La Liga depende del Barça

El Sevilla empató inmediatamente en una jugada muy rápida, fruto de una ligera distracción defensiva, pero el Barça continuó ahogando a los andaluces, que raramente salían de su campo. Pese al empate, la noche parecía decantada. El Sevilla se defendía demasiado cerca de su portero, el Barcelona controlaba el partido y dejaba que el rival se cociera a fuego lento. A veces, tal vez demasiado lento, y empezó a recrearse en el juego horizontal, sin intención, sin profundidad, favoreciendo el interés local por cloroformizar al contrario.

Flick ha creado un equipo muy joven, tanto no sabe todavía lo que es y significa el tramo decisivo de una temporada, como el que ahora se acerca, pero la calidad y el desparpajo, y el empuje de la juventud mostrados hasta la fecha, llevan a pensar que no es descabellada la idea de que puedan imponerse en las distintas competiciones. El nivel mostrado ayer no desmintió esta presunción, salvo en algunos desajustes defensivos como el que provocó el gol.

La desidia —y algo de desidia hubo en los desajustes— es el principal enemigo de estos chicos, lo que es irritante y a la vez comprensible. De un lado, tan jóvenes, tendría que guiarles un sentido del compromiso que fuera más allá de los partidos importantes y no aburrirse contra los rivales menores hasta el extremo de perder puntos ante ellos. Del otro, esta arrogancia forma parte de su frescura, del descaro con que se atreven no sólo a vencer sino a humillar a los mejores equipos de Europa.

El tobillo de Araujo no sobrevivió a una dura entrada de Saúl Ñíguez y tuvo que ser sustituido por Cubarsí. El Sevilla con muy poco balón, menos del 20%, generaba un peligro siempre alarmante y Barça iba perdiendo la luz de los minutos iniciales. Imprecisión barcelonista contra la mucha paciencia sevillana. Minutos en que todos, especialmente los muchachos de Flick, se aburrieron bastante. Poca claridad mental, falta de delicadeza. No comparecía la finura de Raphinha, Gavi se despachaba a lo bruto, Pedri y Lamine Yamal parecían momentáneamente como fuera de cobertura.

La euforia primera de ir a por el partido e ir a por la Liga lentamente se desvanecía, y mérito a medias de una inteligente lectura defensiva del Sevilla y la otra mitad por culpa de la falta de rumbo y de claridad de unos jóvenes que a veces se van mentalmente del terreno de juego y hay que esperar a que sus majestades vuelvan para ponerse a trabajar. La noche pedía a gritos a Dani Olmo para pensar un poco mejor y la sustitución de Gavi, amonestado y que en plan que estaba coqueteaba dramáticamente con la expulsión. Aunque sin más transcendencia que la de su hermosura, Lamine Yamal con el exterior y de volea le dejó un asistencia a Koundé que más que de Messi, pareció de Maradona.

El Sevilla, muy consciente de sus limitaciones, llegó al descanso con la oportunidad clara ocasión, de chilena, de Lukebakio, que el portero polaco, jubilado y fumeta del Barça rechazó brillantemente a córner.

En la reanudación Gavi fue acostado pero no por Olmo sino por Fermín y Flick tenía razón porque fue salir y marcar el gol, rematando de cabeza un centro dulcísimo de Pedri. Raphinha de un disparo raso y desde fuera del área marcó el tercero, genial asistencia filtrada de Cubarsí. El Barça ponía rumbo a ganar algo más que el partido.

Fermín se ganó la roja directa por una dura y extemporánea entrada a Sow, echando a perder su brillante actuación durante el cuarto de hora largo que jugó. Dani Olmo y Éric García entraron por Lewandowski y Frenkie de Jong. El Barça administró con prudencia la inferioridad, defendiéndose con el balón y no sólo esperando. Demostración de madurez durmiendo el partido y hasta Éric de cabeza se dio el lujo de marcar el cuarto.

Flick ya depende de sí mismo para lograr su primera Liga con el Barça.