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Cesc, el joven que quiere reinar
El polivalente centrocampista que reinó en el Arsenal ambiciona una oportunidad para ser protagonista con España
Cesc, el joven que quiere reinar
Pocas cosas en la vida interesan a Cesc Fábregas que no estén relacionadas con el fútbol. Su familia, su novia, la comida japonesa o alguna serie de televisión a la que es adicto son las pocas cosas que pueden apartar su concentración de un balón. De hecho, este deporte ha marcado su existencia hasta el punto de mudarse con 16 años a Londres para ser profesional.
Eligió la vía más rápida –aunque no la más fácil– y pasó de jugar en el cadete del Barcelona a pisar el césped junto a Bergkamp o Henry . «Fue la decisión más difícil de mi vida», insiste cada vez que le preguntan.
Optó por abandonar la vida cómoda, la fiesta de la adolescencia con amigos como Piqué y Víctor Valdés y adaptarse a una nueva cultura para cumplir su sueño. De aquel único año disoluto en La Masia –«Se me fue un poco de las manos», reconoce– mutó a la responsabilidad de un trabajo profesional. Un salto brusco que le costó llantos en la intimidad porque aunque fue una elección individual apoyada por su familia se le hicieron duas las madrugadas a casi 900 kilómetros de los amigos. Faltaba mucho tiempo para que Josep Guardiola abriera el camino de apostar firmemente por los canteranos en el primer equipo del Barcelona cuando Fábregas se convirtió en el jugador más joven en debutar y en anotar un gol en la historia del Arsenal.
En aquellos ocho años en la metrópoli británica aprendió del maestro Wenger a cuidarse, a chutar al primer toque, a recorrer el campo de la manera generosa en que lo hacen los «todocampistas» de la Premier League, a arriesgarse a una lesión por jugar con el corazón. Incluso apartó de sí un tiempo a su íntimo Gerard Piqué mientras se concentraba en su carrera. Solo fútbol. Horas delante de partidos de otros equipos, charlas de su entrenador y como maestro Patrick Vieira . Con el tiempo, aquel adolescente catalán se convirtió en el ídolo de los «gunners» y alcanzó la capitanía. «Es el prototipo del jugador moderno», le definió Kakà.
Méritos suficientes como para que Luis Aragonés le convocara para la selección española. Sin embargo, en aquel equipo la vía rápida estaba colapsada por los centrocampistas del Barça. Junto a algunos de sus excompañeros con los que conservaba una gran amistad aprendió a ser suplente , a aprovechar cada oportunidad. Se convirtió en la alternativa por su polivalencia, por su capacidad para adelantar su posición a la mediapunta para aprovechar su olfato de gol.
Puede que no fuera indiscutible como después de 300 partidos oficiales con el Arsenal pero protagonizó momentos fundamentales del equipo ibérico. Fábregas anotó el penalti definitivo de la tanda contra Italia que rompió el muro mental español de los cuartos de final y asistió a Iniesta en la jugada que propició el primer Mundial de los mediterráneos. De aquellos momentos guarda las botas que utilizó con briznas de hierba todavía en sus tacos para no olvidar que participó.
Pero al ambicioso Fábregas le falta lo más preciado: repetir el reinado que lideró en el Arsenal. En su retorno al Barcelona como hijo pródigo Guardiola le encontró un hueco en la delantera. Pep, que en su infancia le había firmado una camiseta con el lema «Algún día serás el 4 del Barça» , debió improvisar otro lugar para mantener a los que habían labrado el centro del campo del mejor Barça de la historia. Xavi, Busquets e Iniesta estaban en su camino, como ya le había ocurrido en la selección.
De ser titular cambió a suplente. En la Liga no saltó al campo en diez encuentros y en cinco fue suplente. Incluso el joven Thiago pareció adelantarle por la derecha. Porque para jugar en el Barça o en la selección española Cesc debía adaptar su estilo : juego al primer toque y mayor peso de la táctica frente a sus galopadas en el Arsenal como un caballo salvaje sin más límite que el césped.
En la Eurcopa de Ucrania y Polonia tendrá una nueva oportunidad debido a las ausencias y a la baja forma física de sus compañeros. Es el momento para subir un escalón y ocupar su deseado puesto en el trono. Francesc, aquel despistado hijo del albañil que salió de Arenys de Mar para conquistar Londres con instinto y ambición , repite su filosofía: «Nunca te rindas, la victoria está a la vuelta de la esquina, aunque a veces no lo parezca».
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