Gimnasia rítmica
«Me decían gorda, eres la peor, me humillaban»: el relato de horror de la gimnasta María Añó
Tras denunciar a su exentrenadora y lograr su inhabilitación por abuso de autoridad, la deportista cuenta lo que vivió como un infierno de miedo y vejaciones
María Añó (Benicarló, 2002) no recuerda el día exacto en el que comenzaron las vejaciones -«era el comportamiento habitual, y cuanto más nivel alcanzabas, cada vez peor»-, pero sí el momento en el que abrió los ojos y empezó a ver la luz. «Fue después de una sesión en la que mi entrenadora me dice que estoy loca. Yo acabo yendo a un psicólogo y es ahí donde me doy cuenta de que lo que está pasando en ese club, las cosas que me dicen y me hacen, no son normales». A partir de ahí Añó, cinco veces campeona de España de gimnasia rítmica, octava de Europa en la modalidad de mazas, inicia un largo camino que finalizó a finales del pasado año, cuando el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD), confirmó la inhabilitación por dos años de Blanca López Belda, antigua entrenadora de la gimnasta, en virtud del artículo 34 del Reglamento de Disciplina de la Federación Española de Gimnasia (RFEG), donde se reflejan como infracciones muy graves el «abuso de autoridad» y los «actos notorios y públicos que atenten a la dignidad o decoro deportivos». Ganada la batalla judicial, al menos en el ámbito deportivo, la gimnasta recuerda los episodios de miedo y maltrato siendo una niña y luego ya en la élite.
-¿Cuándo empieza en la gimnasia rítmica?
-Yo empiezo en este club superpequeñita, con tres años. [«este club» es el Mábel, el único especializado en gimnasia rítmica de Benicarló; fundado por la entrenadora Manola Belda y en el que también trabaja su hija, Blanca López Belda, la preparadora sancionada. Tampoco se refiere a ninguna de ellas con nombre y apellidos].
-¿Y cuándo empiezan las vejaciones y el maltrato?
-Son habituales, pero a medida que vas avanzando, echas más horas de entrenamiento y aumenta la exigencia, esos comportamientos se vuelven cada vez peores. Me dejaban sin beber si creían que entrenaba mal; me llamaban gorda y celulítica, me pesaban varias veces, y si subía 200 gramos me hacían correr hasta que ellas quisieran. Utilizaban métodos basados en la enseñanza rusa. Muchas veces me forzaban los pies. Se subían encima con los zapatos de calle y me decían que hasta que no me viera llorar no iba a parar. En ese momento igual tenía 11 o 12 años.
![Imagen - «Me forzaban los pies, se subían encima con los zapatos de calle y me decían que hasta que no me vieran llorar no iban a parar; tenía 11 años»](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2023/02/13/467-U72255187827Fwh-170x170@abc.jpeg)
«Me forzaban los pies, se subían encima con los zapatos de calle y me decían que hasta que no me vieran llorar no iban a parar; tenía 11 años»
-¿Ya competía entonces?
-Sí, y era lo mismo. Si tenía un error, la hija me decía que era la peor, que salía a fallar y que la dejaba en ridículo. Luego, en la cena, todas tenían pollo; menos yo, que solo me ponían el hueso. También me decía que las medallas que ganaba eran mérito suyo. De hecho, me acuerdo de una ocasión en la que llegué a casa y le dije a mi madre que me las diera todas, que se las iba a devolver.
-¿Y nadie del entorno reaccionaba? ¿Nadie decía o hacía nada?
-Recuerdo en un campeonato, creo que era un Nacional, en el que fallé y quedé segunda. Estábamos solas y la entrenadora mayor me cogió del maillot y me empezó a gritar y a amenazar. Justo en ese momento entró una persona y me soltó. Lo único que pude decirle era por qué me hacía eso. ¿Por qué me trataba diferente si había otras personas delante? Pero sí ha habido otras gimnastas, algunas entrenadoras y algunos padres que me han dicho que esos comportamientos se veían desde fuera. Pero éramos niñas pequeñas, teníamos miedo a hablar a nuestros padres o a otras entrenadoras. Ellas nos tenían manipuladas, coaccionadas. Es decir, si hablabas, se acababa. Entonces lo único que te quedaba era aguantar
-¿Y cómo se aguanta eso?
