El cirujano holandés que salvó la carrera de Cristiano Ronaldo
«Aquí hay muy poco espacio para los errores», asegura Niek Van Dijk, especializado en operar los tobillos de las grandes estrellas del fútbol
![Niek van Dijk, en el centro con gorro de colores, en el quirófano](https://s3.abcstatics.com/media/deportes/2020/11/26/van-dijk-ksQE--1248x698@abc.jpg)
La culpa de la pasión de Niek Van Dijk la tienen la danza del vientre y Marco van Basten. La extraña relación entre las bailarinas orientales y el mítico exfutbolista radica en sus tobillos. Ellas tienen que soportar lesiones particularísimas en esa zona del ... cuerpo. Y los achaques del mítico delantero holandés desataron una curiosidad en Van Dijk que dura hasta hoy.
El hombre que ha salvado los tobillos de Van Basten , Cristiano Ronaldo y tantos otros nació en Ámsterdam hace 69 años, y allí sigue instalado, por más que la maleta siempre esté esperando en la puerta incluso en plena pandemia. Hablamos de uno de los cirujanos más prestigiosos del planeta, una eminencia cuando toca hablar del tobillo, la articulación a la que ha dedicado toda una vida . Por sus manos han pasado cientos y cientos de millones de euros. De pulir a un maltrecho Cristiano cuando su carrera despegaba en el Manchester United a dejar como nuevos a Marcelo , Pepe o Van Nistelrooy , la lista pesa lo suyo.
Él, un tipo cuya rutina antes de operar no va más allá del preceptivo lavado de manos a conciencia, y que además de atender pacientes por medio mundo ha tutelado 50 doctorados y publicado en torno a 300 artículos científicos, presume de tener el mejor trabajo del mundo: ayudar a que las personas se despidan de él más felices de lo que eran cuando le saludaron.
El axioma es extensible a casi cualquier médico. Así que lo que intriga aquí es por qué eligió el tobillo y no el corazón, los riñones o la cadera. Responde Van Dijk por videoconferencia desde la tranquilidad de su casa: «Todo empieza con una lesión de Marco van Basten. Fue en 1986 . Yo estaba trabajando como residente y lo vi por la televisión. Mi jefe lo iba a operar del tobillo izquierdo dos semanas después. Pero es que además se acababa de lesionar el derecho, así que pensé: “Perfecto, me fijaré en él cuando esté ayudando en la operación” . Al final sólo quiso tratarse el izquierdo, pero de ahí surgió buena parte de mi interés por los tobillos, hasta el punto de empezar a investigar, a publicar y a convertirme en un especialista», narra el cirujano.
Hecha una pena
Un año después, Marco Van Basten tuvo que pasar por quirófano por culpa de ese tobillo derecho, que fue el mismo que le obligó a retirarse una década después. «La articulación –agrega Van Dijk– estaba hecha una pena. Visitó doctores en Estados Unidos, España e Italia, y al final vino a verme a mí . Lo que él no sabía es que yo era un especialista por su culpa. Le dije que lo único que podíamos hacer era una fusión (artrodesis). Él estuvo de acuerdo. Todo salió bien, no pudo volver a jugar, pero sí practica el golf, el tenis… Está muy contento. Ahora solemos jugar al squash juntos, y de hecho casi siempre me gana».
La danza del vientre entra en este embrollo como el motivo por el que un profesor danés, amigo de su jefe durante su época de residente, le invitó a ver su trabajo con las bailarinas durante una visita a Ámsterdam. «Él era muy conservador , sabía que simplemente con el corte que implicaba la cirugía podía arruinar la movilidad de esos tobillos. En aquellos tiempos, en los ochenta, la artroscopia no estaba aún muy presente. Pensé en que sería fantástico poder operar así, sin apenas abrir el pie. Así que empecé a estudiar», completa.
De ahí salió un orfebre del bisturí, nada menos que el hombre en el que Cristiano Ronaldo confió cuando su tobillo dijo basta tras un pisotón del alemán Friedrich en el cruce de octavos de final de la Eurocopa de 2008. La lógica invita a pensar en que la noche previa a meterle mano a los tobillos de grandes estrellas como el portugués no es tan plácida como cualquier otra. Pero Van Dijk no lo siente así: serán los años. «Cuando era responsable del departamento de Ortopedia en el hospital universitario de Ámsterdam siempre había visitantes, residentes, doctores que querían ver para aprender. Ahí sentía presión , porque además de la responsabilidad que tienes con el paciente hay otra con quienes van a aplicar lo que están viendo. Es verdad que con los futbolistas suelen venir los doctores de su equipo. Pero para mí todo es igual. Hay que aprender a vivir con la presión de tener ojos sobre tu trabajo. Esa presión te la da un paciente, sea una superestrella o una persona normal que va a volver a su rutina».
