Están los parones de terror y luego lo de Ejuke e Iheanacho
Vuelven cansados, sin entrenar apenas, sin jugar un solo minuto y después de protagonizar una película de tensión e intriga en territorio libio
Calendarios sobrecargados, torneos de nuevo cuño que interesan poco o nada, parones internacionales por decreto… el fútbol tiene esa extraña habilidad de fustigarse y estropear con esmero lo que funciona. Lo hace incluso contra sus propios actores, en deterioro del que es su ... principal patrimonio, que no es otro que los futbolistas. Y por supuesto es un astigo para el capital humano que soporta todo esto: la afición. A ellos sí que les ataca el virus FIFA, porque no hay peor lesión para un fan que le quiten el partido de su equipo del fin de semana.
Toca soportar cinco ventanas internacionales en diez meses y, por ende, otro buen puñado de partidos extra para las piernas de los peloteros. Claro, y no es lo mismo para estos profesionales jugársela en un encuentro clasificatorio decisivo para un Mundial que arriesgar su físico en una rondita primigenia de la embaucadora Nations League. Aquí en España la mayoría del personal no sabe ni contra quién juega el combinado nacional durante estos días de tedio futbolístico. Ni la hora. Ni el día… Sólo esperan el partido de su equipo del 'finde' que viene. La terca pausa liguera ha servido, entre otras cosas, para echar a 'pelear' a todos. Al seleccionador, Luis de la Fuente, contra su estrella Lamine Yamal. Al Barça, contra el primero, y al propio jugador (un niño de 17 años) contra la injusta presión de verse entre la espada y la pared por unas molestias sufridas por hacer su trabajo. Todo lo que hagan todos estará mal. Un parón malparido es capaz de cargarse a la campeona de Europa.
Todo lo anterior resulta insoportable, absurdamente cíclico, llueve sobre mojado cada vez que se abre una ventana de selecciones. Hasta ahí, los parones de terror. Pero lo que es intolerable a todas luces es la odisea de los africanos. Cada pausa internacional, más allá del cansancio, los viajes y el riesgo de lesiones, torna para ellos en aventura y suspense de enrevesado guion. Lo ocurrido estos días con la Nigeria de los sevillistas Ejuke e Iheanacho no hay por dónde cogerlo. Una experiencia dura, surrealista… innecesaria. La expedición debía aterrizar en Bengasi (Libia) pero en su lugar lo hizo en el pequeño aeropuerto Al Albraq, a unas dos horas de distancia. Allí, las autoridades libias no les proporcionaron transporte, tampoco había comida, ni bebida, y la puerta del aeródromo estaba cerrada, quedando todo el equipo atrapado durante 15 horas. Las imágenes de estos jugadores de élite, tirados con mantas, durmiendo por la terminal, han dado la vuelta al mundo.
El peliagudo escenario se produjo después de que los jugadores libios afirmaran que fueron tratados mal en Nigeria el pasado viernes antes de la victoria por 1-0 de las Súper Águilas, extremo que negó la Federación Nigerina de Fútbol. ¿Represalias de este tipo en el fútbol en pleno siglo XXI? Inaudito. El partido clasificatorio para la Copa Africana de Naciones que debía disputarse este martes en Libia quedó suspendido y los jugadores de Nigeria regresaron a su país. Desde allí, Iheanacho y Ejuke buscan cómo volar hasta Sevilla, que ésa es otra. Vuelven cansados, sin entrenar apenas, sin jugar un solo minuto en todo el parón y después de protagonizar una película de tensión e intriga en territorio libio.
Llama la atención que nadie ponga el grito en el cielo de verdad. Todos los actores de esta función lo hacen siempre con la boca pequeña. ¿Realmente no se puede mejorar el calendario? Sí rotundo, pero entonces no imperarían los intereses económicos. A más partidos, más dinero… y a más dinero, más sueldo para los futbolistas. «Nos quejamos, pero poco, no vaya a ser que…».
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