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Pellegrini, el único cadáver

El Madrid le señala como responsable del año en blanco. ningún reproche a jugadores como Kaká o Benzema, que han fracasado estrepitosamente

Pellegrini, el único cadáver

Pellegrini ha sido el mayor damnificado del proyecto. Pese a que el presidente reiteró en varias ocasiones que «no ganar nada el primer año no sería un fracaso», él ha pagado los platos rotos. Ha cumplido con los principios básicos del vestuario, pero no ha llenado el ojo con algún título.

No le echan porque haya perdido el control de la caseta o porque los futbolistas no comparten sus criterios, o porque haya llevado al club a un enfrentamiento con los medios. Le condenan los resultados. El rosco en las tres competiciones y la idea permanente de Florentino Pérez por despreciar a los inquilinos del banquillo.

No era la apuesta mejor situada en la pretemporada. Gustaba más Ancelotti, Wenger o el propio Mourinho. Sin embargo, Jorge Valdano convenció a su presidente para que aceptase su fichaje. El Madrid pagó unos cuatro millones por romper el compromiso con el Villarreal. Su contratación no levantó apenas euforia entre la nueva Junta Directiva, más preocupada por las presentaciones multitudinarias de Cristiano, Kaká o Benzema.

Pellegrini aterrizó con el pie izquierdo. Una ligera protesta por la venta de Sneijder o de Robben no sentó bien en el club. Un renuncio que coincidió con la mala imagen que dio el equipo en la Copa de la Paz con el Juventus. El gesto del labio se torció y el parto ya venía de nalgas. El técnico puso la primera piedra de su tumba nada más comenzar la Liga. En su idea de moldear el equipo y el vestuario, sometió al equipo al sistema de las rotaciones. Y no gustó que Cristiano, Kaká o Benzema apareciesen en las fotos del banquillo.

Enseguida le llegaron los primeros mensajes, vía prensa. Tirón de orejas por sentar a Benzema. Tirón por no atender a los requerimientos empresariales y de imagen del nuevo Madrid. Pero Pellegrini fue fiel a sus ideas. Una apuesta que se vio dañada por el ridículo en la Copa del Rey frente al Alcorcón. Quedó herido de muerte después del partido de ida en el campo del Segunda B. Un cuatro a cero que le puso contra la cuerdas. Sólo el posterior enfrentamiento con el Milan y el partido de vuelta en el Bernabéu le dejaron con vida. El batacazo definitivo copero le dejó con un hilo.

La directiva se encargó de filtrar que se había equivocado en la elección de Pellegrini y éste quedó expuesto a un linchamiento mediático que se acentuó con la caída en los octavos de la Liga de Campeones frente al Olympique de Lyon. Sólo resistió por la tenacidad del equipo en la Liga doméstica.

Desde el adiós a la «Champions», su vida se convirtió en un apaleamiento, sin que encontrase una sola palabra de calor de los dirigentes. Sólo Valdano defendió su trabajo en las horas más complicadas. Como buen condenado, arrastró la cruz de penitencia hasta la última estación. Hasta Málaga, esperando el indulto que nunca llegó.

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