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Palos a Víctor Orta

Las victorias son del entrenador, mientras los fiascos siempre van al cajón del director deportivo del Sevilla

Alberto Fernández

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Los años nos van enseñando a ver el todo y no sólo una parte de lo que pueda interesarnos, que los árboles no tapan todo el bosque. Y que una buena opinión, argumentada al contrario de la generalizada, es tan válida como la predominante. Uno ... está ya habituado a que en las películas hay malos y buenos, que se definen desde el inicio de la cinta y hasta el final. En la vida pasa tres cuartos de lo mismo. Le colocamos a alguien el sambenito de mequetrefe o cretino (los años, ay, los años...) y nos cuesta un mundo reconocerle media cosa buena. Darle la razón cuando la tiene. O valorar que dentro de su trabajo o función esté haciendo cosas potables. Porque ya nos hemos enrocado en la postura de tirarle por tierra cualquier intento o proyecto de mejora que haya emprendido. Esta sensación me viene a la mente cada vez que estoy en una conversación sobre el director deportivo del Sevilla. A Víctor Orta se le da sin pensar y, en ocasiones, sin razón. Es como un mecanismo de autodefensa para tratar de explicar el porqué de un Sevilla mediocre y arruinado, aunque de esto último no tenga excesiva culpa el madrileño.

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