REAL MADRID

Se disipó el gafe del «7» para CR

Cristiano Ronaldo marcó dos goles y se sacudió la dosis de ansiedad acumulada en partidos anteriores

JULIÁN ÁVILA

El Real Madrid encontró ayer el saco para el desahogo después de muchos ejercicios de impotencia. Un rival que pagase los platos rotos, como en su día sugirió José Mourinho. El Deportivo fue un cervatillo en las garras de un león, que cayó en los dominios del depredador enseguida. Los dos goles del equipo blancos llegaron en los dos primeros disparos contra la portería de Manu.

Dos dentelladas en un espacio corto de tiempo. Un hecho inusual en el Real Madrid de Mourinho, acostumbrado a fallar más que una escopeta del feria. El entrenador pedía paciencia. Necesitaba una perita en dulce. Una tarde de relax. Un ejercicio de puntería. Un partido tranquilo. Un respiro colectivo que mitigase la ansiedad de los últimos partidos. Primero marcó Cristiano Ronaldo. ¡Por fin! El primer remate de CR a la salida de un córner acabó en la portería. Pleno acierto. Adiós al gafe. Desde que cambió en su camiseta el «9» por el «7» había bajado su promedio anotador. Algunos de sus compañeros argumentaban meigas del pasado. La realidad es que CR7 sigue en su papel de torito insaciable peleado consigo mismo y con todo el mundo. Sus desplantes y malhumor en algunas jugadas saca al público de sus casillas. Así se lo recordó en un par de ocasiones porque cayó en la displicencia y en al abandono defensivo mientras sus compañeros echaban los higadillos. Entendió el portugués el mensaje y se activó enseguida. Está vigilado por la grada. Lo aplauden en sus goles y en sus detalles, pero lo tiran de las orejas cuando protesta. Mostró su estado cuando logró su segundo tanto, el sexto del equipo, y masculló la clasica frase del ¡por fin!

Extraña relación

Es una relación extraña. Pero ahí está. CR espantó la ansiedad en su primer remate y ahora pasa página. Luego vendría la siguiente piedra para sostener la goleada. El segundo disparo a puerta acabó en gol. Ozil finalizó una jugada que debió terminar antes y de la misma manera. El tercer tanto llevó la firma de Di María. La película que más gusta en el Bernabéu. Juego colectivo, rápido, directo, preciso y con remate certero. El argentino dibujó el mismo movimiento que tiempo atrás interpretaba Santillana cuando remataba los centros de sus compañeros.

Media hora de juego. Y el Madrid sólo había disparado en cuatro ocasiones. Mayor eficacia imposible. Manu no salió por la puerta grande, como Aouaute en Mallorca, Reina en Valencia, o Ricardo, el guardameta del Osasuna, en el Bernabéu. El guión de anoche estuvo alejado de otras tardes de desazón. Después de los goles llegó lo mejor. El juego. El Madrid lo hizo bien. Con el Deportivo llegó el espectáculo.

El público se divirtió por primera vez esta temporada en mitad del aguacero. Invirtió el tiempo de la segunda parte en montar una especie de chirigotas improvisadas. «¡Que bote Mourinho!», gritó el pueblo. Pero el técnico no entró al trapo.

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