Rugby
¿Qué pasó con... Eduardo Cecilia?
Empezó en el fútbol y entró en la cantera del Sevilla, pero cuando probó el rugby cambió de deporte iniciando una trayectoria que culminó en el mejor Ciencias de la historia
Vinculado profesionalmente al sector de la construcción, lleva el rugby en la sangre desde que tras una experiencia temprana con el oval en el colegio Portaceli comprendiera que había encontrado su sitio. En el Ciencias, años después, tocó la gloria.
Son varios jugadores del Ciencias ... campeón los que se dedican al mundo de la construcción, ¿verdad?
El equipo que jugaba la liga universitaria de Aparejadores era importante: Jorge Sauda, Nacho Vargas, Coco Torres Morote, Javier Turmo... También estaba José Luis Ontiveros, que es un poco mayor. Hablamos de la generación del 72. Estamos ya en el medio siglo...
Como el propio Ciencias.
Exacto. El logotipo del 50º aniversario lo han utilizado muchos compañeros para sus cumpleaños.
¿Cómo llega el rugby?
Yo jugaba al fútbol, y un mes antes de empezar en el rugby, hice las pruebas y entré en el Sevilla. Llevaba dos semanas yendo a entrenar a la ciudad deportiva, pero un día decidí ir con unos amigos al Portaceli y empezar a jugar al rugby. Y ahí se me metió en el deporte en las venas, como decimos nosotros. Y ya no paré.
Llegó al Ciencias pretítulos.
Sí. Se había quedado a las puertas. Era el Ciencias de Bosco Abascal. Entramos varios jugadores de la cantera del Aljarafe, que creó Antonio Mejías, y del CAR. Marco Justiniano me ayudó a tomar la decisión de acompañarlo y entrar en el Ciencias.
Y fue el máximo anotador.
Sí, con 18 años y siendo mi primer año en División de Honor. Miguel Sánchez lo fue en puntos totales y yo, de ensayos, logrando uno más que un neozelandés de la Santboiana y jugando un partido menos. El primero no lo jugué, lo jugó Queco Pérez Blanco.
Juan Arenas.
Él es el artífice de todo lo que pasó en esa década del rugby sevillano. Un adelantado a su tiempo, un estudioso del rugby. Y a nivel de gestión de equipo, un espectáculo. Juan estaba por encima de muchos entrenadores que yo he tenido fuera del club. Le tenemos muchísimo cariño. Y no se casaba con nadie. A nivel de trato, exquisito, pero te exigía hasta el final.
Tras aquel año mágico, tuvo usted problemas de lesiones.
Sí, he pasado por cuatro operaciones en la rodilla izquierda. El doctor Valencia no creía que volviera a jugar. Volví, quedamos subcampeones de Copa y Liga, y ya me retiré. Cuando me acercaron la copa de la segunda liga, tenía una escayola desde la ingle al tobillo. Tuve mala suerte.
¿Qué recuerdos tiene más presentes de la temporada 91-92?
El año completo lo tengo en mi cabeza. Uno de los mejores de mi vida. El último partido, contra Gernika con el estadio a rebosar y autobuses llegando desde El Prado, no se olvida. —¿Cómo valora la temporada del Ciencias?
¿Cómo valora la temporada del Ciencias Enerside?
¿Qué vínculo mantiene en la actualidad con el rugby?
Volví al CAR para echar una mano al proyecto. Colaboro con la directiva y he trabajado con los sub 16 algunas partes del año, cuando me lo ha permitido el trabajo.
¿Sueña con partidos que jugó?
Así es. Revivo partidos que he jugado en sueños. Y hay veces que no puedo ver partidos porque me cuesta mucho gestionarlo desde la grada. Todavía creo que puedo vestirme y bajar. Tengo compañeros que no van. Yo veo pocos. Cuando el rugby se mete en las venas, ya no te lo puedes sacar.
¿Fue eso lo que le dijo a su padre cuando se metió a jugar al rugby?
Mi padre, cuando se dio cuenta, ya tenía dos hijos jugando al alto nivel. Era sevillista y un hombre muy sensato. Sabía que el ambiente del fútbol era totalmente distinto al del rugby. Fue un padre extraordinario y nos dejó mucha libertad.
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