LIGA BBVA
Ponga un Cristiano en su vida
El partido más difícil del Madrid lo salvó Cristiano, que es un seguro de vida. El Villarreal jugó como siempre, muy bien, pero no pudo con el luso
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Por doquier, a todas horas. Queremos encuentros de este estilo y equipos con el sello del Villarreal. Equipos que inmortalizan el buen fútbol, que dan salsa a este deporte con el espectáculo por bandera. Perdieron. Bien, pero lo hicieron con una dignidad que no tuvieron muchos de los equipos que pasaron por aquí.
Es un ejemplo el conjunto castellonense para todos. Llega a coliseos históricos, Bernabéu, Camp Nou, Vicente Calderón, el teatro de los sueños, Anfield... Y le da igual. Sale con lo que tiene, con sus señas de identidad, con el balón abajo y la cabeza alta y que sea lo que Dios quiera, pero con su estilo propio.
Fue eso lo que puso al Madrid contras las cuerdas, que lo pasó muy mal en la primera mitad. Sin balón, arrancado de sus pies por los de Borja Valero, que es un futbolista descomunal, el Villarreal entró por los puntos negros del Madrid (los carriles del ocho y el diez) donde no llegaba la descolocación de Sergio Ramos y Marcelo, y montó un lío tremendo en las filas del Madrid. Lass no llegaba a todo, a ese toque sublime que tiene el conjunto castellonense y que amenazó con derrumbar a los blancos.
Pero no se cayeron. ¿Por qué si el rival jugó mucho mejor y le metió en mil apuros? Porque el Madrid tiene a Cristiano, que son palabras mayores, palabras sublimes, un tipo que nunca se rinde. En las malas, muy malas, Cristiano tiró del carro ayudado por un Ozil participativo y peligroso. Entre ambos mantuvieron el sistema ofensivo del Madrid, crearon ocasiones y contestaron a los dos mazazos del conjunto castellonense con dos respuestas inapelables.
Dos goles de Cristiano dejaron el partido en lo alto, con las espadas listas para ser desenvainadas, sin pausa, en un encuentro pleno de actividad e intensidad. El encuentro que prometieron en la víspera y que se dio sobre el tapete verde de Chamartín.
Errores en el banquillo
Fue Garrido el que no aguantó el pulso. Se quebró su buena voluntad, su aguante, el farol tirado a los blancos. En cinco minutos del segundo tiempo se vio que al técnico del Villarreal le temblaron las canillas. Observó que su equipo vacilaba y él se derrumbó. Empezó a dar pasos hacia atrás, a quitar delanteros y a meter defensas y sólo consiguió una cosa: echarse al Madrid encima.
Los blancos, que también habían tenido sus dudas, vieron el carril abierto y lo peor para el submarino no fue tanto que se quedara sin torpedos, sino que avivó la ambición de Cristiano, que ya lo vio todo claro. Sin un instante de vacilación entró entre las filas castellonenses repartiendo mandobles con filos de cinco estrellas. Cada hachazo del portugués eran dos metros de terreno que le costaba al Villarreal, que acabó acostado sobre Diego López, que empezó a pasarlas moradas.
Garrido había comprado demasiadas papeletas para la derrota y Cristiano se las cobró todas enteras. Mourinho, que es listo como el hambre, vio la maniobra . Quitó a un defensa y metió más madera, de primera calidad, nada menos que a Kaká. Entre él, Ozil y, sobre todo Cristiano, encendieron la villa amarilla.
Un alud blanco se echó sobre ellos y ya nadie pudo evitar la debacle amarilla. Garrido intentó jugar a la contra, meter a Borja de segundo delantero, pero aquello se había tumbado sobre su lado y no había manera de levantarlo. Cristiano, Ozil, Kaká, Xabi Alonso... demasiados talentos cerca del área, con el balón continuamente en su poder y sin posibilidad de robarlo. Fin de la historia.
Fue un triunfo más que meritorio porque nadie de la otra Liga había puesto en tantos aprietos al Madrid, y menos en su campo. Pero los blancos respondieron y el pulo sigue.
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