El baúl de los deportes
El partido que era una guerra: mecherazos, petardos, tornillos y un cochinillo
Cuando los Osasuna-Real Madrid eran un campo de batalla. Un sector de la afición hostiga desde hace décadas a los blancos con insultos, vejaciones y lanzamiento de todo tipo de objetos
La chica de la curva, o algo así, que se aparece en el campo del Levante
![Un petardo cae junto a Buyo en El Sadar.](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2023/05/04/buyopamplona-RF6VnTRGDC0KtKiEKPl4TkO-1200x840@abc.jpg)
Hay relatos que deben empezar al revés, contando las razones antes que los hechos. En este caso, lo primero que hay que hacer es diferenciar y separar a la mayoría civilizada de los aficionados de Osasuna del grupo radical de seguidores protagonistas de la ... historia, o historias, que aquí se van a rememorar. Y a continuación, previa a la narración de los sucesos, conviene explicar el origen de los mismos.
Tras 17 largos años de travesía por los desiertos de Segunda e incluso Tercera (todavía no existía la Segunda B), en junio de 1980 el Club Atlético Osasuna certificó el retorno a la máxima categoría del fútbol español. La alegría deportiva que iluminó Navarra se vio ensombrecida por la fúnebre oscuridad de una época política complicada en todo el país y especialmente convulsa en el Norte.
España recorría el nada fácil sendero de la dictadura a la democracia, sorteando como podía todo tipo de baches. Los más profundos, aquellos provocados por las balas, las bombas, la extorsión y todo tipo de violencia perpetrados por los terroristas de ETA y su entorno. Fueron años de plomo, la época más agresiva y virulenta de la banda criminal y de quienes la apoyaban. Nada era ajeno a esa asfixiante atmósfera política y social. Ni siquiera el fútbol.
Una de la históricas reivindicaciones del nacionalismo radical vasco es la anexión de Navarra como territorio euskaldún. Pocos altavoces más potentes para reivindicarlo que contar con un equipo en la Primera División española y ningún escaparate tan aprovechable para hacerse ver y oír como el Real Madrid.
Los 'Indar Gorri (Fuerza Roja)'
Fue de ese peligroso caldo de cultivo del que bebieron un grupo de jóvenes ubicados en el fondo sur de El Sadar. Hasta el año 1987 no constituyeron oficialmente la peña ultra 'Indar Gorri (Fuerza Roja)', de confesa ideología 'abertzale', pero sus desmanes son tristemente famosos desde el retorno de Osasuna a la élite balompédica nacional.
Así, el calendario de la Liga 80-81 fijó la primera visita del Real Madrid a Pamplona el 22 de febrero de 1981. Iriguibel adelantó al equipo local, pero los goles de García Hernández y Pineda posibilitaron la remontada de los blancos (1-2). En un ambiente hostil, el fondo sur ya había mostrado su ideología y sus intenciones al comienzo del partido, cuando desplegó una gran pancarta que decía: «Madridistas, estáis en la capital de Euskadi». La crónica publicada en 'El Mundo Deportivo' resume lo vivido aquel domingo: «Mal comportamiento en general de un sector del público que, desde antes de comenzar el partido, lanzó naranjas contra los jugadores del Real Madrid y que en los últimos minutos del mismo provocó varias Interrupciones del juego también con lanzamientos de naranjas y botellas, una de las cuales llegó a golpear a uno de los jueces de línea».
Curiosamente, el partido de El Sadar de la temporada siguiente casi cae el mismo día. Fue el 21 de febrero de 1982 y, además de la lluvia de objetos, el lamentable protagonista fue un cochinillo. Tras ponerle una camiseta blanca con el dorsal '7' del madridista Juanito, le soltaron en el terreno de juego. Hasta que fue atrapado y retirado, el animal trotó por el césped entre el jolgorio del público. Osasuna ganó 3-2.
Apenas diez meses más tarde, 19 de diciembre de 1982, jornada 16ª de la Liga 82-83, Santillana recibe el impacto de algo que lanzan desde la grada. Finalizado el encuentro, sorprenden las serenas declaraciones del delantero del Real Madrid, que aquel día fue expulsado en el minuto 89. «Sí, me han dado con una moneda o una castaña. Era un objeto pequeño, no lo sé exactamente, pero vamos no me han hecho nada. Simplemente me han dado el golpe, me ha dolido un poco, pero nada más», dijo con total naturalidad en Televisión Española el goleador cántabro. Venció Osasuna (2-1).
Primer cierre del estadio
El 5 de octubre de 1986 un joven ciclista navarro, Miguel Indurain, acababa de ganar el Tour del Porvenir e hizo el saque de honor del Osasuna-Real Madrid correspondiente a la 7ªjornada de Liga. Minutos después, apenas iniciado el partido, la tristemente habitual tormenta de objetos alcanzó a dos jugadores visitantes: una castaña le dio en un ojo a Gallego -se lo dejó amoratado- y un tornillo impactó en el cuerpo de Valdano.
