El futbolín quiere ser olímpico: 12.000 jugadores federados en España

David Gañán ha ganado junto con su pareja, Jorge Gómez Llano, nueve de los últimos diez títulos nacionales; es el decimoséptimo futbolinista del mundo en el ranking mundial de Leonhart (la mejor posición de un español en la historia). Europa, dice Gañán, está mucho más avanzada que España en el reconocimiento de un pasatiempo de bar que tiene hoy 80.000 federados en el continente. «En muchos países los niños reciben clases desde los siete años», explica en conversación con ABC: «El objetivo es que se diviertan, que lo pasen bien… Y ya, si les gusta mucho, con 10 años se les empieza a dar un poco alguna noción de técnica. Hay una federación internacional, con 60 países adheridos. En 45 de esos 60 países, el futbolín ya está reconocido como deporte».

España no es uno de esos 45 países. «Seguimos trabajando con el Consejo Superior de Deportes para que nos reconozcan», continúa Gañán. «Cumplimos todos los requisitos: tenemos un código deportivo, un código de conducta, una vestimenta, estatutos, miles de federados… Pero sólo hay silencio. El discurso oficial es que lo están analizando, pero a este paso nos moriremos todos y seguirán analizándolo…». El reconocimiento de este juego como deporte, asegura el presidente de la Federación Española de Futbolín (Tomás Fernández Ortega también presente en Carabaña) «es fundamental para tener medios que nos permitan llegar a los más pequeños, a colegios… Es imposible recibir ayudas públicas, ni siquiera aunque tengas la simpatía de un Consejero de Educación que vería con buenos ojos esta disciplina como actividad extraescolar en su comunidad autónoma».

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A Carabaña han llegado este fin de semana cuarenta jugadores extranjeros. «El futbolín tuvo un gran periodo de esplendor en el siglo XX, hasta los años ochenta», cuenta Giuliano Bentivoglio, italiano, jugador de élite mundial en los últimos treinta años: «Después, en este siglo, resurgió con la llegada de la ITSF [International Table Soccer Federation, creada en 2002], que mejoró la organización de torneos en todo el mundo y aumentó su popularidad con las retransmisiones». Bentivoglio recuerda un momento clave, hace una década, cuando Eurosport comenzó a emitir torneos de futbolín (como hace normalmente con el billar). La aventura duró sólo dos años, por falta de audiencia. «Ahora, gracias a Internet y el 'streaming', vuelve a haber muchos espectadores, pero no suficientes como para convertirse en un deporte masivo, con grandes patrocinadores. Esperamos realmente convertirnos en un deporte olímpico pronto, pero no depende de nosotros».

Los mejores países del mundo en futbolín son Estados Unidos, Francia, Alemania y Austria. El 'table soccer' es una industria que mueve varios millones de euros anualmente, con marcas especializadas en material específico: mesas (hay cinco tipos diferentes, con sus propias reglas), cintas, guantes, bolas, vestimenta, etc. Además, existen como es sabido dos futbolines totalmente diferenciados: el de «una patita», como lo describe Gañán, y el de dos piernas. «En el futbolín de dos piernas –explica–, si tienes muchos reflejos y rapidez y potencia, puedes acabar siendo un gran jugador… Sin embargo, el futbolín de una pierna es como una partida de ajedrez: un jugador con mucho talento, si no es inteligente, nunca va a conseguir nada. Además de que la potencia es menos importante que la técnica, no todo depende del brazo. En el de dos piernas, como la barra es más pesada, el gesto es diferente: tienes que tirar mucho del antebrazo para tirar fuerte del hombro. En el futbolín de una pierna lo fundamental es el juego de muñeca, tanto en ataque como en defensa. No es necesario tener tanta fuerza. Por eso hay mucha menos diferencia entre hombres y mujeres que en el otro».

El rumano Bogdan Panoiu, presidente de la Federación de Futbolín de su país, es otro de los grandes nombres que se han dejado caer por el campeonato de España. Su visión sobre el momento de su juego favorito es similar a la de su compañero italiano: «Se ha producido un claro resurgimiento de este juego tras el bache de las décadas de 1980 y 1990» (cuando las mesas de futbolín desaparecieron de muchos garitos en Estados Unidos y Europa). «Lo que nosotros hacemos es realmente un deporte, y todos esperamos que se convierta en deporte olímpico alguna vez, como el tenis de mesa. No entendemos las diferencias y nos estamos esforzando mucho para ello».

Los presentes en Carabaña insisten repetidamente en la formación ética que acompaña a la educación infantil del futbolín, una modalidad donde, según Gañán, se mantienen valores que, bajo su punto de vista, «se han ido perdiendo en el deporte. Los deportes más masivos, más populares, no siempre son buenos ejemplos para los niños. En el futbolín hay que guardar mucho respeto cuando compites; siempre hay que dar la mano antes y después de la partida. No cabe ni una falta de respeto: si sucede, se te descalifica automáticamente y te vas a casa».

En el Mundial del año próximo en Zaragoza habrá representados sesenta países, que traerán sus diversas selecciones (hombres, mujeres, cadetes, etc) tras un riguroso proceso clasificatorio. El evento tiene un presupuesto de medio millón de euros, y la federación española dice confiar en que el Consejo Superior de Deportes «mueva ficha» hacia el reconocimiento como deporte del que fue el pasatiempo de bar más popular en España durante muchas décadas. «Nosotros, en principio, cumplimos todos los requisitos de sobra», insiste el presidente de la federación nacional: «No voy a decir por encima, pero desde luego igual que otros deportes como el tenis de mesa y el billar. Hemos demostrado que tenemos clubes, atletas… Contamos con más de 12.000 federados actualmente, y hay alrededor de 25.000 practicantes en nuestro país todos los años. En Europa es una realidad que el futbolín se trata de un deporte. ¿A qué esperamos aquí?».

Después de ofrecer tantas alegrías pasajeras a los jóvenes españoles de la posguerra que quizá ya no podían jugar al fútbol (y de convertirse después durante décadas en un pasatiempo habitual de la juventud noctívaga), el futbolín quiere salir ahora definitivamente de los bares, convertirse en un deporte oficial y vivir incluso algún día, quién sabe, el sueño olímpico. Los ejemplos del skateboard o el breakdance son indudablemente un motivo de optimismo.