Esbozos y rasguños
Aspersores a media tarde
«Es un horario de telonero, no de cabeza de cartel. Es demasiado tarde para un café y demasiado pronto para una copa. Apple no presentaría nunca su nuevo teléfono a las siete menos cuarto de la tarde»
De repente, Kubo (18/9/23)
Creo que nunca me acostumbraré a estos partidos tan tempranos de Champions. Supongo que hay gente a la que le va mejor. Gente con familia, planes y obligaciones. Gente seria que enseguida se acostumbra a todo. Gente que presume de «aprovechar las mañanas». Pero para ... los que la semana tan solo es el relleno que hay alrededor de la jornada de Champions, este cambio nos resulta demasiado violento y anticlimático. Nada importante ha ocurrido nunca a las siete menos cuarto de la tarde. Es una hora absurda, un invento que se queda a medio camino, varado en mitad de la jornada como ballena en la orilla. Es el brunch. Es un horario de telonero, no de cabeza de cartel. Es demasiado tarde para un café y demasiado pronto para una copa. Apple no presentaría nunca su nuevo teléfono a las siete menos cuarto de la tarde. Nadie en su sano juicio se cita con otra persona a las siete menos cuarto de la tarde. Es una hora muerta, carente de sentido. Ya me había resultado suficientemente traumático lo de cambiar a las 21:00 en lugar del canónico horario de las 20:45. El martes, por ejemplo, el Milán empató a cero a la misma infame hora y el Madrid a punto estuvo de caer en la trampa de no ser, una vez más, por su salvador Jude Bellingham. Está claro que los grandes de la Copa de Europa no saben jugar a esta hora intempestiva, alejada de toda mística.
El partido desde luego no fue lo que uno calificaría como bonito. Llevé por primera vez a mi sobrino de 2 años al Bernabéu (nunca es demasiado temprano) y por momentos tuve miedo de causarle un trauma latente de esos que se manifiestan dos décadas más tarde. Un cero a cero como recuerdo de tu primer partido en el campo no es con lo que uno sueña. Menos mal que Bellingham lo pudo arreglar. El partido daba tan poco juego por momentos que lo más le fascinó a mi sobrino fueron los aspersores en el descanso. No podía apartar los ojos. Habrá que vigilar esa obsesión de cerca. Así es como nacen luego los entrenadores del Barça.
De las cartas que va mostrando Ancelotti esta temporada, sigue chocando su aparente poca fe en las capacidades de Brahim. El estadio iba pidiendo cada vez más su nombre al ver el ataque por momentos chocando una y otra vez contra el mismo muro. No fue hasta el minuto 80 cuando sacó al malagueño. Uno diría que en Asensio confiaba mucho más como ganzúa para abrir puertas. Cada vez que Brahim sale sí se le ve con chispa, ofreciendo detalles y movimientos interesantes. El Madrid le necesita, desde luego. No todo puede recaer sobre los anchos hombros de Bellingham, el Atlas del Real Madrid hasta el momento.