AUTomovilismo
¿Quién dijo gafe? La buena suerte de Carlos Sainz hizo llorar a Delecour
El baúl de los deportes
El piloto español, bicampeón mundial, ganó por primera vez el mítico Rally de Montecarlo en enero de 1991
El futbolista de la Real Sociedad al que ETA asesinó de un tiro en la nuca
![Carlos Sainz y Luis Moya celebra su triunfo en el Rally de Montecarlo 1991](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2023/01/26/CarlosSainz-RmHNMfExe3iStmhTTvmp1xH-1200x840@abc.jpg)
La suerte es como un coche, va y viene a toda velocidad. En la vida y en las carreras. Nadie lo sabe mejor que Carlos Sainz Cenamor (Madrid, 12 de abril de 1962), de ahí que haga oídos sordos a las ignorantes voces que, ... de cuando en cuando, le tildan de gafe. Y eso que podría responder una y mil veces con argumentos tan numerosos como irrefutables. Porque, entre otros logros, es bicampeón del Mundial de Rallies (1990 y 1992), tres veces ganador del Rally Dakar (2010, 2018 y 2020) o Premio Princesa de Asturias (2020). Desde luego, no le ha ido nada mal en su desempeño deportivo.
Capítulo especial entre sus éxitos merece el primer triunfo en el Rally de Montecarlo. Por su significado y por la forma en que se produjo. El 30 de enero de 1991 quedará para siempre en el calendario como la fecha en la que un piloto español -y una marca de automóviles japonesa (Toyota)- subieron por vez primera a lo más alto del podio de la mítica prueba que abre cada año el Mundial de Rallies.
Titulada «Carlos Sainz adorna su título mundial con un triunfo en el mítico Rally de Montecarlo», la crónica publicada en ABC el 31 de enero de hace 32 años empieza así: «Carlos Sainz y Luis Moya ganaron el Rally de Montecarlo, la prueba que abre la temporada y la más prestigiosa del Campeonato del Mundo. De este modo, el piloto madrileño ha confirmado su dominio, que el pasado año le llevó a la conquista del título, nunca logrado hasta entonces en la historia del deporte español».
Sainz y Luis Rodríguez Moya (La Coruña, 23 de septiembre de 1960), su copiloto, arrancaban el nuevo Mundial de la mejor manera posible, con el título de 1990 aún caliente en el maletero. Y con semejante impulso anímico abordaron un rally histórico y más que deseado por todos los pilotos. Curvas, contracurvas, hielo, nieve... Y todo eso a la vez en el inigualable y oscuro tramo nocturno del Col de Turini, solo iluminado por los faros de los coches y las hogueras encendidas por los espectadores para sobrellevar las gélidas madrugadas.
Tres victorias
En el episodio de 'Conexión Vintage' –programa de Televisión Española- sobre Carlos Sainz dedican un capítulo especial al Rally de Montecarlo, donde el español ha ganado tres veces (1991, 1995 y 1998) y se ha subido al podio en ocho ocasiones. Juanjo Lacalle, excopiloto y exmanager de Sainz, cuenta que ambos habían ido a ver esta famosa prueba con 19 añitos. «Estábamos en el Turini con la boca abierta viendo pasar los coches y luego fue él quien ganó ese rally tan mítico y tan difícil».
A bordo de su recordado Toyota Celica GT-4, Sainz y Moya partían como grandes favoritos junto a la pareja gala Auriol-Ocelli, ocupantes de otro auto inolvidable, el Lancia Delta Integrale 16V. Sin embargo, el desarrollo de la prueba deparó un desenlace inesperado. Gozoso para los españoles y triste para François Delecour, piloto francés que a falta de dos tramos era el sorprendente líder con 16 segundos de ventaja sobre el español. Sainz, viendo el inalcanzable ritmo del Ford Sierra RS Cosworth del galo, quiso asegurar la segunda plaza. Levantó el pie del acelerador y decidió arriesgar lo justo.
Pero de pronto, la suspensión trasera del Ford se rompió. Delecour quiso seguir tirando y al llegar a una zona de asfalto helado perdió el control, chocó levemente y el golpe le provocó un pinchazo. Los percances le costaron más de cinco minutos de retraso. El francés, que acariciaba su primer triunfo del Mundial en el rally más especial y al lado de casa, salió del coche y, entre los gritos de ánimo de los aficionados, se derrumbó. Se apoyó en el techo del vehículo y lloró amargamente antes de volver a subirse y completar los últimos kilómetros. Su copiloto, Anne Chantal Pauwels, tampoco podía contener un desconsolado llanto.
