Cortita y al pie
Declaración de Luis Enrique
A España le faltó experiencia para mantener el resultado, pero lo importante lo había hecho ya

Flick, seleccionador alemán, acercó su equipo al Bayern con Kimmich, Goretzka y la delicia absoluta que es Musiala. Alemania es medio Bayern, pero es menos que el Bayern; España es medio Barça, pero es más que el Barça. No seríamos masacrados.
Luis Enrique hacía ... una declaración solemne y ambiciosa manteniendo a Rodri y el falso '9'. Estaba devolviendo a España al primer escenario del fútbol. «Se va a jugar a lo que yo diga». Y a lo que juega España lo ha repetido el seleccionador: juega a dominar. No es el toque como algo estético, sino un dominio narrativo, lo gramsciano futbolero.
Y enfrentándose a un gran rival desesperado, con un centro del campo superpoblado, España jugó a lo suyo, con las naturales concesiones: pases como por un desfiladero estrecho o circunvalaciones de Laporte. Alemania respondía y el duelo era una lucha igualada por el mando en la que el miedo adoptaba formas diversas: la renuncia al segundo extremo en Alemania (Gundogan donde Musiala y Musiala donde el extremo) o la prudencia de los laterales en España. La igualdad era tan grande que solo pasaban cosas cuando se presionaba a los porteros. Pero en esa lucha titánica España sobresalía por mayor posesión y por la viveza de sus extremos, Olmo (brillante) y Torres, puntas reales. Una velocidad de la que carecía Alemania.
España sufrió en un balón parado, un gol anulado a Rudiger. La alegría del 'desgol' es más sabia que la del gol, por cierto. No tiene euforia; es un aprendizaje sin dolor, un escarmiento gozoso que España se llevó al descanso.
Con sus nuevos principios intactos, la lucha de España contra Alemania tenía un calado. El toque español, que había sido superado por la mezcla alemana de guardiolismo y 'gegenpressing', volvía a querer y a poder mandar. A equipararse. Esto ya era un triunfo de Luis Enrique, una obra conseguida.
Y es curioso, cuando Alemania se creció (debía hacerlo) y en su presión asomó el temible equipo de siempre, y tembló nuestra 'estructura', salió Morata y apareció Unai, la 'otra' selección: los talismanes, la inspiración, los polos psicológicos: los furiosos desmarques y el puro reflejo. Paró Unai, con su ángel, y marcó Morata, que ya dijimos era el símbolo de la selección, ¡porque era el estoicismo hecho delantero! Su relación con el fallo y la suerte es eso, ¡y no lo veíamos!
A España le faltó experiencia para aguantar el marcador, aunque lo importante lo había hecho ya Luis Enrique con su Rodri-Busi-Pedri-Gavi-Asensio, que es como la varilla de un zahorí sobre el terreno de juego. España había vuelto un largo rato al electromagnetismo y al ámbito del dominio. No es tocar, es mandar.
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