esbozos y rasguños

El Madrid bajo el síndrome Lukaku

La pregunta que surge ahora es lógica: ¿cómo puede ser que el equipo campeón de todo la temporada pasada juegue peor que nunca tras haber incorporado a uno de los mejores atacantes del mundo?

La zanahoria de Ancelotti

reuters

El Madrid perpetró en Lille uno de esos partidos difíciles de ver, de entender y de digerir. Tampoco es el primero de la temporada en esta misma línea. Los aficionados se quieren autoconvencer de que se trata de algo coyuntural, pero hay algo estructural. El ... equipo, ya lo escribimos por aquí, tiene goteras. Ninguna avería irreparable, desde luego, pero algo falla. Continuar parapetados tras las excusas de la falta de descanso y de las lesiones ya no cuela. La pregunta que surge ahora es lógica: ¿cómo puede ser que el equipo campeón de todo la temporada pasada juegue peor que nunca tras haber incorporado a uno de los mejores atacantes del mundo? Y la respuesta es sencilla: estamos ante lo que se conoce como el 'síndrome Lukaku'. Nada grave, pero conviene reconocer los síntomas antes de que todo se complique de manera innecesaria.

Cuando el Chelsea de Tuchel ganó la Champions tras dejar en la cuneta al Madrid en semifinales y vencer al City de Guardiola en la final, incorporó a un Romelu Lukaku que venía de ganar el Scudetto con el Inter y de deslumbrar con 30 goles. Los aficionados blues se frotaban las manos. Todo parecía perfecto: el flamante equipo campeón se reforzaba con uno de los atacantes más imparables del momento. Parecía la jugada perfecta. Pues la cosa no funcionó. Desde el principio, el equipo se atascó. Los jugadores que habían brillado el curso anterior tuvieron que readaptar su posición para hacer encajar al belga. El ambiente se fue tensionando. Las dudas se cernieron sobre el equipo. Tuchel no daba con la tecla. Al final Lukaku tuvo que salir por la puerta de atrás en la siguiente temporada. Desde entonces (aparte de por otros motivos) el Chelsea anda a la deriva, tratando de encontrar el camino perdido. Es difícil mantenerse en la cima. Ajustar lo que funciona es un ejercicio de tremendo riesgo.

Decía Chateaubriand en su 'Memorias de Ultratumba' que toda aristocracia tiene tres momentos sucesivos: la época de la superioridad, la época de los privilegios, la época de las vanidades. Se sale de la primera sin darse cuenta, se degenera en la segunda, se extingue en la tercera. En el fútbol ocurre parecido. Es fácil pasar de la superioridad a la comodidad y de ahí acabar en la vanidad. El Madrid y otros equipos grandes lo saben bien. Negarse a fichar un central y marear a un Tchouaméni inseguro sin Kroos haciéndole alternar posiciones desde el principio de temporada es una temeridad que roza en la vanidad.

El Madrid tiene herramientas y equipo para revertir la situación. Puede que encajar una derrota ahora y aceptar la realidad, ya sin excusas, sea lo que mejor le pueda venir ahora mismo. Antes de que se complique lo que sobre el papel parecía perfecto.

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