-En ese momento lo normalizas. Piensas que es el único club de la ciudad, que no tienes posibilidad de ir a otro, que si cuentas algo te van a amenazar. Lo único era aguantar. Siempre pensaba que se acababa el año y que al siguiente iba a ir un poco mejor. Muchas veces le dije a mi madre que quería dejarlo, pero al final siempre cedía.
-Hasta que un psicólogo le abre los ojos en 2018...
-Ese verano ya lo iba a dejar porque en abril había ido a un campeonato en el que no me daban de comer. Se me caía el aparato de las manos, no tenía fuerzas. Se lo dije a la entrenadora mayor, que me acorraló en el pasillo y me dijo que como contase algo de lo que ella me estaba haciendo o dando de comer, que me pasarían cosas graves. Pero justo entonces me avisó la Federación Española de que iba a ir al campeonato del mundo y que querían que entrenase en Valencia, en el club Colonial Sport. El problema es que la entrenadora era la misma... Yo pensaba que al estar bajo el paraguas de la Federación, en un centro mejor, todo iba a cambiar. Pero para nada. Allí todo fue a peor. Me hacía entrenar lesionada, me pesaba más veces que nunca pese a que la Federación se lo tenía prohibido, se levantaba de la mesa cuando yo me sentaba... Me humillaba. Es cuando decido dejar para siempre el Mábel y contarlo todo, y ahí empieza un acoso y derribo hacia mi persona. En el Colonial a veces ni me miraba y otras me forzaba hasta no poder más. Recuerdo a compañeras mías diciéndome que no sabían cómo no me rompía. Allí tenía el poder absoluto, nadie vigilaba lo que hacía. Alguna vez venía la seleccionadora y nos miraba, nos hacía un control antes de las competiciones más importantes. Pero era ella quien se encargaba de la comida, de los entrenamientos, de todo...
![Imagen - «Éramos niñas pequeñas y teníamos miedo de contarlo en casa; nos tenían coaccionadas y lo único era aguantar»](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2023/02/13/25235-U21703256873xLe-170x170@abc.jpeg)
«Éramos niñas pequeñas y teníamos miedo de contarlo en casa; nos tenían coaccionadas y lo único era aguantar»
-Y al llegar a la selección española, ¿Qué ocurre?
-En el Mundial de 2018 la seleccionadora y la directora nos metieron a mi compañera y a mí en una reunión y nos dijeron que fuera la última vez que nos veían así de delgadas, que parecíamos cadáveres y que así no se podía competir. Claro, yo en esos momentos pensaba que qué culpa tenía yo. Si yo quiero comer y no me dejan, igual esa conversación la debían tener con la entrenadora responsable de que estuviéramos así.
-Esa situación no dura mucho.
-En 2019 me reúno con la Federación Española y les cuento toda esta situación. Me ofrecen irme al CAR de León para volver a estar dentro de la selección. Es un cambio brutal para mí, el trato es maravilloso. Siempre digo que hubiese preferido que me hubieran tratado con cariño, con cuidado y con respeto a ganar medallas o a estar en competiciones. Que me hubieran tratado como a una niña. Porque era una niña.
-Pese al cambio no recupera el nivel. ¿Por qué?
-Estaba entrenando superbién, pero justo el primer Campeonato de España al que voy es en el Colonial, y empiezo a revivir momentos. Ahí me coge un pequeño ataque de ansiedad, y al poco tiempo estaba en la misma situación, con días en los que no me podía ni levantar de la cama, y encima con un trastorno alimentario. Me diagnosticaron bulimia. A partir de ahí, y aunque no me salté nunca un entrenamiento, fui honesta y decidí no ir a un campeonato porque no me veía capacitada. No estaba bien psicológicamente. Esas personas, sus humillaciones, me hicieron odiar la gimnasia rítmica.
