El segundo palo
A quién se le ocurre no sonreír, Carvajal
«Lo del defensa internacional en la Moncloa sólo fue la expresión de la indignación del vestuario, el termómetro de un enfado monumental»
Apartad vuestras garras de Nico y Yamal
![Pedro Sánchez, de espaldas a Dani Carvajal](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2024/07/19/crava2-RI9Q1YhYRF0jqynSjWzRoMK-1200x840@diario_abc.jpg)
Hablando de la máquina del fango: el otro día oí comentar a un tertuliano de Televisión Espantosa que el frío saludo de Carvajal a Sánchez había sido una falta de respeto. No, estimado colega, no, una falta de respeto habría sido no acudir a ... la recepción presidencial con el resto del equipo nacional. Una falta de respeto habría sido, por ejemplo, decir «no iré a la puta Casa Blanca», que fue lo que dijo Rapinoe cuando le preguntaron si iría a ver a Trump si Estados Unidos conquistaba el Mundial femenino de fútbol. Aquel plante en diferido, por cierto, fue aplaudido a rabiar por el periozurdismo.
Una falta de respeto habría sido por lo tanto decir algo similar a «no iré a la puta Moncloa» y luego no ir pero en ningún caso acabar yendo para saludar fríamente al presidente del Gobierno. Porque, ¿en qué artículo de la Constitución aparece reflejado exactamente que uno tenga que sonreír o fingir admiración hacia ningún político? Eso suena a 1984 de Orwell, pero en 2024, ¿no? ¿Estamos ya ahí? Estamos ya ahí.
Hablando de investigaciones prospectivas: a las pocas horas del frío saludo del jugador del Real Madrid que, según la ministra Alegría, no había sentado mal en Moncloa, Cinco Días, el diario económico de El País, sacaba una información sobre los negocios de Carvajal y, ya puestos, también de san Joselu Mato, su cuñado, a quien tampoco le brillaron los ojos de emoción ante la epifanía monclovita. Porque, en esta nueva realidad distópica, de lo que se trata no es de sentir realmente sino de fingir que se siente. Todo muy bradburiano, si se me permite la expresión, que lo mismo ya tampoco está permitida, no lo sé.
Habrá que investigar a toda la selección, empezando por supuesto por el católico De la Fuente, porque el enfado con la manipulación política que se hizo del equipo nacional, con especial énfasis en Yamal y Williams, es generalizado. Al poco de ganar la Eurocopa, Illa, erre que erre, volvió a hacerlo por un miserable puñado de votos esparcidos por el suelo. No hay más que comparar las caras de los futbolistas en la fiesta de Zarzuela con las de esos mismos jugadores en el velatorio de Moncloa para darse cuenta de que Carvajal sólo fue la expresión de la indignación del vestuario, el termómetro de un enfado monumental. La enfermedad no está en un equipo joven, limpio, nuevo y desprovisto de las viejas taras politiquillas. Habrá que buscar por otro lado.
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