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COPA DEL REY

Final de sangre española

Hubo muchísima tensión en el césped, especialmente entre los internacionales españoles

Final de sangre española EFE

ENRIQUE YUNTA

Reconvertido Mestalla en un campo de batalla, se confirma que en el fútbol no hay amigos porque en una final sólo puede ganar uno . Barcelona y Madrid caminan de la mano porque la rivalidad les obliga a convivir, tan acentuada estos días que se repiten los clásicos hasta en cuatro ocasiones. Quedan dos después de solventar los asuntos de Liga y Copa del Rey y a medida que avanza el serial se calienta la cosa. En Valencia, 20.000 aficionados por banda en campo neutro, se repartieron de lo lindo y guardan fuerzas para los dos asaltos europeos. Cuando acabe la feria de clásicos, ya volverán los abrazos.

Ni el himno de España une a las masas, silbado como se esperaba por una parte de la grada mientras la otra se sentía orgullosa . Diez campeones del mundo (más Puyol en el banquillo) en un mismo escenario sin que nadie pensara en lo felices que fueron aquella noche de Sudáfrica. El azulgrana, representado con seis futbolistas, no mezcla bien con el blanco (cuatro), es irremediable.

Se llegó a la noche de autos después de que se sucedieran informaciones desmentidas porque Piqué negó que llamara "españolitos" a los jugadores del Madrid (se le vio hablando con Casillas antes de empezar) y nadie ha confirmado que Pepe escupiera a los rivales en el túnel de Chamartín. «Sé que hubo tensión, pero nada más. Me creó antes a Piqué que no a un periódico», explicó Guardiola en la previa de la final. La hubo, sí, como ayer en Mestalla.

Pocas veces se ha visto a Xabi Alonso tan enfadado como con Sergio Busquets, agitado al entender que el azulgrana, su compañero en el centro del campo cuando visten de España, se había tirado . Se le cuestiona mucho ese teatrillo al azulgrana, futbolista de barrio que maneja bien ese arte, y a Alonso se le calentó la cabeza al recriminarle su exageración. Trasladada la guerra a otro punto, al rato se engancharon Álvaro Arbeloa y David Villa y la discusión acabó en zarandeos y empujones. El delantero, desde el suelo y tras soltar la pierna, sintió el pisotón del defensa y se unió al debate Serio Ramos. Sólo Casillas sofocaba los fuegos.

Mourinho también

Las finales son así y por eso gustan tanto. Bastante calmadas las aficiones en las horas antes del pulso, correctas las directivas en una comida multitudinaria que acabó con paella y tiramisú después de una lista interminable de entrantes, en el campo hubo reproches en todas las esquinas. Pasó casi inadvertido, pero también en el área técnica se buscaron las cosquillas . En el ajo siempre está metido José Mourinho y desde el bando contrario le encontraron, pues no es el portugués alguien que se arrugue en estas circunstancias. Lo lleva en las venas, le va la marcha.

En el juego subterráneo se cruzaron las dos ideas, aunque en el segundo tiempo se guardaron las armas y mandó el balón. Esta vez no se crucificará a Pepe, mucho menos agitado que en el primero de los clásicos, hasta que perdió los papeles en la celebración del Cristiano Ronaldo. Regaló unos cuantos cortes de manga a la afición del Barcelona, que estaba en ese gol, y en esa esquina cayó absolutamente de todo sin que la historia fuera a más.

Ahora, una semana de tregua antes del colofón europeo. De momento, la Liga pinta para el Barcelona y la Copa es del Madrid , incómoda la jornada liguera del próximo fin de semana. Unos, heridos en su orgullo, quieren venganza. Los otros caminar hacia la décima. El miércoles 27 se vuelven a ver.

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