El desencuentro de Guardiola y Tito
Amigos de la adolescencia y compañeros de banquillo, su relación se enfrió cuando Pep dejó el Barcelona en 2012

«Han utilizado la enfermedad de Tito para hacerme daño y eso no lo olvidaré nunca». Pep Guardiola, ya vestido con el chándal del Bayern Múnich, explotó el pasado verano duramente contra la junta de Sandro Rosell, a quien acusó de no dejarle «tranquilo» durante su año sabático en Nueva York. Aguantó la bilis hasta que no pudo más y salió al paso de las informaciones que decían que no había visitado a Vilanova ni una vez mientras éste se recuperaba de su segunda recaída en la ciudad de los rascacielos o que desaconsejó a Neymar que fichara por el Barça.
«Es mentira que no le viera, y si no le vi más veces no fue por mi culpa. Justificar que no quiero que le vayan bien las cosas a alguien que ha sido mi compañero es de mal gusto y no lo esperaba», lamentó Guardiola. A los pocos días respondió la otra parte. Fue en la última comparecencia de Vilanova antes de la tercera recaída, la que significó el punto final a su breve estancia en el banquillo del Camp Nou. «En Nueva York nos vimos una vez en una visita de dos días, pero durante los dos meses de tratamiento, después de la operación, no nos vimos. Él es mi amigo, en aquel momento le necesité, pero consideró que no tenía que verme. Yo no hubiese actuado así», relató.
Dos palabras enfrentadas, dos versiones tristes a la luz del debate público. Más tarde, Guardiola y Vilanova se vieron en Barcelona, en una escapada del primero desde Múnich. Limaron asperezas, pero no recuperaron la fluidez que se rompió cuando en mayo de 2012 el segundo aceptó el reto de sentarse al frente de Messi, Xavi, Iniesta y compañía a instancias de Zubizarreta y Rosell, que querían garantizar la continuidad de un proyecto deportivo que en cuatro temporadas fue capaz de ganar nada menos que catorce de los diecinueve títulos que disputó. Vilanova, que ya había superado su primer asalto contra el cáncer, se sintió fuerte para cumplir un sueño: «Cuando te ofrecen entrenar al Barça y eres culé, no puedes decir que no».
Sin embargo, aquella decisión enrareció su relación con Guardiola. Públicamente, el ahora técnico del Bayern siempre bendijo la decisión del club de entregarle el banquillo a Vilanova, pero la realidad dejó un poso de decepción del amigo que no esperaba quedarse solo en la preparación de su nueva aventura deportiva. Tito, ilusionado, decidió emprender el camino por su cuenta, reforzado por el presente, por la tregua que su salud le estaba dando. Se separó de Pep, quien en 2007 lo reclutó para sacar al Barça B de la Tercera división. La aventura terminó con un rédito histórico. Seguro que ninguno de los dos lo imaginó cuando hace casi tres décadas se conocieron en La Masía, dentro del entrañable contexto de la pandilla Els Golafres (Los Glotones).
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