El segundo palo
El abrazo
«Ese gesto dignificó a quien humilla al madridismo de a pie, ese al que le duele su Real en lo más profundo del alma»
Sextete judicial
La caída
![El abrazo](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2023/10/26/abrazo-RA9WBrWaVlk6oLF9yhFDEBP-1200x840@abc.jpg)
Seguro que el punto de equilibrio perfecto se encontrará a medio camino, en el kilómetro cero que hay entre mi mecha corta y la kilométrica de Florentino. Yo habría roto relaciones con el Barcelona (y, ya de paso, también con el Atlético de Madrid) hace ... un montón de años, pero el presidente del Real Madrid juega a explotar a Laporta como lo haría un crío con un rollo de papel burbuja: ¡plof, plof! Lo mira de soslayo como si no tuviera importancia, como si no entendiera nada.
Es seguro que, desde el punto de vista de un madridista, que tiene en sus vitrinas catorce Copas de Europa, el Barça no importa o importa poco, y es muy probable que Laporta siga efectivamente sin comprender los movimientos de Florentino, pero, entre tanto tacticismo, tanta estrategia a largo plazo y tanto Fouché, lo peor es la comezón, esas ganas locas que tenemos de rascarnos de una vez por todas a los culés.
Por eso el abrazo de José Ángel Sánchez a Laporta ha sentado tan mal. Yo digo que de milagro no hubo sexo entre ambos, excitación seguro. Algo sí es cierto y es que el Kouchi gari amoroso de JAS no fue normal. En el gesto había cariño y admiración, cierto deseo, si no carnal sí espiritual. Venía el presidente culé de hablar del madridismo sociológico y, yéndonos un pelín más atrás, de retratar de nuevo al Real como el equipo de Franco.
Y, con esos antecedentes, al Douglas MacArthur de Florentino no se le ocurrió otra cosa que pegarle (porque esa clase de abrazo en concreto se pega, no se da) un achuchón lujurioso al hombre que se dedica a meterle el dedo en el ojo al madridismo de lunes a sábado y doble ración el domingo. Advierto: a quien me vuelva a hablar de la Superliga como laberíntica clave de todo le retiro para siempre el saludo.
Aunque sin él saberlo, José Ángel estaba abrazando también al directivo del Barça que veinticuatro horas más tarde llamaba payaso a Vinicius en el descanso del partido de Champions y, sabiéndolo como lo sabemos todos, saludaba tiernamente al presidente que multiplicó por cuatro lo que estaba cobrando desde tiempos inmemoriales del equipo catalán el vicepresidente de los árbitros, Negreira I El Grande. El abrazo dignificó a quien humilla al madridismo de a pie, ese que probablemente no entienda de alta diplomacia pero al que le duele su Real en lo más profundo del alma. Fue un abrazo traidor y un fuego amigo que debería hacer reflexionar a la T4.
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