Mundial de Qatar 2022
Cuando Francia fue un equipo «de sucios niñatos, malcriados e inconscientes»
El baúl de los deportes
Los jugadores galos se amotinaron contra su seleccionador, Raymond Domenech, en el Mundial de Sudáfrica 2010
Cuatro goles de oro y uno que le birlaron a España
¿De qué países son los orígenes de los jugadores de la selección de Francia?
![Los jugadores franceses atienden a Domenech, durante un entrenamiento en Sudáfrica 2010](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2022/12/13/domenech-afp-RwDukbNYvwKChPZAPQZZhaK-1200x840@abc.jpg)
Convivencias problemáticas ha habido y habrá siempre. Cuando un grupo de personas tiene que pasar las 24 horas de muchos días bajo el mismo techo, los roces son inevitables. Si, además, son estrellas internacionales y millonarias –jóvenes, la mayoría- de un deporte tan universal como ... el fútbol, el asunto se complica. Una subida de tensión provocada por uno o varios resultados adversos en el campo de juego enciende fácilmente la mecha. Entonces, el jefe del colectivo debe tener el liderazgo suficiente como para reconducir a sus pupilos. Si en vez de temple y carisma, el mandamás es un personaje tan excéntrico como Raymond Domenech, la endeble unión está llamada a quebrarse.
Fue lo que le sucedió a la selección francesa durante el Mundial organizado por Sudáfrica en 2010. Puede sonar exagerado, pero el follón y la repercusión del mismo en Francia fue de tal magnitud que el entrenador, Domenech, y el presidente de la Federación de fútbol (FFF), Jean-Pierre Escalettes, tuvieron que comparecer ante la comisión de Asuntos Culturales de la Asamblea Nacional de Francia (cámara baja del país vecino, similar al Congreso en España).
El equipo nacional galo ya llegó torcido al primer campeonato del mundo celebrado en África. Raymond Domenech llevaba tiempo cuestionado y en el grupo había diferentes clanes de jugadores abiertamente enfrentados. El primer partido que jugaron en su grupo, el A, no ayudó: empataron a cero con Uruguay. El 17 de junio, la segunda cita mundialista fue ante México. Y durante el descanso, con 0-0, la convivencia estalló por los aires en el vestuario del estadio Peter Mokaba de Polokwane.
Según desveló el diario deportivo 'L'Equipe', el seleccionador le llamó la atención a Anelka por su bajo rendimiento. Lo hizo con dureza, pero sin faltarle al respeto. Y le advirtió que si no mejoraba le sustituiría por otro compañero. La respuesta del futbolista fue desaforada. «Vete a tomar por el culo, sucio hijo de puta», le espetó a su técnico. El delantero del Chelsea ya no regresó al campo. Se quedó en la caseta y en su lugar entró Gignac.
La portada de 'L'Equipe' cayó como una bomba en la concentración francesa de Knysna. Un directivo de la Federación pidió directamente la cabeza del jugador. El presidente, Escalettes, quiso templar gaitas. Le exigió al jugador que se disculpase públicamente y, ante su negativa, lo expulsó. Antes de emprender viaje de regreso a Francia, Anelka intentó matizar lo sucedido: «No fueron esas mis palabras. Tuve una acalorada discusión con el entrenador en el vestuario, en secreto y delante de mis compañeros. Nunca debió salir a la luz. No quiero ensuciar a la selección, una institución que respeto. Acepto mi castigo y les deseo buena suerte». Escalettes desmintió al futbolista asegurando que miembros del cuerpo técnico habían confirmado los insultos a Domenech.
Lo que pretendía ser una medida rápida y contundente para cerrar de golpe el caso y centrarse en lo que quedaba de Mundial se convirtió en gasolina que avivó el fuego. El capitán, Evra, en vez de condenar la reacción de Anelka o, como mínimo, callarse, cargó contra el informante que había filtrado los gruesos insultos al periódico deportivo galo. «El problema no es Anelka, es el traidor que está entre nosotros. Es a ese traidor al que hay que eliminar del grupo. Es alguien que quiere hacer mal a la selección», declaró el defensa del Manchester United.
