Un Sevilla con pajarita y sombrero
La imagen del equipo no es más que el reflejo de la dantesca situación accionarial
Siempre es algo más elegante, aunque dependa del gusto de cada uno, vestir con un buen sombrero (lástima su pérdida generacional) y ese detalle llamativo de la pajarita, que con la habitual peluca y trompeta con la que figuradamente se mueven los dirigentes del Sevilla ... en esa huida hacia la desaparición que han emprendido sin hacer caso a las señales que les llegan por todos lados. Presumen ahora de una estrategia alejandrina, presuntamente aliados con quien debía ser considerado Satanás, los mismos que ellos dejaron entrar y ahora seducen en un intento desesperado por no perder las prebendas de la poltrona. Todo esto un día antes de que la hierba volviese a demostrar que en este Sevilla hay muy poco a lo que agarrarse precisamente. Poquísimo. Al chispazo de algunos jugadores y nada más. Ni siquiera ese entrenador, que al principio parecía querer construir algo medio sostenible, ahora no aguanta la dinámica autodestructiva de un club que es una casa de madera en Los Ángeles. Se está quemando. Arde con rabia. Y la rabia que da que nadie haga lo más mínimo por salvarla. Como si el tozudo destino le hubiese echado la cruz. En 48 horas se ha podido comprobar el estado catatónico del Sevilla. Sin nadie a los mandos en los despachos ni tampoco en el banquillo. Dejado de la mano de Dios. Sólo empujado por una afición que no le permitirá caer, pero que hace tiempo perdió esa ilusión por pensar que podía cambiar el destino de su club. Observando por una mirilla como los extintores se dejan colgados, mientras algunos incluso muestran leves sonrisas por mantener este status quo que sólo beneficia a los que mandan y su entorno, todos alejados del verdadero sentir del sevillismo.
«Los edificios arden, las personas mueren. El amor verdadero es para siempre». Este tifo del Gol Norte es la definición gráfica de que significa el sentimiento de pertenencia a un club. No recuerdo a una afición tan alejada de los que dirigen el Sevilla casi desde esos finales de los años 90, cuando el sevillista agarró su destino por la solapa. Eran otros tiempos. Ahora el mensaje viene tan sesgado como edulcorado. Todo se compra, las voluntades se venden. Y el Sevilla se sigue desangrando en el plano empresarial, sin ninguna receta para terminar con el salto al vacío, salvo palabras inocuas sobre una vuelta al modelo que hizo al Sevilla campeón. Un modelo que se copió por todos los clubes profesionales hace más de una década. Aún no se han enterado que el modelo del Sevilla era más de personas que de ideas. De líderes por encima de sus departamentos. De sevillismo real por encima de socios que sólo quieren prolongar la agonía mientras se pueda seguir exprimiendo ese fruto seco que representa el Sevilla.
Y qué decir de esa imagen de prepotencia de todo el que presume de mandar en Nervión. Del soy más listo que tú porqué te gano en una votación donde estoy presentando las peores cuentas de la historia de la entidad, apoyado por esas familias que hace tiempo dejaron de lado su sevillismo para aprovecharse económicamente del sentimiento de sus padres y abuelos. A más de uno le daría un síncope si levantase la cabeza. Y algo peor que la victoria, por momentánea que sea (los que presumen de la victoria en la junta no se han leído la letra pequeña), es alardear de ella desde tu sillón privilegiado. Despotricar de a una persona a la que un día abrazaste y llamaste hermano el día de su despedida, también momentánea, manchando su nombre para regocijo único de quien ahora te dice lo bueno que eres y que el día que vuelvas a caer no estará ahí para recoger los pedazos. Probablemente el primero te siga cogiendo el teléfono ese día. Siendo sevillista es increíble que su presidente no haya entendido lo cabrón que es el karma en Nervión. Fíate del hombre de la pajarita y el sombrero. Aprueba presupuestos dantescos y cuentas para liquidar el Sevilla. Que lo importante es quedarse sentado en el sillón presidencial. Que los abogados sigan alargando una situación que sólo puede beneficiar al consejo de administración del que forman parte. Sevillistas de Nervión silbando. La familia Carrión, tres cuartos de lo mismo. Hace tiempo que a nadie le importa el Sevilla. El amor verdadero es para las personas de a pie. También se ha subestimado el aguante del sevillismo. Ahí está la clave. Veremos cuánto tardan en darse cuenta de su poder.
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