Van Dijk sí recuerda un caso especial: «Estaba empezando en el hospital universitario , y tenía que operar a un futbolista muy famoso. Fui al hospital y les dije: «Veréis, aquí hay un jugador que vale cien millones, ¿cómo funciona el seguro del hospital si cometo un error?». Me miraron y me dijeron que el seguro tenía una cobertura por valor de dos millones y medio. Me recomendaron que lo hiciera lo mejor que pudiera. No sé si podría haberlos llevado a la bancarrota, pero sí que supe lo que era trabajar con un extra de presión».
Un escalón por encima
A diferencia de Van Basten, con Ronaldo no entabló una amistad que haya perdurado. No surgió, pero Van Dijk destapa una cara del exjugador del Real Madrid, actualmente en las filas de la Juventus, que apenas es conocida por los aficionados. «Es una persona muy especial. Es uno de los que más he visto preocuparse por su proceso de recuperación. Siempre está ocupado con su preparación. Pero lo que más me llamó la atención es cómo se preocupa por tí. No es habitual en los atletas profesionales, que de hecho, tienden a ser un poco egocéntricos. Pero él está un escalón por encima, mantiene la mente abierta para preocuparse por los demás». Con el portugués tuvo la deferencia de viajar a Mánchester para tutelar su vuelta al campo tras la operación. Allí vivió uno de los «dos o tres» contactos con entrenadores durante su carrera. Niega que ejerzan ningún tipo de presión cuando tiene a alguno de sus mejores activos en sus manos. «Cuando estaba analizando su tobillo antes del partido, sonó la puerta detrás de mí. Era Sir Alex Ferguson . Sólo dijo una cosa: “Quiero agradecerte todo lo que has hecho. Muchas gracias”. Y se fue».
No hay vías definidas para describir el camino que sigue el futbolista cuando busca un cirujano y termina confiando en Van Dijk. Algunos lo hacen a través de sus agentes, «personas importantísimas para los jugadores, que les protegen a ellos y a su entorno», explica. También llegan al quirófano del holandés por recomendaciones de los doctores del club, o a través de compañeros de vestuario, sobre todo en las selecciones nacionales. De los deportistas de élite guarda una opinión clarísima: sólo les preocupa el tiempo. «Son un grupo de pacientes muy interesante, porque están dispuestos a invertir muchísimo esfuerzo en su proceso de recuperación. La cirugía es muy importante, pero su trabajo en la rehabilitación también. Ahí es importante hallar un equilibrio entre esos plazos cortos que se exigen y no precipitarse», asegura el cirujano holandés, que está en la plantilla de la clínica española Ripoll y de Prado , centro de excelencia FIFA.
«Con pacientes normales –prosigue Van Dijk– te tomas más tiempo, tienes más preocupaciones y en la mayoría de los casos sabes que podrán volver a hacer deporte en una media de cuatro semanas, aunque lo suyo es pedirles seis, para tener un margen de seguridad sobre el que trabajar. Pero con los atletas de élite esto no existe, tienen carreras muy cortas y cada semana cuenta, así que en lugar de seis a veces hay que dejarles volver en tres y media. Yo asumo el riesgo, porque si sale mal me pedirán explicaciones , pero también ellos, porque son quienes lo quieren así. Con todo, son situaciones que me permiten aprender mucho», cuenta.
Lidiar con el fracaso
Con una oferta del Zenit recién descartada, acaba de aceptar la de la sección de baloncesto del Olympiakos, el primer club con el que colaborará en su carrera. Su prioridad sigue siendo viajar para atender a pacientes que realmente necesitan su ayuda. Presume de que en el 95 por ciento de los casos el resultado es un éxito . ¿Qué ocurre entonces cuando toca lidiar con el fracaso? «No hay ninguno que me perturbe. Si un paciente muere es algo que nunca se te olvida. En mi especialidad no es algo que pase mucho. Sí he tratado a gente que ha tenido accidentes de tráfico terribles, o una mujer que tenía 86 años, acababa de ser operada de la cadera y no pudo soportar otro paso por el quirófano. He sido afortunado de no tener que llevarme muchos problemas conmigo. Por suerte, aquí hay muy poco espacio para los erroes».
Lo que realmente perturba a este hombre con vitola de mago y una tranquilidad fuera de lo común no es el error, sino no poder ayudar, siquiera intentarlo. «Es terrible. Cuando un paciente no mejora siempre siento que es mi culpa , que he tenido un error durante el proceso. Siempre me siento mal. Quizá haya hecho algunos fallos, pero en la mayoría de los casos son cosas que se escapan a mi control, como una infección o una trombosis. También he tratado a muchos pacientes con cuatro o cinco operaciones, que venían a mí como su última esperanza, con altas expectativas, y ahí es muy difícil actuar. Las opciones de resolver mediante cirugía algo que el resto no pudieron solucionar son escasas. A veces pasa, pero no es lo habitual. Creo que lo más importante en mi trabajo es dar a los pacientes un diagnóstico adecuado que les permita tener una noción realista de qué pueden esperar, y eso significa rebajar las expectativas».
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