El baúl de los Deportes

Terror en casa de Cruyff: «Me apuntaron con un rifle en la cabeza tras atarme y amordazarme»

El 19 de septiembre de 1977, un marinero gallego asaltó al mito azulgrana y a su familia en el domicilio de Barcelona

El primer hombre que corrió los 100 metros en 10 segundos

Cruyff remata en un Betis - Barcelona de 1977 F. Díaz

Fueron unos minutos de miedo cerval. Un episodio de pánico absoluto, afortunadamente resuelto sin víctimas, pero con consecuencias personales y deportivas de calado. Hace casi medio siglo, el 19 de septiembre de 1977, un hombre armado entró en la casa deJohan Cruyff (Amsterdam, ... 25 de abril de 1947- Barcelona, 24 de marzo de 2016), leyenda del Fútbol Club Barcelona y entonces estrella en activo de la entidad catalana. Meses después, cuando finalizó la temporada, el futbolista holandés abandonó el Barça y renunció a jugar con la selección de su país el Mundial celebrado en Argentina (Holanda perdió la final, 3-1, ante el equipo anfitrión).

 

«Cruyff, atado y amordazado en su domicilio barcelonés», tituló ABC, que llevó la noticia a la sección de 'Sucesos y Reportajes': «Un asalto a mano armada, cuyo autor fue detenido inmediatamente, tuvo lugar en la noche del pasado lunes (19-9-1977) en el domicilio del jugador del Fútbol Club Barcelona Johan Cruyff. Sobre las nueve de la noche, un hombre, pretextando que llevaba un paquete para el jugador azulgrana, llamó a la puerta del piso, y al abrirla la esposa del jugador, ésta se encontró ante un rifle con el cañón recortado. De este modo, el desconocido se introdujo hasta el interior de la vivienda, donde sorprendió al jugador, al que intimidó también con el arma».

«Cuando me tenía encañonado con el arma sólo pensaba en mis hijos»

Johan Cruyff

«El intruso, con una cuerda que llevaba, ató los pies a Cruyff, y con trozos de esparadrapo le tapó los ojos y la boca –añade la información–. Mientras tanto, la mujer salió a la escalera del inmueble y a grandes voces pidió auxilio, alertando a los vecinos. El atracador corrió en persecución de ella, abandonando el arma, momento que aprovechó el jugador del Barcelona para deshacerse de las ligaduras y del esparadrapo que cubría sus ojos y apoderarse del arma, logrando reducir al asaltante. La Policía hizo acto de presencia a los pocos instantes de ser avisada y se hizo cargo del rifle, que contenía una bala en la recámara y otras diez en el cargador. El asaltante, que sufrió diversas lesiones, tuvo que ser trasladado al dispensario de Universidad, donde fue atendido. Según parece, aunque no se ha facilitado su filiación, se trata de un español emigrado a Holanda, y había llegado hace pocos días a España a bordo de un vehículo Volkswagen matrícula holandesa».

El agresor, emigrante en Holanda

En efecto, era Carlos González Verburg. Nacido en Barcelona de padre gallego y madre holandesa, se crió y vivió en Marín (Pontevedra) hasta que emigró como marinero a Rotterdam. Cuando Cruyff falleció (año 2016), el periodista pontevedrés Manuel Jabois publicó en 'El País' un reportaje sobre el malhechor:

«Una noche de primeros de septiembre Carlos y Raimundo, otro marinero, cenaron juntos (en Marín) para despedirse; Carlos volvía a Rotterdam. Raimundo recuerda la cena, el vino y las confidencias. Todos los detalles regresaron a su cabeza ocho días después, cuando el nombre de Carlos salió en los periódicos…'Me dijo que volvería a Holanda a través de Barcelona porque tenía que hacer unas cosas... Era una persona muy introvertida, muy callada… A Carlos no le gustaba especialmente el fútbol, aunque había jugado en Holanda y había conocido, no sé de qué modo, a Rinus Michels…».

«…González Verburg era hincha del Real Madrid y del Ajax de Amsterdam. En aquella cena habló con rara amargura de la admiración que sentía por Cruyff. 'Ese mocoso es el mejor jugador del mundo, y nosotros no llegamos a nada'. Carlos atravesaba la peor época de su vida. Se había separado de su mujer y fumaba hierba en exceso… Tras ser detenido, fue internado en la Modelo, donde se corrió la voz de que aquel hombre había encañonado al mito culé y aterrorizado a su familia. A las pocas semanas cuatro presos lo rodearon y le dieron una paliza de muerte; Carlos pasó varias semanas en la enfermería... No estuvo mucho tiempo en prisión. Se recuperó de la paliza gracias a la ayuda, entre otros, de un pariente lejano suyo, el pontevedrés Rafael González Adrio, exjugador de baloncesto de Barcelona y Real Madrid y luego traumatólogo de prestigio, jefe de los servicios médicos del Barcelona durante 18 años y uno de los médicos de confianza de Johan Cruyff. Recuperado, González Verburg regresó primero a su pueblo, antes de partir a Holanda…».

