Mallorca - Sevilla
Infamia arbitral en Son Moix (1-0)
Crónica
Un dignísimo Sevilla que desperdició mil ocasiones fue torturado por la execrable actuación de Alberola Rojas, validada por Gil Manzano, que birlaron un penalti claro a En-Nesyri y el gol del empate a Pedrosa
La preocupante lesión de Lukebakio
El polémico gol que Gil Manzano y Alberola Rojas anularon al Sevilla
![Dmitrovic contacta con el suelo mientras Larin anota el gol del Mallorca en Son Moix](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2023/12/09/Dmitrovic-Gol-Mallorca-Ry9qxLB54hHaQQHH0WI59RO-1200x840@abc.jpg)
No necesita a nadie para morir el Sevilla, vaya siempre por delante. Ya se viene valiendo solo, después de que el grupo de Diego Alonso lo intentara un día más ante el Mallorca con mil y un ataques sin recompensa que no consiguieron igualar ... el único gol, obra de Cyle Larin. Pero lo que es inconcebible a todas luces es que le quiten lo que era suyo tras haberlo peleado y merecido todo el partido. De principio a fin. Lo que se ganó un Pedrosa que robó un balón en la mediapunta a media hora para el final y fue él y sus compañeros quienes acabaron viendo cómo el tanto era injustificablemente requisado por la más despreciable de las infamias. La infamia arbitral, digamos, porque Alberola Rojas se olió con su espera un leve toque en el codo de En-Nesyri que validó desde el VAR Gil Manzano, y el gol no subió al marcador cuando el Sevilla más lo merecía. Igual que pasó antes con un penalti sobre el delantero marroquí que en esa ocasión decidieron obviar. Era suyo el empate y se lo arrebataron al moribundo cuadro de Nervión, que mira con miedo e incertidumbre el mareante barranco de los puestos de descenso con la frustración y quedando todos al límite por lo sucedido. ¿Diego Alonso? Hoy el único que no estuvo a la altura vestía de azul e iba con silbato.
Parte el Sevilla desde hace mucho tiempo, tanto que cuesta poner un punto de origen, de una doble premisa innatamente preconcebida. Como si siempre tuviera por delante un doble partido que afrontar: uno lo juega indistintamente contra el que le toque por calendario; el segundo contra sí mismo. Lo peor no es tener que hacer frente a esa disyuntiva constante y mezquina que es dañina a veces y deshonrosa siempre. A esa oscura dicotomía de tirar una moneda que no tiene cara. Todo es cruz. Lo peor es saber que el primero de ellos nunca lo gana y el segundo directamente lo pierde por más que comparezca. Pase lo que pase. Por eso no es baladí decir que cada derrota sevillista no le hace dejar de ganar tres puntos, los que pierde matemáticamente. Acaba con la ilusión de seis, tres por lo que parecía perdido y otros por todo lo que tiene en el debe de ganar. Aunque hoy tuvo un actor externo que quiso llevarse todo el protagonismo y nadie aquí está dispuesto a acabar con su ambición.
Hay una línea bien definida entre dos términos que suelen provocar la confusión de mucha gente. Es la que separa la letra que define la actitud de la aptitud. Con su actitud, que según la primera acepción de la RAE es la disposición de ánimo manifestada de algún modo, el Sevilla bien pudo abonarse prontamente a este concepto, motivado, entre otras cosas, por el regreso de Soumaré a la titularidad, mientras que Ramos se recolocaba en el eje de la zaga, y Pedrosa y Juanlu se hacían dueños de los carriles. Actitud fue la del once inicial que dispuso Diego Alonso, que tuvo nada menos que dos ocasiones francas para adelantarse en los primeros compases bailados en las Islas Baleares. Postura, posición, pose. Actitud.
La primera la protagonizó un Ocampos que demostró desde el pitido inicial que si algo de peligro nervionense iba a llegar por la mediapunta sería más por su carril, el diestro, desde donde el de Quilmes se ofrece para prolongar una jugada que probablemente sea fruto de la mejor salida de balón del curso en la que participan varios hombres. Por fin. No era tan difícil, o sí, pero ahí estaba. Limpia y aseada como una esperanza por estrenar en Nervión, la pelota partió de los pies de Dmitrovic y llegó a Ocampos por mediación del voluntarioso Sow, pero el argentino fue más lento pensando que Rajkovic tapando y ahí que se iba la primera tentativa. La segunda amanecería por Serbia gracias a un Gudelj que ya sabe cómo se silencia a Son Moix. No hubo acierto esa vez por más que su balón cayese a plomo, como algunas decisiones posteriores contra las que no se puede luchar.
Los de Aguirre tuvieron que dar un paso atrás en cuanto el Sevilla izó la bandera de la garra por la garra. Atacar y atacar. Y sin necesidad de que fuese en Copa del Rey. Quién se lo diría a un Diego Alonso que previó que lo que el duelo Ocampos-Costa era el que debía aprovechar su gente. Reclamó antes un penalti a En-Nesyri dentro del área del que poco o nada quiso saber Alberola Rojas, hasta que de la actitud el diccionario se pasó a la palabra clave que acabaría con la tendencia del juego y otras cosas. Lo que viene siendo la aptitud. «Capacidad para operar competentemente en una determinada actividad», es lo que establece de nuevo la recurrida RAE. Y esta es la moraleja: si el Sevilla era incapaz de editar su casillero de victorias ligueras era porque antes no conseguía tumbar el electrónico por más que se acercase.
De esquina a esquina y de área a área, el Mallorca pintó el tablero como si fuese ajedrez, dejando huecos para las ocasiones nervionenses, y el Mallorca fue quien acabó anotando primero cuando más lejos parecía del gol. Centro de Dani Rodríguez desde la derecha, rebote de otro jugador bermellón y es Larin quien controla y con la zurda saca el remate para enmudecer a Dmitrovic y su tropa. Un 1-0 que fue un auténtico mazazo para la ya sufrida costilla sevillista, harta de tantos golpes recibidos a tiempo y destiempo en todas sus caras, a la que se uniría Alberola. De la actitud inicial a la ineptitud arbitral que acabaría cambiando la luz de un Sevilla desde entonces mucho más apagado. Si ya había sido invitado al partido este cambio morfológico, todavía quedaba espacio para que un noveno pasajero se añadiese a la lista de agravios. La de las lesiones, cuando Lukebakio se lleva las manos a su maltrecha rodilla y obliga a Alonso a mover el árbol con la fruta todavía verde de Januzaj.
Un penalti a En-Nesyri y un gol confiscado a Pedrosa
Érase un trueque urgente patrocinado por Bélgica para que el Sevilla continuase siendo el dominador del partido y no del resultado. Volvía a ser Ocampos quien peinaba un buen balón colgado por Rakitic y de nuevo Rakjovic agotaba el esmero de los de Nervión. El compatriota de Gudelj volvería a ser el más destacado de los bermellones cuando Juanlu halla un balón muerto e insta al serbio a otra fina reacción. Volvía entretanto a pedir penalti En-Nesyri después de que Raíllo se lo llevara pegado al bolsillo dentro del área y el Sevilla seguía nublándosele la zona donde se disipa el juego, que es precisamente la de tres cuartos. A la reanudación, se le hacía aún más de noche al propio En-Nesyri, quien no podía superar al meta local tras una acción de tiralíneas en la que el marroquí no conseguía marcar. Antesala de lo más grave.
Calculó bien su salto a la hora del duelo un Ramos que se elevaba entre la defensa balear y conectar con el enésimo balón bien puesto de Rakitic. Tampoco. Al fin parecía llegar el premio que tanto ansiaba el Sevilla y parecía ser Pedrosa quien colocaba el empate tras un chut de esos que se lanzaba más con el alma. Disparo seco del lateral, que fue quien fue a por la pelota, la perdió en la frontal, e insistió en su rechace. Remató a gol mientras En-Nesyri no podía desaparecer en el aire, y desde el VAR, Gil Manzano le transmitió a Alberola Rojas que el esférico rozaba en el codo del marroquí. ¿Y qué si nos intentan convencer de ellos con imágenes en las que ni se ve? Seamos claros en este punto: anular un gol por ese supuesto roce es un escándalo que nadie se explica ni en la élite ni en Regional. Y lo que es peor: hay árbitros que defienden este nuevo fútbol de milímetros que deciden abismos. Escalofriante. Ellos podrán decir que tienen mucha idea de arbitraje, pero de fútbol no saben un pelo, que diría el maestro Eduardo Sacheri. Salvaría in extremis Dmitrovic el segundo gol cantado del Mallorca cuando la herida ya era vastamente insoportable, en un mano a mano con Antonio Sánchez, que ya pilló al Sevilla dolido y en la extenuación. Diez años hacía que no ganaba el Mallorca en casa a los sevillistas en el torneo liguero. El tiempo perfecto que pide a gritos Alberola en un neverazo que no se producirá. Mientras, este Sevilla sigue muriendo de frío por culpa de la fina línea entre la actitud y la aptitud.
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