En el césped también hubo tensión… y algo más. Al menos eso denunciaron varios futbolistas del Madrid tras jugar –y perder (1-0)- el partido. «Todos habéis podido ver cómo el árbitro ha contemplado cómo nos daban patadas», declaró Míchel. Buyo fue más tajante: «Hemos venido a una guerra, con incidentes y agresiones continuas». Martín, extremo osasunista, no opinaba lo mismo: «Es exagerado decir que ha habido una batalla campal. El fútbol es así y unos días das patadas y otros te tienes que aguantar».
Tres días después, el Comité de Competición de la Federación Española de Fútbol anunciaba, por primera vez en la historia de Osasuna, la clausura de El Sadar por un partido y una multa de 100.000 pesetas (600 euros). El presidente del club navarro, Fermín Ezcurra, no se tomó demasiado bien la sanción: «Es claramente desproporcionada. Dicen que Osasuna es un club ejemplar y parece que a los clubes ejemplares hay que castigarles de forma ejemplar. Está claro que estas sanciones dependen de con quién tienes el incidente y del resultado del partido». El devenir de los acontecimientos haría que Ezcurra cambiase por completo el fondo de su discurso poco tiempo después.
El infierno navarro ardió como nunca el 28 enero de 1989. «A la entrada al campo fueron requisados varios cubos llenos de basura, palos, tuercas y otros objetos arrojadizos», informó ABC. Al conocer estas actuaciones preventivas de la policía, Ezcurra, presidente de Osasuna, vaticinó: «Va a ser un partido tranquilo». Lamentablemente, se equivocó. Y mucho.
Aquella noche de sábado el objetivo número uno de los violentos fue el portero del Real Madrid, Francisco Buyo. De entrada, él y sus compañeros tuvieron que ver colgadas en el fondo sur pancartas inadmisibles como «Buyo ejecución» o «Buyo, criminal y payaso». Lo que vino después fue detallado en la crónica del partido publicada al día siguiente en ABC bajo el título: «Paco Buyo fue alcanzado y el árbitro Socorro decidió suspender la función».
«Tremendo escándalo el que se formó en El Sadar. Los continuos objetos que cayeron sobre el terreno de juego, y concretamente sobre Paco Buyo, junto a la falta de policía en el estadio, hicieron que el árbitro decidiese suspender el partido un minuto antes del descanso. El Madrid perdía en esos momentos ante Osasuna por uno a cero. Un gran número de petardos había caído alrededor de Buyo e, incluso, alguno alcanzó al portero blanco. Justo cuando marcó su gol Osasuna, uno de esos petardos había obligado a Buyo a salir de su portería y el empalme de Pizo Gómez le pilló descolocado por lo que no pudo alcanzar el balón, aunque nadie lo utilizó como excusa», se lee en la entradilla.
![Sola, Sanchís, Gallego, Rípodas, Buyo y Míchel, en el convulso Osasuna-Real Madrid de enero de 1989.](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2023/05/04/buyoripodas-U02045270522tBX-624x350@abc.jpg)
«El comienzo ya fue escandaloso. Buyo tardó varios minutos en poder colocarse en su portería ante el aluvión de objetos que cayeron sobre el terreno de juego... Fue a partir de que el Madrid empezó a controlar el partido cuando en la portería de Buyo comenzaron a caer todo tipo de objetos. En el minuto 25, el arquero madridista se iba al suelo alcanzado por uno de estos objetos. Se interrumpió el juego para atender al arquero blanco… No se paró la lluvia de tornillos, naranjas, barras de hierro, etcétera, que caía desde el fondo sur de El Sadar. En el minuto 43, un cohete se estrellaba contra la rodilla de Buyo. Socorro González decidió entonces suspender el partido y ambos equipos abandonaban el terreno de juego». Los 47 minutos restantes se jugarían más de tres meses después, el 3 de mayo, a puerta cerrada en La Romareda. Hugo Sánchez marcó y firmó así el resultado final: empate a uno.
Hartos de los radicales
Volviendo al encuentro suspendido, José Delfín Biurrun, directivo de Osasuna, no pudo contener su indignación ante el micrófono de Televisión Española: «Este grupo de la afición no son aficionados, no son osasunistas, son antiosasunistas. Están haciendo un daño tremendo año tras año y siempre. Con la excusa de ir contra el Real Madrid van contra Osasuna. Esto hay que decirlo muy claro y de una vez para siempre». Esta vez ese daño se tradujo en tres encuentros de cierre federativo del estadio navarro.
