COPA DEL REY

El Real Madrid gana la Copa en un trago agónico

Una pared Di María-Marcelo acabó con un cabezazo de Cristiano justo cuando el Madrid se veía acorralado

AFP

josé manuel cuéllar

Partido en el Cotorruelo, como en los encuentros de barrio, con todas las señas de identidad de choques en los que no solo juega el juego, sino el extrajuego: a muerte en los balones divididos con los tacos por delante, faltas tácticas por doquier y avalancha de jugadores propios a por el árbitro a intimidarle . Undiano debió pensar que había vuelto a Navarra cuando empezaba en Regional y le achuchaban de esa manera. [Así hemos narrado el partido]

Era el partido que Mourinho había puesto sobre el tapete, llevar el encuentro al tono físico, a la protesta, a la presión bien ordenada, con una intensidad tal que incluso el que lo veía sentía la presión de la zarpa de hierro en la garganta. Si el espectador apenas podía respirar por el agobio de lo visto, uno no puede imaginarse cómo se vería el Barcelona ahí abajo, tres camisolas blancas llegando como centellas a la presión , con un 4-5-1 que multiplicaba sus números en la medular . Una angustia tal que propiciaba el vómito del que llevaba el balón. [Estadísticas]

Nadie se pudo mover en el Barcelona, cortados sus circuitos por completo. Si Xavi iba a recibir le encimaba Pepe con esas piernas de kilómetro que tiene y con los codos y el pecho empujando, asfixiando, rompiendo por completo el cerebro de los azulgrana. Si iba a Iniesta se le echaba encima Khedira, que es un gigante de 1,90 y cuya sombra no dejaba ver los focos al pequeñín de Albacete.

Ayudaba Ozil, ayudaba Di María, acudía Xabi Alonso , y la defensa adelantaba su posición para estar bien juntos. El Barcelona se encontró en un cortocircuito total, expuesto a los balones robados del Madrid, que acabó creando ocasiones de gol, en realidad, todas las ocasiones de gol. Dos de Cristiano, único delantero, otra de Ozil y la más clara de Pepe, que cabeceó al palo por dentro. El balón no entró como podía haber entrado mientras el Barça estaba al borde del precipicio, sostenido por el orden y la polivalencia de Busquets que aguantaba a un equipo empujado por la furia del Madrid, que puso en brete, no solo al Barcelona, sino a Undiano, que también se vio acosado por todos lados.

Hablemos de Undiano. Otro cualquiera habría claudicado, por un sendero o por otro. Habría empezado a disparar balas amarillas sin cuento, sin mirar, a todo lo que se le pusiera por delante, o se habría acobardado y los jugadores habrían reinado en ese caso. Undiano, probablemente el mejor árbitro del mundo, optó por un camino intermedio.

Aguantó primero y luego sacó cartulinas en el momento oportuno, para frenar el descontrol y el caos que había en el terreno de juego, un caos propiciado y ordenado desde los banquillos antes incluso de empezar. Al final, el Madrid tenía el partido donde quería y el Barcelona iba por el choque con mucha posesión de balón pero con el rumbo perdido, a centímetros de naufragar.

La única incógnita al descanso, y la más importante, era saber si el equipo de Mou aguantaría ese galopar desbocado en la presión, alimentado por el hambre enfebrecida de títulos que tiene el equipo. El Barcelona esperaba a que pasara el chaparrón pero, ¿iba a pasar?

Cambio de signo

Pasó. El Madrid dio casi tres pasos atrás, muy asfixiados. Se juntó además que Iniesta se juntó a Xavi y los blancos siguieron juntos, pero diez metros más atrás. Era lo normal porque los de Mou tenían ya un cuarto de reserva en los pulmones. No había ya dientes, ni mordiscos ni tres contra uno, apenas uno ante otro y ya... En suma, problemas para el Madrid porque el Barcelona ya se parecía mucho al Barcelona y el partido, en sí, mucho al que se jugó en el Bernabéu el sábado.

Con esos metros cedidos, Cristiano empezó a encontrarse solo, muy solo, cada vez más aislado, y de espaldas a puerta, sin apenas opción a hacer nada útil. Sin ofensiva, el Madrid tuvo que dedicarse a guardar puerta, sin apenas más. Y así, con Iniesta ya entrando en juego, el Barcelona empezó a acercarse a Casillas. El Madrid aguantó como pudo, a la espera de un golpe de genialidad de alguien. Lo encontró en una pared Di María-Marcelo con un centro que Cristiano encontró en el cielo para meterla en la red

La Copa no llega a Cibeles

A las 4.15 horas llegó el Madrid a Cibeles para festejar con la afición la victoria . El capitán del Real Madrid, Iker Casillas, fue el encargado de coronar a la Diosa Cibeles y provocó el éxtasis de los miles de aficionados madridistas congregados en la mítica plaza madrileña, donde los blancos no acudían desde el verano de 2008. El portero del club merengue relevó a Raúl González Blanco, el último capitán en adorar a la Cibeles , y se encargó de liderar las celebraciones del Real Madrid por su conquista de la decimoctava Copa del Rey de la historia, la cual no ganaban desde 1993. Casillas ascendió a la pasarela preparada para la ocasión, besó a la Diosa, le colocó una bandera de España con el escudo del Real Madrid y también arropó a la Cibeles con una bufanda madridista. Sin embargo, el título no llegó a la fuente. El autobús del Madrid aplastó el trofeo después de que se le cayera a Sergio Ramos cuando el futbolista andaluz la mostraba desde lo alto en el camino hacia la fuente a los miles de aficionados que se dieron cita en la plaza. El autocar pasó literalmente por encima del trofeo

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