Filomenas

Por Madrid pasó durante aquellos días Filomena, una borrasca profunda que hizo estragos en mi ciudad y que nos tuvo a todos quitando nieve durante un mes largo, pero por el fútbol femenino español están atravesando ahora mismo las Filomenas, una serie de tormentas eléctricas individuales encadenadas que amenazan con asolar la selección nacional después de ganar un Mundial y conseguir que echaran al entrenador. Por cierto, ¿alguien sabe al fin por qué un rayo electrificó a Jorge Vilda?

Desde el viernes, al menos, ya sabemos qué quieren: las cabezas de todo el mundo clavadas en una pica. Atónitos, los empleados de la Federación, que podrían demandar a las Filomenas por coacciones, esperan su turno en el casting para ver si Putellas, desde dentro, y Boquete, desde fuera, suben el pulgar o por el contrario lo bajan. El otro día leía que habían «aislado» a todos los trabajadores del departamento de marketing y comunicación. ¿Aislados? ¿Y a santo de qué?

Tomé se la dejó botando a Hermoso cuando en una rueda de prensa kafkiana explicó que no había convocado a la jugadora para protegerla: ¿Protegerme de quién?, respondió la futbolista. Estaba claro que la seleccionadora se refería al foco mediático pero me parece mentira que aún no se hayan dado cuenta ahí dentro de que están en plena guerra y que lo van a utilizar todo. T-o-d-o.

Si el Gobierno cede ante un prófugo de la justicia, ¿por qué no hacerlo ante las Filomenas? Esto es un Macguffin hitchcockiano de manual. Mientras el precio del aceite de oliva está tan caro en España que hay gente que opta por marcharse a comprarlo a Portugal, desde Moncloa agitan a Guiñol, Madelon y Gnafron a la espera del garrotazo final, que llegará con los peajes de las autovías. Con la mano en el corazón, ¿no hay nadie que haya pensado que, viendo el espectáculo que están dando, habría sido mejor perder la final?