Altura de miras
El futuro exvicepresidente Del Nido Carrasco se encamina directo a su más compleja dicotomía antes de tomar el mando: apaciguar con sensatez la gestión deportiva y arrancar su periplo con aire fresco
Nadie puede decir a ciencia exacta qué será del Sevilla del futuro, porque todas las palabras van dirigidas a hablar de la decadencia que viene cobrando su presente. La espantosa gestión en el criterio de adjudicar y cesar en los banquillos, con casi cinco entrenadores ... en poco más de un año, si lo de Diego Alonso acaba de la manera en la que se viene pintando y viene otro, deja al club nervionense a la intemperie que muestran sus paupérrimos resultados, con tres victorias oficiales en apenas seis meses, siendo una ante un equipo que por categoría se correspondería a lo que juega hoy día el Sevilla C. Ciertamente es el momento perfecto para taparse.
Llega el invierno y con él el frío que hiela los hogares de los sevillistas, que se siguen llevando la manta de la vergüenza a la cabeza como pueden, resfriados todos ellos por el cambio de temperatura que dista si se compara con esa plata primaveral que floreció de forma puntual en un soleado día en Budapest. Aunque en el fondo la afición estaba más que al corriente de que la entidad seguiría acuciando el mismo problema de credibilidad e inestabilidad que viene afectando no sólo al ambiente diario del personal deportivo. También al desarrollo de un consejo de administración que no es ni mucho menos ajeno a la peligrosa tendencia del sálvese quien pueda que viene sufriendo el Sevilla, cuya imagen institucional está sufriendo un revés difícil de encajar, en su mayor parte, bajo la responsabilidad de sus dirigentes.
El futuro exvicepresidente Del Nido Carrasco se encamina directo a su más compleja dicotomía antes de tomar el mando el próximo 4 de diciembre: apaciguar con sensatez la gestión deportiva y arrancar su periplo en la presidencia con el aire fresco que le dará saber por qué profesionales debe dejarse aconsejar, siempre y cuando el pacto suscrito en 2019 siga adelante y sea Castro, el presidente más laureado por los títulos logrados, pero quizá uno de los más criticados de la historia reciente en Nervión, quien acabe cediendo la corona a su mano derecha, como así se espera y siempre que Del Nido no lo impida.
Entretanto, el Sevilla es a todas luces uno de los equipos de élite más inestables a nivel interno de toda Europa y no es por culpa de que haya sufrido varias crisis que han ido dejando sin sitio las cabezas de Lopetegui, Sampaoli y Mendilibar en esa guillotina francesa que es el área técnica blanquirroja. Es que no ha salido de esa primera crisis y va arreglando cada tubería rota con tiritas de quita y pon. No existe la palabra proyecto por más que se diga en ruedas de prensa de presentaciones, y si alguien la dice, los que la escuchan no se la creen del todo. Y va todo tan deprisa en Nervión que no da tiempo ni siquiera a digerir algunos aspectos positivos de desde el puesto de mando que tomó Víctor Orta tras la angustiosa salida de Monchi. Y todo ello a las puertas de la verdadera planificación deportiva del madrileño tras el overbooking que dejó el gaditano.
Es hora de que en el Ramón Sánchez-Pizjuán impere la cordura en la toma de decisiones y se siga a pies juntillas un plan de consenso que no esté basado en la unilateralidad a la hora de tomar decisiones. Escuchar y seguir, sin tomar decisiones radicales que vuelvan a la casilla de salida, debe ser la solución para un Sevilla que es aún más preso de sus propios errores cuanto escucha más el ruido externo que cuando se detiene a calibrar sus ideas más lúcidas, que las tiene, porque para eso maneja dentro de su organigrama a un profesional que huye del cortoplacismo como es Víctor Orta y a un entrenador internacional como es Diego Alonso. De nada vale decir que el charrúa sigue jugándose cada bala a las puertas de un derbi, cuando todos sabemos que quien realmente sigue perdiendo una y otra vez es el propio Sevilla.
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