esbozos y rasguños
Superpapelón
«El equipo se parte por la mitad. Falta equilibrio, orden y fútbol en el medio del campo para luego poder dar de comer a esos jugadores pululando más arriba»
![Jude Bellingham y Kylian Mbappé, en la final de la Supercopa.](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2025/01/12/mbappe-jude-kjqG-RXmBOhlKYrSmPuCdZlCsdCI-1200x840@diario_abc.jpg)
Ante rivales exigentes y en noches importantes, el Real Madrid no puede aspirar a ganar los partidos con Mbappé, Vinicius, Rodrygo y Bellingham arriba. Simplemente no le da. No es suficiente, no es realista. Tampoco creo que haya que ser un fino estratega ni un ... mago de la estadística avanzada para darse cuenta de todo esto. Es como lo de esa vieja historia de la manta que se queda corta por abajo al querer subirla hasta la barbilla. El equipo se parte por la mitad. Falta equilibrio, orden y fútbol en el medio del campo para luego poder dar de comer a esos jugadores pululando más arriba. Porque si quieres aprovecharte de la defensa adelantada del Barça, táctica que sí han consumado con éxito otros equipos con muchos menos recursos que el Real Madrid, eso no se consigue solo poniendo jugadores veloces en campo contrario. Eso se obtiene ganando la batalla del medio del campo. Y no fue así en Arabia. Valverde y Camavinga parecían los fontaneros del Titanic, achicando agua con cubos de aquí para allá, superados por completo en número por sus rivales. El partido se perdió ahí. De nuevo. Otra vez más. Ningún equipo ha competido peor esta temporada ante el Barça que este Real Madrid. Síntoma preocupante.
Porque perder la Supercopa es algo que puede suceder, una derrota que podría entrar dentro del guion del aficionado más exigente. Pero que el Barça te meta, de nuevo, cuatro goles en una sola parte sí que ya parece un fallo estructural que merece un análisis en profundidad. Es un problema recurrente para el que no se encuentra solución.
La chapucera defensa blanca, esa línea parcheada con Tchouaméni haciendo las veces de chicle para que no goteen las tuberías, hizo aguas por todos lados. No es competitiva para sostener a un equipo con un calendario tan exigente como el del Real Madrid durante todo el año, especialmente cuando luego llegan los bárbaros a las puertas, es decir, los Leao, los Raphinha, los Salah. Y eso es precisamente lo que lleva pasando este año en las grandes citas. Pero eso tampoco es culpa de Tchouaméni (aunque siempre salga señalado). Fue una temeridad del club presentarse esta temporada con solo dos centrales operativos (y uno de ellos, Militao, recién recuperado de una lesión importante). Y esto hay que repetirlo.
Ni con un jugador más sobre el césped el Real Madrid pudo ofrecer un juego mínimamente aceptable. Fue un papelón, en definitiva. Un superpapelón. El Madrid pareció un equipo roto, ridiculizado y resignado en Arabia. Disputó una final indigna, superado en todos los aspectos.
Cuando Bilardo se fue con la selección argentina a jugar el Mundial del 86 les dijo a los suyos: «Muchachos, en la maleta metan un traje y una sábana. El traje es por si ganamos el Mundial. La sábana es por si nos eliminan en primera ronda y nos tenemos que ir a vivir a Arabia, porque acá no vamos a poder». Algunos jugadores del Madrid jugaron una final como para quedarse al menos un par de semanas más en Arabia con la sábana puesta.
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