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BALÓN DE ORO

El quinto fantástico

Messi se hace un hueco en el territorio de Di Stéfano, Pelé, Cruyff y Maradona con su segundo galardón

El quinto fantástico EFE

E. YUNTA

Los periodistas sufren porque no hay nada nuevo que contar de Leo Messi, habitual personaje de portada y exprimida al máximo su historia desde que una servilleta le trasladó de su Rosario natal a Barcelona. Era un crío, mucho más pequeño que cualquier niño a los trece años, pero en el Barcelona no importa el tamaño, encantando con un estilo preciosista apto también para futbolistas bajos.

Messi levanta sólo 169 centímetros del suelo y gracias, pues se le tuvo que aplicar un tratamiento a base de la hormona de crecimiento que salía a unos 1.000 euros al mes. En Argentina nadie podía pagarlo, el Barcelona asumió gustoso ese gasto y ahora presume de Balón de Oro por segundo año consecutivo , la octava vez que uno de sus futbolistas es condecorado con el premio. Con 23 años y 200 días, es el más joven en lograr semejante hito.

Para todos, y ya de forma oficial, está entre los elegidos, el quinto fantástico que comparte mesa y mantel con Alfredo di Stéfano, Pelé, Johan Cruyff y Diego Armando Maradona. Este tipo de listados va a gustos del consumidor y habrá quien eche de menos a alguno más, pero esos cinco ya son eternos. Messi, empeñado en ganarle tiempo al tiempo, ha ido más rápido que nadie y se pregunta el personal dónde está el límite de Leo Messi, pero nadie parece tener la respuesta.

«A este niño hay que atarlo»

Con perspectiva, ahora que pasea feliz por el paraíso de los grandes, Messi se acuerda constantemente de sus inicios. «No fue nada fácil», relata Jorge, su padre, encargado de tomar una decisión trascendental cuando movió a su hijo a la otra punta del mundo. A Josep María Minguella, ex agente de jugadores con media vida dedicada al Barcelona, le pusieron en la pista desde Rosario dos colegas (Martín y Fabián) y al ver en acción a ese chiquillo se le iluminaron los ojos.

«Lo vi clarísimo, no dudé ni un segundo, era diferente», confiesa. Se puso en contacto con Carles Rexach, entonces secretario técnico del club catalán, que tuvo una reacción similar, pero algo más campechana, fiel al estilo Charly: «¡Cojones! A este niño hay que atarlo», exclamó. El «sí, quiero» se estampó en la servilleta más famosa del mundo. Nunca un trozo de papel dio para tanto. «Yo, Charly Rexach, en presencia de Horacio Gaggioli (representante del jugador) y Josep María Minguella, me comprometo a la contratación de Lionel Messi en las condiciones pactadas, a pesar de la contra interna que existe en el club».

Su destino estaba marcado y acertó de pleno Nike cuando Messi era un imberbe. «Recuerda mi nombre», sentenciaba en un anuncio que dio la vuelta al mundo. Ahora se le conoce en cualquier esquina y es el ídolo de los niños, la aspiración de todo chaval sin que importe su lugar de origen.

El nuevo Messi

El nuevo Messi tiene mucho de Pep Guardiola, que le rescató a tiempo ya que escampó cierta angustia en el barcelonismo, preocupado al ver que el argentino podía perderse al estrechar tanto sus lazos con el clan de Ronaldinho. Se le ató en corto, le privaron de sus excesos —pizzas, escalope a la milanesa, chocolate y refrescos de cola— y descubrió un tesoro con el pescado, la carne y las verduras. Desde entonces, apenas ha sufrido lesiones.

Le queda la selección, pues lejos de la medalla de oro de Pekín ha generado más murmullos que aplausos con Argentina —dos goles en diez partidos este año, uno cada 433 minutos—, pero en 2010 ha destrozado estadísticas. Vale más eso que su papel en el Mundial, que abandonó en cuartos de final sin haber logrado ni un tanto. Con la camiseta del Barcelona, sin embargo, presume de 58 goles y 17 asistencias en 54 partidos. Aquí tienen al quinto fantástico del fútbol.

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