«Durante seis meses los niños fueron al colegio con la policía, en mi casa durmió tres o cuatro meses la policía y yo iba a jugar los partidos siempre con un policía al lado»

Johan Cruyff

«…El asalto a la casa de Cruyff nunca fue tenido en cuenta por el grupo íntimo de amigos de Carlos. Se consideró un acto irracional y oscuro de un hombre que perdió momentáneamente las riendas de su vida y su cabeza, dañada por las drogas. Tampoco él supo explicar por qué lo hizo: su familia tenía dinero y le habían dejado a él y sus hermanos fincas del Pazo de Aguete…».

Según escribe Jabois, Carlos, ya anciano, le confesó a Raimundo que aquella noche «iba hasta arriba de porros». Su amigo le preguntó si tenía la idea de matar a Cruyff. «¡Cómo iba a matar a Cruyff! Él era dios», le respondió. González Verburg murió en Holanda en 2014.

«Me pidió perdón»

Dos días después del asalto, Johan Cruyff convocó a los medios de comunicación para dar detalles de lo vivido. «Sólo pensé en mis hijos cuando me tenia encañonado con el arma», tituló ABC: «'Nos hizo poner, a mi esposa y a mí, en el suelo, boca abajo, y colocó una almohada encima de la cabeza de ella para que no pudiera ver nada. Luego me ató de piernas y manos y me puso esparadrapo en la boca y los oídos', declaró Cruyff…».

«'Fue precisamente —añadió Cruyff— en el momento en que quiso atarme a unos muebles, tras haber soltado el arma, cuando mi esposa logró salir a la escalera, y fue perseguida por él' Cuando Cruyff salió a la escalera, después de desprenderse de la cuerda, los vecinos tenían ya reducido al asaltante. Cruyff desmintió categóricamente que hubiera sido un montaje publicitario, afirmó que no comprendía el móvil del asalto, pues no tenía 'ni una colección de relojes ni dinero en casa: lo hago todo con cheques, como buen catalán'. También manifestó que estaba acostumbrado a recibir paquetes con animales venenosos, llamadas telefónicas y avisos de colocación de bombas, pero que nunca se había encontrado en situación semejante».

«En cuanto al estado de su esposa, dijo que se encontraba bien, aunque no descartaba que pudiera reaccionar más tarde. Rememorando lo sucedido, declaró que 'en esos momentos no sientes nada, estás helado. En lo único en que piensas es en los niños'. Preguntado por las palabras que el asaltante le había dirigido en holandés, el jugador barcelonista contó que aquél le había explicado su situación personal, sin añadir nada más. 'Al final me pidió perdón'».

Habrían de pasar 31 años hasta que Johan desveló la influencia que tuvo aquel terrible hecho delictivo en diversos órdenes de su vida. El detonante de su confesión fue la publicación del libro 'Ahora hablo yo', cuyo autor es Carles Rexach, otro mito barcelonista que jugó con Cruyff.

La renuncia al Mundial

En abril de 2008, durante una entrevista en Catalunya Radio, al exfutbolista y exentrenador holandés le comentan que Rexach le atribuye dejarse influenciar en exceso por su mujer y su familia. «Estas son cosas que molestan bastante. No solo por esto, sino porque a mi mujer también le echan la culpa de que yo no jugase con Holanda el Mundial 78», responde de primeras Cruyff.

«Para mí era perfecto que le echasen a ella la culpa, pero llega un momento en que hay que pararlo —prosigue Cruyff—. Charly (Rexach) debe saber que tuve bastantes problemas al final de mi época como jugador aquí y no sé si sabe que en ese momento vino alguien y me puso un rifle en mi cabeza, estaba atado, mi mujer atada, los niños en el piso... Hay momentos en que hay otros valores en la vida. En fútbol, el único que ha tomado mis decisiones he sido yo. Durante seis meses los niños fueron al colegio con la policía, en mi casa durmió tres o cuatro meses la policía, yo iba a jugar los partidos siempre con un policía al lado… Hay un momento en que dices 'eh, ya está bien'. Por eso es una pena que le echen la culpa a quien no la tiene para nada. Le cayeron palos a mi mujer porque yo no fui al Mundial, cuando yo quería estar con mi familia y, además, estaba a punto de dejar el fútbol. Para ir a un Mundial no basta con tener calidad y ya está. Hay que tener mentalidad para estar al 200%».

En su desahogo radiofónico, el genial centrocampista descubrió la profunda huella que deja una terrible vivencia como aquella: «Me fui a Holanda a vivir y como a mí no me gustan las pistolas, cogí dos doberman para que, por lo menos, asustasen. Entonces me llamó la policía holandesa para decirme que si alguien saltaba la valla y el perro le atacaba, el culpable sería yo. Entonces le dije: 'Si alguien quiere entrar, ¿por qué no toca el timbre?, ¿por qué salta la valla? No lo hace para traerme flores, sino para hacerme daño, robar, raptar, matar… Yo tengo los perros para defender. Si no salta la valla, no muerden; si la salta, yo les digo que tienen que morder, no voy a esperar a que me hagan algo para defenderme. Yo no ataco a nadie nunca, pero tampoco quiero que me ataquen».

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