Palos a Víctor Orta
Las victorias son del entrenador, mientras los fiascos siempre van al cajón del director deportivo del Sevilla
Los años nos van enseñando a ver el todo y no sólo una parte de lo que pueda interesarnos, que los árboles no tapan todo el bosque. Y que una buena opinión, argumentada al contrario de la generalizada, es tan válida como la predominante. Uno ... está ya habituado a que en las películas hay malos y buenos, que se definen desde el inicio de la cinta y hasta el final. En la vida pasa tres cuartos de lo mismo. Le colocamos a alguien el sambenito de mequetrefe o cretino (los años, ay, los años...) y nos cuesta un mundo reconocerle media cosa buena. Darle la razón cuando la tiene. O valorar que dentro de su trabajo o función esté haciendo cosas potables. Porque ya nos hemos enrocado en la postura de tirarle por tierra cualquier intento o proyecto de mejora que haya emprendido. Esta sensación me viene a la mente cada vez que estoy en una conversación sobre el director deportivo del Sevilla. A Víctor Orta se le da sin pensar y, en ocasiones, sin razón. Es como un mecanismo de autodefensa para tratar de explicar el porqué de un Sevilla mediocre y arruinado, aunque de esto último no tenga excesiva culpa el madrileño.
Siempre se coloca el foco sobre sus errores, que evidentemente ha tenido, y jamás se señala el trabajo desempeñado en darle la vuelta a una plantilla viciada, egocéntrica, envejecida y costosísima. Esto lo lleva en el cargo, faltaría más. Al igual que al heredero o sustituto de Monchi le iba a tocar cargar con las culpas de lo propio y lo ajeno. Es lo que tiene suplir a la única leyenda del Sevilla que lo ha sido fuera de la hierba. Sabía a lo que se exponía y se sigue exponiendo. Rebajar en casi 100 millones la masa salarial de un equipo (50%) provoca que los defectos sean evidentes. Incluso groseros. No tienes 100 para hacer tu plantilla, sino que cargas con los marrones de la anterior. Y también que los bueyes con los que aras sean, bajo el prisma del mercado, peores que aquellos que levantaron la Europa League hace no tanto. Sin embargo, poco se habla de que ese centro del campo que ahora inicia un camino (ya veremos si las lesiones lo respetan), de esas apuestas canteranas que van floreciendo o de esa estrella llamada Dodi Lukebakio que se firmó por 9 millones. Pero si hablas de Víctor Orta dices Iheanacho. No Rubén Vargas. Mariano. No Sow. Alejo Veliz. No Ejuke. Hannibal. No Saúl...
Esto no significa una defensa a ultranza del trabajo del director deportivo del Sevilla. A mí que me registren. Pero no podemos obviar el trabajo de quien tiene que firmar con cuatro perras jugadores para un equipo que ha sido superélite hasta hace un cuarto de hora. Soltar los más de cinco millones que cobra Januzaj para traer por la mitad a un delantero. Su vista falló estrepitosamente con Iheanacho, lo que suspende su gestión (o más bien afea radicalmente) del verano en cuanto a incorporaciones, ya que equivocarte en el gol en un equipo normalito es provocar que se pueda despeñar si la luz de otros jugadores se apaga. De todos modos, a él se le pide que haga un equipo. Que las individualidades formen parte de un todo. Y que designe a quien deba entrenar a ese grupo de jugadores. Tras el fracaso mayúsculo de encomendarle un conjunto en sempiterna crisis como el sevillista a un novel como Diego Alonso (dudo que le hayan quedado ganas de volver a degustar un asado), esta temporada puso todos los huevos en la cesta de García Pimienta, al que consideraba más que capacitado para lidiar con la presión de un club grande, ya que ha vivido en primera persona las tripas del Barcelona, entidad con la misma facilidad para pulsar el botón de autodestrucción que la nervionense. Se le asocia irremediablemente al actual presidente. A una cúpula directiva a la que sólo le queda quedarse embarazada para completar el cuadro de los errores y los horrores.
El camino de Víctor Orta va, aunque cueste entenderlo y asimilarlo, por otro lado. Un proyecto a tres años (los que firmó), donde rebajar a más de la mitad (de más de 200 a 80) el coste de una plantilla que no exceda los 24 años de media y que tenga qué vender. Los próximos mercados marcarán su presente y su futuro. Se le puede odiar. Cada uno es libre de juzgar el trabajo de cada cual como quiera y de refugiarse en sentimientos nada provechosos. Pero si levantas la mirada y no dejas que los prejuicios tapen qué ves o qué esperas de este Sevilla, atizar brutalmente a Víctor Orta por su planificación en año y medio carece de todo el sentido. Lo único que podré echarle en cara al responsable de los fichajes es que no levantase la mano de verdad cuando tuvo que comerse a Sergio Ramos. Que lo dejasen vendido en su primer mercado por un capricho presidencial. O vicepresidencial por aquel entonces. El fútbol, como la vida, es de los valientes y los honestos. Me gusta pensar así. Cuando dejas que te metan un gol, por el motivo que sea, ya irás siempre 1-0 perdiendo en esa etapa de tu vida. No será nunca Monchi. Nadie lo será. Cargarle con la responsabilidad de todo lo malo es injusto, más si los mismos se acompañan de una comparación arbitraria. Palos Víctor Orta. No ha tenido nada que ver de la victoria en Girona. Cuando pierda, entonces sí, ya volvemos a llamar a su puerta para exigirle responsabilidades.
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