En esa misma línea, Anelka, con las maletas en la mano y a punto de abandonar el lujoso hotel sudafricano, insistió en que «sacar a la luz esa discusión hace mal al equipo». Y agregó que no tenía problemas con ninguno de sus compañeros, en alusión a Gourcuff, con el cual, según la prensa francesa, estaba peleado. Varios veteranos de la lista de convocados por Domenech le habían pedido con insistencia al seleccionador que Thierry Henry fuese titular ante el bajo rendimiento de algunos fijos en la alineación como Govou o Gourcuff. Si osaban realizar tan inusual exigencia era porque sabían del escaso apoyo con el que contaba el entrenador por parte de la propia Federación, que antes del Mundial ya había decidido reemplazar a Domenech por Laurent Blanc.
Hubo un detalle más de ese enojo de los veteranos: uno de ellos, Gallas, le hizo una peineta a un periodista de TF1, cadena de televisión francesa, que le pidió una entrevista precisamente después del encuentro ante los mexicanos. Partido que, por cierto, perdió Francia (0-2). Tras esta derrota, la portada de 'L'Equipe' describía con suma crudeza lo que se cocía en el seno de su selección. Titulaba «Los impostores» y profundizaba: «Los jugadores no merecen las lágrimas ni el enfado de la gente. Han engañado a todo el mundo y ya se empieza a saber la verdad sobre el comportamiento de esos raperos de los suburbios que han apartado a Gourcuff por ser un francés de clase media-alta de un pueblo de la Bretaña y no provenir de los suburbios de París».
Faltaba la traca final. Y llegó, televisada para Francia y para medio mundo, el domingo 20 de junio por la tarde cuando el autobús de la delegación gala llegó al campo de entrenamiento cercano al hotel. Tras bajarse del vehículo, varios jugadores fueron hacia la zona donde estaban situados los aficionados que acudieron a presenciar la sesión de preparación. Mientras saludaban a la gente y firmaban autógrafos, Evra y el preparador físico, Robert Duverne, iniciaron una conversación que fue subiendo de tono hasta derivar en acalorada discusión. La tensión era tal que el propio Domenech acudió a separarlos. El capitán se reunió con sus compañeros y, tras un breve cónclave, le entregó un papel a uno de los ayudantes del entrenador y le comunicó que los jugadores se plantaban. Inmediatamente, todos ellos se encaminaron hacia el autocar, fueron subiendo y se sentaron en sus asientos.
Anelka fue expulsado de la concentración tras decirle al seleccionador: «Vete a tomar por el culo, sucio hijo de puta»
El jefe de prensa fue tras ellos, entró también en el bus y descendió poco después confirmando que los jugadores se negaban a entrenarse. Le habían pedido que leyera un comunicado ante los periodistas, pero él se negó a hacerlo. Sorprendentemente, quien sí lo hizo fue el propio Domenech. El seleccionador también subió al autocar y, minutos después, salió con la nota de los amotinados y se plantó delante de las cámaras a leer que la plantilla al completo estaba en contra de la expulsión de Anelka y por eso realizaban aquel gesto de protesta. Abochornado, Jean-Louis Valentin, delegado de la FFF en Sudáfrica, también se dirigió a los periodistas y anunció su dimisión: «No aguanto más, renuncio a mis funciones. Siento vergüenza, me vuelvo a París».
La magnitud del conflicto hizo intervenir al mismísimo presidente de la República, Nicolas Sarkozy. Su ministra de Deportes, Roselyne Bachelot, ya se encontraba en Sudáfrica, y el presidente le pidió que hablara con los diferentes protagonistas: Evra, Domenech y Escalettes. «Él (Sarkozy), al igual que yo, está tomando nota de la indignación de la gente de Francia y hace un llamamiento a la dignidad y la responsabilidad», dijo Bachelot. Otra ministra, la de Economía, Christine Lagarde, también se declaró «consternada» por lo ocurrido. Y un tercer miembro del Gobierno, el titular de la cartera de Exteriores, Bernard Kouchner, expresó su «tristeza» por el espectáculo ofrecido por los jugadores: «Es una caricatura de Francia, realmente es un folletín espantoso».
