LIGA BBVA
El Madrid salva un muro de alambre de espino
Los blancos, con 10 durante casi toda la segunda parte, fueron capaces de sobrevivir a la batalla subterránea y sin fútbol planteada por el Sevilla
Tal y como están las cosas, con el Barcelona de manita en manita , lo que había que ver eran dos asuntos prioritarios: uno, si el Real Madrid iba a acusar el golpe moral de ver cómo su rival es un gato de siete leguas y, dos, cómo iba a tragar las ausencias de Xabi Alonso y Marcelo . La respuesta doble fue mala: un mal trago. El Sevilla, simplón pero ordenado y batallador, se bastó con los pulmones para abortar el empujón desordenado del Madrid. [Narración y estadísticas]
Estas cosas sirven para añorar a los ausentes y, en este caso, para dar carne de primera a los pájaros de mal agüero que enseñaban la palma diciendo «esperad, que ya veréis cuando falte Xabi Alonso». Pues sí, con Lass haciendo sus labores y Khedira haciendo las de Lass, el Madrid tuvo solvencia defensiva y poca solvencia ofensiva. Faltó fluidez, talento para descongestionar eso y, luego un extraño planteamiento de Mourinho, que pasó del 4-2-3-1 al 4-4-2 sin mucho convencimiento
Ozil se escoró a la izquierda y se perdió. Cristiano se fue al centro, se juntó con Benzema y en la paridad se averió. El francés simplemente no estuvo y cuando apareció lo hizo con torpeza y una apariencia de excesivo peso que le hacía llegar tarde a todo. Di María se fue a la derecha, luego a la izquierda, luego al centro, y allí se montó un guirigay que hacía que los defensores sevillistas, bien colocados, se partiesen la caja ante tal desbarajuste.
El resultado fue un caos de partido porque el Sevilla se refugió más allá de sus líneas y dejó a la intemperie a Negredo y Luis Fabiano, que eran Robinson Crusoe y su hermano, más solos que la una. A fuerza de contragolpes aislados unos y de empujones ciegos los otros, el partido fue un sinsentido continuo, de esos que hacen que el espectador saque la navaja y amenace con abrirse las venas allí mismo.
Las ocasiones llegaron por acciones inspiradas de unos y otros, muy pocas, y el choque quedó finalmente en manos de los destripadores del juego, los Romaric, Khedira, Zokora, Lass y demás, que robaban mucho y creaban muy poco.
Lo mejor, Granero
Hizo una cosa buena Mourinho: metió a Granero y el equipo inmeditamente ganó juego, no mucho, pero lo suficiente para que apareciera más gente al encontrar socios, y gente importante como Ozil y Di María. A pesar de estar con diez entre ambos generaron el gol del argentino en una excelente elaboración de alemán y un gol de cuco del argentino. Al instante, Mou metió en el campo a Albiol para proteger el resultado y el Sevilla, romo arriba todo el tiempo, vio un muro ante sí que ya no pudo levantar.
Al final, el partido acabó como empezó y transcurrió, patadas por todos lados, el Madrid defendiendo, el Sevilla empujando con todos, con golpes, cabezazos, un descontrol de partido en el que cualquier cosa podía pasar. Granero, el mejor, intentó poner orden y fútbol pero los dragaminas y la tensión del encuentro era tal que allí sólo funcionaba el físico, el músculo y la fe ciega.
Al Sevilla el faltaba talento y juego para levantar aquello, con un Madrid muy recobrado, con más confianza, agarrándose al partido con todo porque eran puntos vitales en un choque que se le había complicado por todo lo pasado. El Madrid, aun con diez, fue a ahogar al Sevilla cada vez que tocaba el balón.
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