Esbozos y rasguños
Goteras
«El gol de Rüdiger y el puskazo de Endrick en las postrimerías no maquillan las goteras que ahora mismo tiene el equipo en la sala de máquinas»
La cuerda floja
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Parece que el Real Madrid a veces solo se pone las pilas en Europa cuando la UEFA anuncia por la megafonía del estadio a los aficionados visitantes que permanezcan sentados en sus asientos al finalizar el partido. Es su toque de corneta particular. Su zona ... cesarini. Su deadline. Como el estudiante que ve las orejas al lobo la víspera de la entrega del trabajo de clase. Pese a la victoria agonizante en el estreno del nuevo formato de Copa de Europa, las sensaciones no son las mejores de momento en la Casa Blanca. El gol de Rüdiger (en forma de regalo del portero alemán Nübel ) y el puskazo de Endrick en las postrimerías no maquillan las goteras que ahora mismo tiene el equipo en la sala de máquinas. Nada grave, dicen. Falta rodaje, insisten. Será eso.
La realidad es que este Madrid con la marcha de Kroos ha perdido algo muy valioso en Champions: la calma. Esa tranquilidad, rozando la ataraxia, con la que el Madrí, que diría Gistau, aguantaba las acometidas y embestidas rivales en partidos y campos en los que todos los demás habrían perdido la cabeza y procedido a quemarse a lo bonzo de puritita presión. Ahora juega a tirones, por impulsos, sin orden ni concierto, con Valverde como el chico de los cafés. Y cuando uno se ha acostumbrado a esa calma, resulta difícil vivir ahora desprovisto de ella. El Madrid ahora tendrá que buscar otra cosa, una nueva cualidad que le haga especial: aceleración, vértigo, pundonor o punch. Pero no será la calma. Y tendrá que aprender a vivir con esto. Y cuanto antes lo asuma, mejor.
El Madrid se fue al descanso contra el Stuttgart con algunos silbidos en el Bernabéu, que continuaron durante algunos tramos de zozobra en la segunda parte. El aficionado blanco está algo preocupado. Porque si el plan pasa por desplazar de su sitio a dos jugadores del once ideal de la Champions del año pasado, como Carvajal y Bellingham, no parece entonces que estemos ante el mejor negocio posible.
Mención aparte, y no necesariamente honrosa, merecen estos horribles dorsales que luce el Real Madrid en Europa: ese 7 'con bigote' de Vinicius probablemente sea de lo menos futbolístico que haya visto uno en un campo. Piensen en algún futbolista con un 7 semejante a la espalda. No es culpa suya si no les viene ninguno a la cabeza. Porque no lo hay. Solo un caso: Pedro con el Barça en un partido benéfico con el Barça en el que los números eran pintados por niños. Lo cual, creo, ya lo dice todo. Ese palito ahí atravesado en el 7 de Juanito, Butragueño, Raúl o Ronaldo parece que le resta velocidad y desborde al extremo brasileño.
Este Madrid, aparte de unos dorsales ciertamente mejorables, tiene goteras. Tampoco pasa nada por decirlo. Es todavía pronto para preocuparse, para alarmarse. Falta rodaje, dicen. Que no panda el cúnico, insisten. Pero las goteras no tienden a arreglarse dejando que el tiempo transcurra y no preocupándose por ellas. Confiemos en un pronto regreso del fontanero Camavinga.
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