Con semejante panorama hubiera sido un milagro que dos días después Francia hubiera logrado clasificarse para octavos de final. El 22 de junio perdió ante Sudáfrica (1-2), equipo anfitrión que ya estaba eliminado. Y Domenech, a modo de perfecto resumen del lamentable vodevil galo, interpretó en televisión una última escena vergonzante: finalizado el partido se negó a darle la mano a Carlos Alberto Parreira, seleccionador brasileño del conjunto africano.
El 30 de junio, Domenech, ya destituido, y Escalettes, que había dimitido, se presentaron en la Asamblea Nacional. La sesión, a puerta cerrada, duró dos horas. Según desvelaron varios diputados que hablaron a la salida, el expresidente de la Federación fue rotundo: «Respondiendo con franqueza: el día del plante en el autobús de los jugadores me encontré con un muro que no había visto en mis 50 años de fútbol. Ese autobús era el de la vergüenza, con niños mimados y echados a perder». En esa misma comisión parlamentaria compareció la ministra de Deportes. Declaró que en Sudáfrica los jugadores «estaban completamente aislados del resto del mundo y que la Federación se vio desbordada».
«El día del plante, el autobús de los jugadores era el de la vergüenza, con niños mimados y echados a perder»
Jean-Pierre Escalettes
Presidente de la Federación Francesa
Raymond Domenech, en cambio, se mostró en todo momento esquivo ante los diputados galos, sin lamentar ni declararse culpable de nada y sin responder claramente a las preguntas que le hicieron. Lo hizo meses después, en febrero de 2011, en una entrevista publicada por el semanario 'L'Express'. «Todo el mundo habla en mi lugar. Tengo ganas de decir la verdad. No soy el idiota que se dice que soy», se arrancó. Y dio su opinión sobre los jugadores y el tristemente famoso plante: «Los veo como niños malcriados, como una pandilla de sucios niñatos, mocosos e inconscientes».
«En aquel momento me dije a mí mismo que ellos no eran malas personas y que no lo entendían. Estaba equivocado, ya que ellos sabían muy bien lo que estaban haciendo, incluso llegaron a correr las cortinas del autobús para impedir que las cámaras les grabasen», recuerda Domenech. Y explica por qué se prestó a leer el comunicado de los amotinados: «¡Hacía falta que alguien asumiera sus responsabilidades y que parara aquella farsa! Las cámaras estaban filmando el autobús, había niños y otros aficionados esperando en la banda del campo. Éramos el hazmerreír del mundo».
«No acepto la crítica de los políticos ni las de ex jugadores convertidos en periodistas, pero eso no me impide hacer mi propio análisis: me equivoqué al elegir a los jugadores y no encontré las palabras que hacían falta», concluye Raymond Domenech.
Ribéry, en chanclas, interrumpió una entrevista a Domenech
Horas antes del motín, el mismo día 20 de junio por la mañana, Frank Ribéry interrumpió un programa de televisión en directo que se emitía desde el hotel de concentración de Francia en Sudáfrica. Estaban entrevistando a Raymond Domenech cuando el jugador del Bayern de Múnich, que no estaba invitado, se presentó en chanclas, camiseta y pantalón corto. De pie, con un micrófono en la mano, comenzó a hablar.
«Todo el mundo se ríe de nosotros. Desde hace dos o tres días pasamos momentos difíciles. Estamos sufriendo. Esto ha explotado. Francia está sufriendo. Lo digo con el corazón. Yo estoy sufriendo», declaró muy afectado. «No hemos estado bien, no hemos sudado la camiseta como deberíamos... Desde la Eurocopa de 2008 no hay más que problemas», reconoció.
El jugador negó los insultos de Anelka a Domenech -«no ocurrió lo que se ha dicho»- y confesó que lloró cuando el delantero del Chelsea abandonó la concentración. «No queríamos que se fuera. Yo también me he cabreado con el técnico en ocasiones, es algo que suele pasar en los clubes. No es normal que alguien sea expulsado por eso».
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También negó las informaciones que se habían publicado sobre una reunión suya y de otros futbolistas con Zinedine Zidane para exigirle a Domenech un cambio de táctica y de alineación antes del partido contra México. «Pregunten al seleccionador si yo he ido a hablar con él en algún momento», dijo. Raymond, sentado a su lado, no abrió la boca. «Soy el primer decepcionado y disgustado, pido perdón a los franceses por no haber hecho el Mundial que debíamos», concluyó Ribéry.
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