Tres puntos y dos lesiones en Montilivi

Fue ya en el tramo final de una primera mitad que hasta el 25 quitó un par de años de vida al madridismo, que no tiene 90 minutos tranquilos esta temporada. El Girona podía tocar la pelota siete horas que no había un solo jugador del Madrid con opciones de ganar un duelo, ni siquiera de llegar a disputarlo, y ni mucho menos de estar cerca de robar la pelota.

A esto ayudaba la actitud de algunos jugadores, como Mendy. Abramos el melón de Ferland. Un futbolista invisible en ataque que ha compensado esa transparencia ofensiva con unas virtudes defensivas de valor sobresaliente. El problema es cuando lo segundo desaparece y, encima, le suma la desidia. Ver caminar a Mendy con guantes, no fuera a coger frío en las manos y se le pudiera subir al pecho, mientras su banda es un agujero o pierde un balón en la salida es para arrancarse las venas. El problema es que el recambio, Fran García, no es mejor. Saldrá el Madrid ganando si en verano cambia ambos cromos por los de Davies y Miguel Gutiérrez.

Para suerte del equipo blanco, el dominio del Girona no se manifestó en ocasiones locales. Solo un disparo de Van de Beek, en la zona de acción de Mendy, cómo no, que salió rozando el larguero de Courtois, puso en aprietos al portero belga. El resto, disparos sin puntería desde media distancia y llegadas sin remates. Evidentemente, no es lo mismo jugar con Savinho y Dovbyk que con Asprilla y Miovski. El día y la noche.

Pasado el ecuador de la segunda mitad, el Madrid empezó a crecer gracias a esa presión alta que, por fin, logró hacer de una manera coordinada y generosa en el esfuerzo, y cuando no era así Bellingham corría por él y por el que no lo hacía. El inglés es la estrella más honesta del fútbol moderno. Hizo un gol, dio otro y sudó la camiseta como lo hacía Di Stéfano y lo disfrutaba Bernabéu en el palco.

El inglés adelantó al Madrid en el 37, tres minutos después de un aviso de Brahim. El hispano-marroquí hizo volar a Gazzaniga con un disparo con la derecha desde la medialuna del área. Fue el primer tiro entre palos de los blancos. El segundo, de Bellingham, fue a la sartén. El inglés se aprovechó de un mal despeje de David López, tras un centro de Brahim, y desde dentro del área mandó el balón a la red, mitad con la puntera mitad con el empeine. 0-1.

El Madrid salió del descanso con la intención de rematar la faena más pronto que tarde. Y lo hizo. En el 55, Bellingham recibió un balón en el centro del campo, se giró, vio la diagonal de Guler, le mandó el balón a la carrera y el turco controló, se perfiló y la puso en la esquina izquierda de la portería. Ventaja doble y partido sentenciado.

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Mbappé debió tomar nota de la definición del turco y recordó que él, en Francia, metía goles como ese cada domingo. Y a pares. Bueno, y de tres en tres. Ayer solo fue uno, y el 0-3, pero no fue el qué, sino el cómo. En el 61, Kylian basculó desde la posición del nueve hacia banda derecha, siguiendo la indicación de Modric con el dedo índice de su mano derecha, le ganó la carrera a Krejci, levantó la cabeza y, a pesar de estar con poco ángulo de tiro, la enchufó en el palo derecho de Gazzaniga. Aleluya bis.

Con 0-3 y el Barça a dos puntos (con un partido menos) el plan era ya pensar en el decisivo partido de Champions ante el Atalanta y no asumir riesgos, pero ni siquiera en este contexto el Madrid se libra de las lesiones. Bellingham, primero, y Mendy, después, se marcharon con problemas musculares y su presencia en Bérgamo parece complicada. Goleada, tres puntos y dos lesiones en Montilivi.