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Capriati confirma la regeneración al conquistar su segundo «Grand Slam»

Clijsters felicita a Capriati después de perder la final de Roland Garros. Reuters

Junio de 1989. Comienza un cuento de hadas. Una mocosa llamada Jennifer Capriati de 13 años se proclamaba campeona júnior en Roland Garros. Ayer, esa misma niña, convertida ya en una bella mujer de 25 años, conquistaba el título absoluto, el segundo «Grand Slam» del año y de su carrera, al vencer en un larguísimo y duro partido a la belga de 18 años, Kim Clijsters, por 1-6, 6-4 y 12-10. El tercer «set» más largo y con más puntos de la historia de la cita parisina para un final feliz.

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Sin embargo, la protagoonista del cuento de hadas estuvo a punto de no recuperar la sonrisa jamas. Aquella pequeña, sólo un año después, se convertía (todavía lo es) en la más joven semifinalista de la historia en París. Había nacido la primera niña prodigio del circuito. En 1990, sin haber todavía haber debutado como profesional, ya había firmado con dos casas comerciales contratos que ascendían a un cinco millones de dólares, pero no era feliz.

UNA MÁQUINA DE HACER DINERO

Se había convertido en una máquina de ganar dinero. Su infancia se desvanecía sin disfrutarla. Lo que para ella era un juego, el tenis, se había convertido en una dura y cruel profesión. Vivía en permanente presión, con un padre-entrenador, Stéfano, que se olvidaba a menudo de la primera de sus condiciones, la de cariñoso progenitor.

En 1991 alcanzaría las semifinales de Wimbledon y las del Open USA.Campeona olímpica en 1992, rozaba la gloria. Sin embargo, todo se derrumbó cuando cayó eliminada en la primera ronda de abierto estadounidense de 1993: «Pasé una semana en la cama con las luces apagadas. Pensé en suicidarme». Aquello marcó el comienzo del que parecía su fin. Arrinconó su raqueta y se negó a volver a utilizarla, salvo para una frustada intentona de regreso en noviembre de 1994. La separación de su padre y su madre (Denise) colaboró en su deterioro.

Desde ese momento, su nombre dejó de aparecer en las crónicas deportivas, para hacerlo en las de sucesos. Acusada de robar un anillo de bisutería en un gran almacén. Detenida por posesión de marihuana en un hotel de Miami junto a dos jóvenes sospechosos de ser traficantes de «crak» y de heroína con los que habían mantenido relaciones sexuales. Ingresó en un centro de desintoxicación...

RAQUETA SALVADORA

En pleno naufragio, se asió a su vieja raqueta abandonada. En 1996 regresó al circuito con resultados caóticos. Sumando derrotas vergonzosas ante desconocidas. Provocando la compasión de sus compañeras. Al acabar el 98 era la 101 del mundo, pero en lugar de abandonar, insistió. Demostró su casta de campeona. Su juego, siempre lleno de talento, fue regresando poco a poco y en 1999 enlaza su mejor temporada desde su regreso. Conquista dos títulos (Estrasburgo y Quebec) y concluye el año como 23 del mundo.

Dejó a su entrenador, Harold Solomon, regresó con su padre, y se puso a las órdenes de la preparadora física Karen Burnett. Se encerró en el gimnasio. Corrió cientos de kilómetros por las colinas de Wesley Chappel en Florida y consiguió que el cuento de su vida volviera ser de hadas, aunque todavía habrá que escribir muchos títulos antes de cerrar el último capítulo, porque se ha convertido en la mejor jugadora del mundo.

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