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Nadal siente el miedo en París

Para ganar a Isner en primera ronda, el español necesitó jugar cinco sets por primera vez en el torneo

Nadal siente el miedo en París AFP

ENRIQUE YUNTA

En su arriesgadísimo paseo por el alambre, Rafa Nadal rozó la tragedia, a punto de quemarse con las brasas del infierno en un martes que no pronosticaba noticias de portada. Estuvo cerca, demasiado, al borde de quedarse fuera de Roland Garros en el día de su debut, exigido por primera vez en sus seis participaciones a un partido a cinco sets. Le castigó el interminable John Isner, pero sobre todo le condenó su mala puesta en escena, su juego desordenado, su falta de profundidad con la derecha. Y también el miedo, presente en cuatro horas y un minuto de batalla, desconocido hasta la fecha en una pista con la que no acaba de enganchar. La parroquia alentaba al norteamericano («yes, you can, John!»), pero el aplauso final, como casi siempre, fue para el español, que pasó un muy mal rato en París para ganar por 6-4, 6-7 (2), 6-7 (2), 6-2 y 6-4. [Narración y estadísticas]

Fue todo por culpa de un despiste, se justificó luego Nadal, escaso de argumentos para explicar cómo se le pudo complicar tanto un pulso que dominaba por 6-4 y 4-2. Es verdad que Isner es mal cliente para empezar un grande, 39 del mundo, 206 centímetros de tenista en donde abundan saques terroríficos (13 aces) y voleas definitivas. Ese es su juego, nunca miente en su propuesta, y lo realmente sorprendente es que fuera capaz de romperle el servicio a Nadal en el segundo parcial. Solo una bola de rotura para el norteamericano y bingo. Ese es el desliz del que habla la mejor raqueta del mundo, el culpable de que le tuviera cuatro horas y un minuto cabalgando. Tuvo final feliz.

Por un momento lo vio crudo. A medida que la noticia iba de boca en boca, se empezaba a llenar la Philippe Chatrier, morbosa cuando huele a muerto y agitada al saber que era Nadal el que se chocaba contra el muro. En su mirada perdida hacia su gente, repleto el palco de invitados y con el futbolista Fernando Llorente dando gritos, el balear preguntaba sin respuesta, tan sorprendidos como él ya que jamás hubieran pensado que se podía complicar tanto la sobremesa. De hecho, el equipo de Nadal recurrió a unos bocadillos cuando la situación se alargó más de la cuenta, impensable que tuviera un desenlace con tanta intriga.

Andújar en segunda ronda

Lo mejor, según Nadal, es que vuelve a jugar mañana y puede corregirse. Contra el conquense Pablo Andújar , que derrotó al colombiano Giraldo por 7-6 (5), 6-3 y 6-3, Nadal buscará estirar más la derecha, encontrarle el punto a unas bolas que se cuestionan más que el Jabulani en el Mundial de Sudáfrica y despejar los miedos. «He estado cerca de perder, he jugado con mucha presión, con muchos nervios», admitió el pentacampeón. «Ha sido por culpa de un despiste, algo que me está pasando últimamente. Sabiendo que el problema se puede solucionar, me ha vuelto a pasar» . Que nadie piense que es un momento bajo y menos después de disputar seis finales consecutivas, exclama el protagonista, que siente el aliento de Djokovic cada vez más cerca, que se le buscan defectos en arcilla cuando antes todo era perfecto. Son las circunstancias del tenis, tan fácil como manida la frase para resolver el crucigrama.

Sufrió como nunca, pero al menos él, al igual que Fernando Verdasco , puede contar que le fue bien, que sigue en París. En cambio, Nico Almagro, campeón la semana pasada en Niza, discutía a la misma hora contra el polaco Lukasz Kubot y se rendía en el quinto set después de sacar para ganar en el cuarto. «Una cagada muy grande», escupió el murciano. El tenis es así de cruel en Roland Garros

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