En la misma línea, ABC señalaba que «cuando la megafonía del estadio anunció la suspensión del encuentro, el escándalo fue monumental, pero contra el fondo sur, que había protagonizado el incidente». Y reproduce unas declaraciones de Ezcurra: «Ha sido una triste noche. Lo peor de todo es haber trabajado con rigor durante tantos años para que toda la simpatía que ha levantado este club en España se venga abajo en sólo media hora. No tengo palabras para decir lo que lamento todo esto, pero nos va a hacer un daño tremendo. Lo único que puedo hacer es pedir perdón al Madrid por todo lo que ha acontecido».
A la crónica de una jornada dantesca todavía le quedaba un capítulo: «El autobús del Real fue apedreado por diversos aficionados que rompieron los cristales del mismo. En los aledaños de El Sadar hubo diversas cargas sobre elementos que intentaban alterar el orden y el Madrid decidió abandonar Pamplona ayer mismo y no quedarse a pernoctar en la ciudad pamplonica como se había planeado al principio. Algunos coches de jugadores de Osasuna con matrícula de Madrid (los de Pepín y Martín González) también fueron apedreados al ser confundidos por los agresores con automóviles de la capital».
«Afortunadamente todo eso se corrigió por el bien del fútbol»
Pizo Gómez
Han pasado 34 años y los protagonistas recuerdan lo sucedido, pero prefieren centrarse en el presente. El exosasunista Pizo Gómez señala que «la rivalidad con el Madrid sigue siendo la misma, pero afortunadamente todo eso se corrigió para el bien del fútbol… y para todo el mundo, porque era algo que no sucedía solo en El Sadar. En otros estadios, incluido el Bernabéu, también lanzaban cosas». Buyo, muy directamente afectado, también reconoce que «ahora es casi imposible que pasen esas cosas porque no te cerrarían el campo solamente por un partido, te lo cierran cuatro o cinco y hunden al club. La mentalidad de entonces ha cambiado radicalmente. En aquellos partidos te sentías amenazado desde el calentamiento. El día de los petardos, el partido lo suspendimos nosotros. Yo se lo dije al árbitro: 'o suspendes o nos vamos al vestuario'. No se podía seguir jugando en ese ambiente tan hostil».
«Te sentías amenazado desde el calentamiento; yo le dije al árbitro: 'o suspendes o nos vamos al vestuario'»
Paco Buyo
En el encuentro de la temporada 90-91, el madridista Míchel se negó a sacar un córner debido a la cantidad de objetos que caían desde la grada, así que el árbitro, Valdés Sánchez, le mandó botarlo desde la otra esquina. Fue el 19 de mayo de 1991, y el encuentro terminó en tablas (3-3). Osasuna fue perdiendo fuelle deportivo hasta consumar el descenso a Segunda en 1994. Con su retorno a Primera, en junio de 2000, se reactivó la tensión. Afortunadamente, bastantes grados por debajo de lo vivido en la década de los 80.
Aceitera y mechero
El titular de ABC del 2 de diciembre de 2000, día del regreso del Real Madrid a Pamplona, lo dice todo: «Cien policías de la Unidad de Intervención reforzarán El Sadar». Durante las semanas anteriores habían circulado amenazas y presagios muy preocupantes sobre el recibimiento que se le preparaba al equipo madrileño, pero finalmente triunfó la cordura. O casi. El gol de la victoria visitante (2-3), marcado por Iván Helguera en el minuto 89, provocó una lluvia de objetos sobre el césped.
Para objeto extraño –y peligroso- la «aceitera de metal de 15 centímetros» que algún energúmeno lanzó al campo el 30 de abril de 2006, según reflejó textualmente Daudén Ibáñez en el acta arbitral. El objetivo era el brasileño Baptista, que acababa de marcar el gol de la victoria merengue (0-1). Afortunadamente, erró el tiro.
Ese mismo año, ya en el siguiente campeonato de Liga, otro descerebrado con mejor puntería derribó a Iker Casillas con un mechero. Corría el minuto 43 cuando el portero del Real Madrid recibió el golpe de un encendedor de color azul al ir a recoger un balón para sacar de puerta. Cayó fulminado. El encuentro, que iba 0-2 a favor de los blancos, estuvo parado dos minutos, pero todo se quedó en un susto. Casillas se recuperó, se incorporó y el partido acabó con goleada visitante (1-4). El estadio, entonces llamado Reyno de Navarra, fue apercibido de sanción y Osasuna, multado con 3.000 euros.
Con el paso del tiempo, el mayor control y firmeza en la lucha contra cualquier manifestación de violencia en el ámbito deportivo ha contribuido a reducir la frecuencia y virulencia de este tipo de actitudes en los campos de fútbol. Además, actuaciones policiales y sentencias judiciales dejan poco margen para que los aficionados más radicales campen a sus anchas. Ni en Pamplona ni en ningún sitio. Por supuesto, no está todo hecho. Ni mucho menos. Sigue habiendo rebrotes y todavía demasiados incidentes que, amparados bajo el paraguas de la rivalidad deportiva, no son más que meras exhibiciones de odio.
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