Finalmente, se subieron al tercer cajón del podio tras el italiano Massimo Biasion (Lancia), que también les había adelantado. Tras acabar, Sainz esperaba en la meta creyéndose segundo. Pero Delecour no aparecía, así que cuando vio entrar a Biasion comprendió que esta vez la fortuna le había dado lo que en otras ocasiones le quitó y le quitaría.
«Ya no contaba con poder ganar», reconoció entonces el madrileño, aunque recordó que en 1990 fue él quien tuvo que despedirse del triunfo final en la última noche de la prueba monegasca. «He tenido la suerte de mi parte esta vez, pero para aprovecharla había que estar ahí y durante toda la carrera hemos luchado por una victoria que nunca es fácil de conseguir. Un éxito en Montecarlo es, quizás, el más importante del año, y por ello estoy muy contento. Hemos dado todo lo que teníamos, pero Delecour demostró ser más veloz. Sin embargo, no hay que olvidar que en una carrera como esta siempre se puede producir una sorpresa. Ganar aquí es la mejor manera posible de empezar la temporada. Para Luis y para mí es una gran satisfacción«.
El contrapunto lo puso un afligido Delecour: «No tengo palabras para expresar lo que ha pasado. Tal injusticia no es posible, y todo por una maldita curva«. Y a renglón seguido el piloto francés, todo caballerosidad, elogió el triunfo de Carlos Sainz: »Es el modelo ideal. Muy consistente y seguro, comete el mínimo de errores. Ha trabajado de forma muy inteligente desde hace tres años y por eso ha ganado el título mundial y esta carrera«.
«El de Montecarlo es un rally que siempre me ha gustado mucho. Es muy especial y siempre lo quieres ganar. En 1991 pensé que había acabado segundo y de repente empezaron a gritarme: '¡Que has ganado, que has ganado!'», rememora Sainz en 'Conexión Vintage'. E ironiza: «Qué mala suerte tuve, ¿no? A veces la gente solo se acuerda de la mala suerte«.
Para mala suerte, con un toque anecdótico, la de Chus Puras, piloto español que también participaba en aquel Rally de Montecarlo de 1991 y tuvo que retirarse tras sufrir un accidente con el Mazda 323 GT-X. Según explicó el propio Puras, su copiloto, José Arrarte, tenía apuntado en el cuaderno un poste de luz como referencia de frenada en una curva. Cuando pasó por allí durante la disputa del tramo habían quitado el poste, así que esperando a ver el desaparecido palo no frenó a tiempo y se salió de la pista.
Las notas robadas del Mil Lagos
Y más fortuna adversa. La de los propios Sainz y Moya en agosto de 1990, después de lograr otro hito histórico: ganar el Rally de Finlandia, algo que nunca antes había hecho un piloto no nacido en un país nórdico. A su regreso a España y mientras celebraban y atendían a los periodistas en el aeropuerto de Barajas, alguien le quitó una bolsa de mano a Luis Moya. En ella llevaba dinero, tarjetas de crédito, su pasaporte y los cuadernos con las valiosas notas que le iba cantando a Sainz en los difíciles tramos finlandeses.
Cuando supo del robo, el copiloto gallego, desesperado, lanzó varios mensajes públicos al ladrón: «Es una de las mayores desgracias que me podían suceder. Que disfrute mucho de todo el dinero que había en la cartera, que era el del premio por ganar en Finlandia. Y mi pasaporte se lo puede quedar porque ya me he hecho uno nuevo, pero por favor es importantísimo que nos devuelva esas notas porque en ellas está el trabajo de tres años. A Carlos y a mí nos importaría mucho menos si fuesen las notas del Rally Acrópolis o de Portugal porque estas son más fáciles de hacer y se puede entrenar más deprisa, pero el Mil Lagos es especial, yo corrijo y hago anotaciones durante el rally de las cuales nunca me podré acordar en la vida. Son tres años y nueve libretas de mucho trabajo que a nadie que no seamos Carlos o yo le van a servir. No me importaría nada que tuviese el detalle de devolverlo, dejarlo en una papelera y llamar donde sea diciendo dónde está. Para nosotros valen mucho. Es vital recuperar ese material, pues de lo contrario el próximo año, cuando vayamos a Finlandia, tendremos que empezar el trabajo desde cero«.
Aquellos cuadernos no aparecieron y, en efecto, el Rally de Finlandia de 1991 fue el principio del adiós al título mundial. Sin las preciadas notas, Sainz y Moya se vieron perdidos. Líderes destacados del campeonato hasta entonces, acabaron cuartos en los lagos nórdicos, no volvieron a ganar ninguna prueba en todo el año y fueron subcampeones, con siete puntos menos que el finés Juha Kankkunen.
Sainz no venció nunca más en el Mil Lagos –en varias ediciones ni siquiera participó-, pero en 1992 se proclamó de nuevo campeón del mundo. Las alegrías y las penas, como la suerte, van y vienen.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete