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Juegos Paralímpicos

Oksana Masters, la niña que sobrevivió a la radiación de Chernóbil para ser una estrella del ciclismo

La ucraniana con pasaporte estadounidense nació con diversas malformaciones y, después, sufrió abusos de todo tipo cuando fue dada en adopción

Una vida en silla de ruedas, malos tratos y un cáncer terminal: La batalla de Loida Zabala para estar en París 2024

Oksana Masters, tras conseguir su segundo oro en París 2024 Reuters
Pablo Lodeiro

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Agonizan los Juegos de París pero sus héroes nunca duermen, siempre están dispuestos a dar a conocer su historia con una nueva gesta deportiva. Una de las grandes agitadoras de los últimos días de competición ha sido la ucraniana con pasaporte estadounidense Oksana Masters, toda una leyenda en clave paralímpica (fue una de las portadoras de la llama olímpica en la inauguración). La ciclista repitió su improbable doblete de Tokio 2020 y consiguió en la capital gala dos oros en las pruebas de contrarreloj y ruta. La culminación de una obra inconmensurable, pues ya ha ganado metales en cuatro disciplinas, tanto en los Juegos de Verano como en los de Invierno. Un total de 18 que podrían ser 19 este sábado si se sube al podio en la prueba por equipos. «Esta medalla se la dedico a mi madre, ella es la que ha hecho posible que haya podido atravesar la meta», aseguró.

La vida de Oksana reluce en la actualidad, pero esta guerrera vino al mundo en medio de una de las grandes catástrofes de la historia de Europa. Nació en la población ucraniana de Khmelnytskyi en 1989 y lo hizo con numerosas malformaciones. Tenía seis dedos en cada pie, solo un riñón, le faltaba la parte superior de los pulgares de la mano, no tenía tibias y tuvieron que amputarle una pierna porque era 15 centímetros más larga que la otra. La razón es que Khmelnytskyi está a solo tres horas en coche de Chernóbil, donde en 1986 tuvo lugar el accidente de su planta nuclear. La radiación que produjo afectó a muchos niños no natos de la zona, como en el caso de Oksana.

Sus padres biológicos inmediatamente la abandonaron en un orfanato y ahí comenzó una nueva batalla. Pasó siete años de centro en centro y sufrió todo tipo de abusos, tanto físicos como sexuales. Como ha narrado en diversas ocasiones, fue torturada con cuchillos, cigarrillos encendidos y cadenas, recuerdos que aún la acompañan incluso en París, pues Oksana tiene el cuerpo repleto de cicatrices. «Una cicatriz es una historia que te ha ocurrido. Tú no llevas una cicatriz, tú sobrevives a ella».

Además, la radiación también la perseguía y, en varios de los pueblos en los que residió, tenían que estar varios días encerrados en casa por orden policial hasta que los niveles no fuesen perjudiciales para la salud. «Aguanté porque sabía que en algún momento tendría una madre que me sacaría de allí».

Y efectivamente consiguió salir de ese infierno en 1996, cuando la estadounidense Gay Masters, una logopeda que no podía tener hijos, se hizo cargo de su adopción. A Oksana la trasladaron a Kentucky, donde residía su nueva tutora, y se la alimentó, se le dio ropa y mucho cariño. Pero los traumas no se quedaron en Ucrania y, como ha asegurado la atleta, no podía dormir porque en el orfanato eso estaba asociado a los abusos. También pasaba las noches en el suelo, incapaz de descansar en una mullida cama.

Fue la insistencia de Gay la que la catapultó hacia el éxito. Se cubrió todas sus cicatrices con tatuajes, una armadura reluciente, y encontró en el remo su primer amor. Se clasificó para Londres 2012 y en la prueba de dobles se hizo con su primera medalla paralímpica, un bronce. Luego llegarían 14 más en pruebas de esquí y las últimas tres de oro en ciclismo. «No me dediqué al deporte para ganar, sino que me ha ayudado a entenderme a mí misma. El deporte me ha hecho ver que el cuerpo, mi cuerpo, tiene un poder que nunca se debe subestimar».

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