-¿Cuándo decide denunciar?
-En 2021 la Federación de Gimnasia abrió el comité 'Tres veces no' para prevenir el acoso, el abuso y la agresión sexual. Envié todas las pruebas, todas las fotos y documentos y abrieron una investigación contra la hija, porque es la que trabajaba para la Federación Española. De ahí pasa al Comité de Disciplina y al TAD. Si no lo hago antes es porque me sentía amenazada. Pensaba que me iban a pasar cosas graves, porque esa persona ya me lo había dicho. No denuncio antes por miedo. Miedo a que me echaran de la Federación, miedo a que se acabara la gimnasia rítmica y no tuviera dónde ir. Cuando por fin me vi en León, en otro lugar, ya tuve fuerzas.
![Imagen - «Me dejaban sin beber si creían que entrenaba mal; me llamaban gorda y celulítica, me pesaban y si subía 200 gramos me hacían correr»](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2023/02/13/35235-U43118130824xss-170x170@abc.jpeg)
«Me dejaban sin beber si creían que entrenaba mal; me llamaban gorda y celulítica, me pesaban y si subía 200 gramos me hacían correr»
-Dice que el trato vejatorio era habitual. ¿Lo sufrían otras niñas?
-Lo de la comida o lo de no para hasta llorar se lo ha hecho a muchas. No era yo sola, aunque creo que de todas soy la que más ha aguantado. Yo he tenido compañeras que han tenido que dejarlo a las puertas de un Europeo porque no podían más. Es verdad que conmigo tenía una fijación especial, por no callarme y por haber dejado su club. Yo he tenido la valentía de contar que todo eso no es normal.
-«Las personas que interponen denuncias falsas deberían pasar una temporadita en la cárcel. No es justo que les salga gratis intentar arruinar la vida de los demás. Algunas deberían estar en Guantánamo». Estas frases son de su antigua entrenadora en su instagram después de conocerse la sentencia. ¿Qué opina?
-También ha dicho que me estoy clavando mi propia tumba o que me va a salpicar. Sirve para que mucha gente me haya enviado mensajes diciéndome que si hace eso públicamente no se pueden imaginar qué me habrá hecho a mí en privado. También ha dicho que tengo un montón de sanciones disciplinarias en la Federación, cuando puedo demostrar que no tengo ni una. Hay una resolución en firme, informes psicológicos, testigos, fotos de las comidas que me daban... Estoy tranquila y me da igual lo que diga. Ya cuando era mi entrenadora me amenazaba y me grababa sin mi consentimiento, siendo menor de edad. Me grababa audios llamándome anárquica, y cuando yo empezaba a llorar me decía que se los iba a enviar a la seleccionadora, que no me querían allí y que si no fuera por ellas no estaría en la selección.
-¿Y el futuro?
-La vida son etapas, y esta no la doy por cerrada totalmente. La gimnasia rítmica es lo que llevo haciendo desde los tres años, y no la tengo que odiar por lo que me haya pasado, por culpa de unas personas. Ahora me he dado cuenta de que la gimnasia no era eso. La gimnasia es bonita. Tengo los tres cursos de entrenadora y también me dedico a dar alguna masterclass. También me estoy sacando el ciclo superior de Administración y Finanzas, y me gustaría estudiar algo de Recursos Humanos.
-¿Qué apoyo ha encontrado en las instituciones?
-En la Federación Española me reconocieron que no actuaron bien. Yo les contaba mi situación y lo normal es que hubieran hablado conmigo para saber qué estaba pasando. No hicieron su papel, aunque luego, cuando denunció sí se han involucrado más. Antes de la resolución ya apartaron a la entrenadora, lo que les ha valido para que estas mujeres les ataquen también a ellos. También me puse en contacto con la Federación valenciana y no han hecho nada. Al revés. La presidenta me cogía delante de mis compañeras y me dejaba en ridículo.
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