Las garras del gatito americano
El paquete accionarial extranjero da estabilidad y legitimidad al Consejo, con todo lo que eso conlleva
Dentro del bochorno que exporta el Sevilla FC en cada junta de accionistas, donde la libertad de expresión se transforma en un libertinaje verdulero por parte de algún accionista minoritario que se piensa que puede incluso amedrentar a la prensa con su voz desagradable ... y sus formas de matón de taberna, sólo queda claro que dentro de la desunión del sevillismo hay un claro vencedor: José María del Nido Carrasco. Se podría decir que en verdad lo es Alberto Pérez Solano, abogado denunciado a voz en grito como «bético» por esa jauría que entiende las juntas como las gradas de un combate de boxeo. Pérez Solano es quien ha convencido al tigre americano que vote a su lado, superando ya el 50% del accionariado y legitimando un consejo al que no le importa su compañero de cama mientras se la mantenga calentita. Ahora el tigre es un gato doméstico, que seguro que viene a ayudar al Sevilla a reflotar su situación, con las mejores intenciones posibles. Sarcasmo aparte, el club ha entrado en una fase distinta. Eliminado Del Nido Benavente de toda pretensión presidencial, debiendo pensar ahora qué paso dar para que sus acciones no le sirvan sólo para secarse las manos, queda una pregunta en el aire no menos relevante: si el nuevo gatito quiere un collar caro o muy caro, es decir, si dentro de esta unión existe el compromiso ineludible de venta conjunta de acciones a un tercero. Superada la mayoría absoluta, sólo resta fijar un precio.
Es evidente que no todos desean esta venta, comenzando por el propio presidente Del Nido Carrasco, a quien su situación accionarial en el plano personal no le reportaría ningún beneficio este cambio de manos. Mientras el Sevilla pueda seguir ofreciendo buenos sueldos a sus dirigentes, la gran venta frustrada en 2018 será una cuestión a discutir entre las familias, aunque haya muchas (salvando a los Carrión) que están deseando que se produzca. Pero nadie va a querer quedarse sin su pedazo del pastel. Ese que ha adornado ya Juan de Dios Crespo con su alianza con los actuales gobernantes. Como abogado que defiende los intereses de una sociedad, es lógico que se arrime al sol que más calienta. De todos modos, esa propiedad accionarial sigue estando en cuestión. La batalla está perdida por Del Nido en apariencia, a quien cada día le quedan menos ganas de pelear porque se ve atrapado en una pinza irrompible. Roto. Solo. Sin aliados. Probablemente, él mismo se lo haya buscado.
Parece un mundo (y no hace tanto) de aquella foto del Ibex-35 sevillano. Sus malos pasos desde que quisiera regresar al poder le han llevado a esta situación, con alianzas cada vez menos estables, sin que nadie crea ya su palabra. Tampoco es creíble, evidentemente, la que da el actual consejo de administración, enrocado en tirar hacia delante con un club arruinado pero que sigue dando que comer, entre ellos, a esos que salivan detrás de los abogados del Sevilla, en la junta, con la sonrisa maquiavélica de saberse intocable y señalado (departamento transversal y hasta oblicuo), como un juego en el que de antemano sabes que vas a ganar. Y no debería. Si algo está enseñando este Sevilla es que mejor no fiarse ni de tu sombra. De tu aliado. Ni de la palabra dada, de forma privada o pública. Porque el tigre americano, recuerden, no tiene garras. Se ha limado las uñas y es un gatito bueno y bondadoso, que se dedica a ronronear (y también ronear) mientras le tocan las palmas. Nadie cree su fin constructivo. Al Sevilla hay que demolerlo hasta los cimientos. Un nuevo Sevilla no es posible. Todavía.
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