni siquiera cometió muchos errores no forzados.
En el primer set fue indolente. En el segundo, incapaz (sí que lo intentó y pudo llevárselo). En el tercero, desesperado. Acabó enfrentado a su palco, gesticulando, maldiciendo su sombra.
Pero el murciano también venía de un desempeño calamitoso con Gael Monfils en Cincinatti, el gran torneo previo al US Open, que los tenistas suelen utilizar para afinar su forma en pista dura. Fue aquel día en el que Alcaraz rompió por primera vez -al menos, en público- una raqueta y en el que cayó con el francés a las primeras de cambio. La sonrisa empezaba a difuminarse.
Quizá sea pronto para encontrar respuestas. Sin duda lo es para anticipar soluciones. «Ahora mismo la verdad no te quiero decir algo», respondió a preguntas de este periódico sobre qué trabajo debe hacer para afrontar esos bloqueos mentales que sufre, sobre qué cambios debe implementar. «Tengo que hablar con la gente cercana, con mi equipo, con mi gente y ver qué pasos vamos a seguir. Ahora sinceramente no quiero pensar en nada de ello».
Un verano muy intenso
Quizá Alcaraz, un huracán en la pista, empieza a conocer sus límites. Quizá este verano de intensidad extrema le ha ayudado a delimitarlos. El murciano ha vivido una montaña rusa de emociones que ha podido pagar en el cemento estadounidense. Primero, la remontada en la final de Roland Garros frente a Alexander Zverev. Un mes después, otro subidón en Wimbledon, con otro 'grande', el cuarto en su historial, y frente al mejor de todos los tiempo, Novak Djokovic. Todavía con la adrenalina alta de Londres, vuelta a París, vuelta a la arcilla de la Philippe Chatrier en los Juegos Olímpicos. Otra inyección de intensidad, emoción, atención y cansancio en los dobles con Rafael Nadal. Y una final ante Djokovic otra vez, brutal en su desenlace, que ha podido pasar factura mental a Alcaraz.
Él lo negaba en rueda de prensa en Nueva York, pero admitía la carga emocional de este año, en el que los Juegos han trastocado el ritmo de trabajo y descanso de la temporada. «Ha sido un verano con muchas emociones, muy exigente. El calendario del tenis es muy apretado», dijo. «A lo mejor yo soy una persona que necesito más tiempo. Al final, tengo que ir conociéndome a mí mismo».
Alcaraz venía a Nueva York a hacer historia, con la posibilidad de convertirse en el tercer tenista de la era Open que gana en 'grandes' de tierra, hierba y cemento (los otros dos son Nadal y la leyenda australiana Rod Laver). Y con el objetivo de pelear por recuperar el número uno del mundo. Se va de la Gran Manzana y de EE.UU. doblegado por un tenista desconocido para el gran público y, ojalá, con lecciones aprendidas.
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