balonmano
La España más gris queda eliminada del Europeo a las primeras de cambio
La selección empata ante Austria (33-33) en un partido en el que todo salió mal
Resultados y clasificación del Europeo de balonmano

El Europeo mostró su cara más hostil ante España y esta no supo devolverle el golpe. La selección, campeona continental en 2018, 2020 y subcampeona en 2022, fue eliminada tras empatar ante Austria tras un durísimo partido en el que tuvo que hacer frente a la expulsión de Álex Dujshebaev, a la lesión de Casado y, sobre todo, al gran juego rival. No consiguió recuperar la defensa que la hizo ser gigante y, tras un final muy apretado, sucumbió en Mannheim, una ciudad que ya pertenece a la lista de ciudades malditas del imaginario deportivo español.
Se orquestaban los austriacos bajo la sombra del pivote Tobias Wagner, una mole de 198 centímetros y 125 kilos que condicionaba todas las defensas españolas. En el cuerpo a cuerpo era imparable y, si llegaban las ayudas, los huecos para sus compañeros eran de lo más jugosos. La selección mostraba un aura defensiva similar a la que presentó ante Croacia, algo liviana, espaciosa, pero el ataque sí era de lo más competente, en parte gracias a los vuelos de Aleix Gómez, una daga con muy malas intenciones el catalán.
Lo más esperanzador es que los huecos aparecían, no sufría en lo mental la selección a la hora de abatir al guardameta Mostl. Cañellas, que siempre dota al equipo de pausa asesina, esa que solo se adquiere al luchar en mil batallas, involucró incluso a los extremos y España coqueteaba con el abordaje en cada posesión. Pero Wagner, que en otra época hubiese sido gladiador, caudillo bárbaro o cantero, siempre daba algún argumento a los suyos para mandar en el electrónico.
Pedía Ribera que cesasen las protestas a los árbitros. Razones tenía el técnico, pues algunos despistes defensivos eran sonrojantes, fusilado Pérez de Vargas en soledad. Mientras, los austriacos se ponían de lo más opresivos, sin miedo a hacer una falta contundente si España sacaba alguna ventaja. Un guion que la selección, como un escritor omnisciente, consiguió cambiar en el ocaso de la primera parte.
Cuatro robos consecutivos y varias defensas exitosas lanzaron a la selección, que por primera vez en la noche igualó el marcador. Muy buenas sensaciones enfriadas, y de lo lindo, después de que Álex Dujshebaev, uno de los líderes del grupo, viese la tarjeta roja cuando su brazo derecho impactó sobre Herburger en una penetración. Sonó la bocina y España, tras unos segundos finales muy poco amables (el palo y una parada evitaron dos tantos de Aleix Gómez), perdía de dos.
Como salvador se erigió Tarrafeta, invisible entre líneas, magnífico sin balón, para evidenciar, con solo 25 años, unos huecos que hasta ahora parecían invisibles en la defensa rival. Y al fin, tras un partido durísimo, Dani Dujshebaev, con un misil frontal, dio la primera ventaja del duelo a la selección. Una acción que partió la pizarra de la estrategia y convirtió el partido en un combate vertiginoso, repleto de golpes durísimos y carente de tiempo para reponerse.
Cavadas dos tumbas, solo quedaba saber quién esquivaría la eliminación. Pérez de Vargas se erigía como una estatua ancha y móvil, maravillosa su determinación bajo palos, mientras que Tarrafeta y Casado convertían el ataque español en un animal mucho más vistoso, preciso y variado. Y, como siempre en este Europeo, cuando España amagaba con sonreír, otro puñetazo fue directo a su mandíbula. Casado, otros de los hombres importantes de Ribera, tuvo que retirarse tras torcerse el tobillo derecho en un encontronazo.
En Mannheim todo estaba en contra, era más que evidente. Los disparos austriacos superaban los 125 kilómetros por hora, la grada era de lo más hostil y los palos, enemigos. El equipo español comenzó a ser invadido por la desesperación pese a que la diferencia era mínima. Solo una buena defensa podía cambiar las tornas, porque los rivales no pensaban aflojar ni lo más mínimo. Y de la nada, dos genialidades bajo palos de Sergey Hernández y un tanto a la contra de Dani Fernández le dieron una última oportunidad al combinado nacional.
Solo valía la victoria para seguir vivo en el Europeo y cuatro segundos era el margen que presentaba el terrible escenario. Se sacó de banda y se rezó a la diosa fortuna con un tiro de Garciandia desde la frontal, pero el balón ni rozó el larguero. Los austriacos enloquecieron, clasificados para la segunda fase, pero España se derrumbaba tras más de una década en lo más alto del balonmano.
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