El Baúl de los deportes
Tragedia en la 'carretera de la muerte': un camión arrolló a Antonio Martín, gran promesa del ciclismo español
El joven corredor madrileño murió hace 30 años cuando se entrenaba cerca de su casa
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Construcciones medievales, barrocas y góticas adornan el bello casco urbano de Torrelaguna, municipio madrileño ubicado 60 kilómetros al norte de la capital en el cual se ruedan cada año cientos de anuncios, películas y series. Sus habitantes, habituados a convivir con dramas de ficción, ... nunca sospecharon que sufrirían una tragedia real como la que hace 30 años segó la vida de un popular y muy querido vecino: Antonio Martín Velasco.
Así, el 11 de febrero de 1994, el ciclismo, por enésima vez, se tiñó de luto: «Antonio Martín, la gran promesa del ciclismo español, muere arrollado en la carretera. Caprichos del destino. Antonio Martín encontró la muerte en una carretera inaugurada hace apenas un mes. El tramo por el que circulaba el corredor, la nacional 320 a la altura del kilómetro 338,6, había sido construido recientemente a consecuencia del lamentable estado en el que se hallaba la vía. Martín había salido a entrenarse como cada día por los alrededores de Torrelaguna… Como casi siempre, había partido en compañía de Ángel Luis Robledillo, un ciclista aficionado que vive en Alalpardo. Después de realizar cien kilómetros por los parajes de la sierra norte madrileña, ambos regresaban a Torrelaguna. Eran las dos y media de la tarde».
«A cinco kilómetros del pueblo, Martín y Robledillo tomaron la curva maldita. Se toparon de bruces con la tragedia. Una camioneta de tamaño medio se salió ligeramente de la calzada y el destino quiso que el espejo retrovisor del vehículo impactase contra la nuca de Antonio Martín. El ciclista perdió el equilibrio y se golpeó la cabeza con la barrera de protección de la carretera. La muerte le sobrevino en el acto. El cuerpo de Martín fue trasladado rápidamente en ambulancia al Instituto Anatómico Forense, y el conductor del vehículo, fue requerido inmediatamente por la Guardia Civil de Tráfico para prestar declaración en Buitrago. Una vez cumplido el preceptivo trámite, fue puesto en libertad».
«La noticia sumió a Torrelaguna en la incredulidad primero; la consternación, después; y el llanto unánime, como punto y final. La familia de Antonio –sus padres y sus dos hermanos–, así como su novia, Gema, a la que estaba unido sentimentalmente desde hacía ocho años, recibieron el mazazo hacia las tres de tarde. Del hogar familiar, un pequeño chalé en las afueras del pueblo, nadie se movió. Los padres de Martín no tuvieron ánimos ni fuerzas para acercarse hasta Madrid, donde habla sido trasladado el cadáver de su hijo».
Imprudencia temeraria
Si todas las carreteras entrañan peligro cuando circulas en bicicleta, la N-320 es especialmente problemática para todos los vehículos. El tramo madrileño de esta vía secundaria que discurre por las provincias de Cuenca, Guadalajara y Madrid figura anualmente en la lista de los más peligrosos de España atendiendo al número de accidentes y víctimas que se producen en él. De ahí que sea conocida como 'carretera de la muerte'. La velocidad excesiva y la abundancia de cruces a lo largo de su recorrido son factores principales en tan luctuosa estadística.
El conductor del camión, un joven de 22 años, fue juzgado por lo penal y condenado a seis meses de arresto mayor y un año de retirada de carnet. Recurrió la sentencia alegando que padecía trastornos psiquiátricos, y le rebajaron la pena.
«Esto es lo peor que le podía suceder a este pueblo, ni un terremoto»
Vecino de Torrelaguna
ABC (13-2-1994)
El diario 'As' habló con Miguel Ángel García Lozano, abogado que defendió el caso del ciclista de Torrelaguna: «El accidente de Martín Velasco sí fue un caso claro de imprudencia temeraria, 'porque luego se demostró que se había intentado manipular el tacógrafo del camión, que probaba que circulaba a una velocidad de 120 kilómetros por hora, en una calzada limitada a 70'».
Un vistazo a la hemeroteca permite calibrar con perspectiva la enorme importancia y responsabilidad que había adquirido la figura de Antonio Martín en el panorama deportivo español de la época. Existía una firme y poco habitual unanimidad sobre su progresión y su futuro. Con 23 años (nació el 24 de mayo de 1970), era considerado el sucesor de Miguel Induráin. Palabras mayores corroboradas en los periódicos –deportivos y generales– con el despliegue de portadas y páginas publicadas tras su trágica muerte.
Así resumió 'El Mundo Deportivo' la trayectoria deportiva del ciclista madrileño: «En los dos años de profesional en el ciclismo ya acumulaba un palmarés que permitía vislumbrar un futuro muy prometedor. Siempre en Amaya, en el 92 ganó la 'Hucha de Oro' tras hacer segundo en la Vuelta a Murcia, Villafranca de Ordizia y Vuelta a La Rioja. Ese mismo año acabó tercero en la Volta a Catalunya tras romper la carrera subiendo Vailter, donde se impuso Rominger y el madrileño fue segundo. El año pasado (1993) obtuvo otra victoria, también en alta montaña. Fue en Pla de Beret, etapa reina de la Volta, carrera en la que volvió a quedar tercero. Debutó en el Tour y ganó la clasificación de jóvenes al acabar duodécimo de la ronda gala. Además, fue segundo en el Trofeo Castilla León y en la Vuelta a los Puertos por detrás de Induráin, para quien debía trabajar esta temporada».
Compañero de Induráin y Delgado
En efecto, el todopoderoso equipo Banesto acababa de absorber al Amaya, su club de toda la vida, así que Martín compartía maillot con Miguel Induráin y Pedro Delgado, dos leyendas del deporte español. Ambos fueron portavoces destacados de la conmoción y tristeza que embargaron al ciclismo nacional tras el fatal atropello.
«Era una persona callada, un tanto reservada, pero con un gran corazón. Martín tenía un gran futuro por delante, se ha truncado una vida deportiva»
Miguel Induráin
Ciclista de Banesto (1994)
«Con Martín desaparece el sucesor inmediato de Induráin –aseveró Perico–. Para el equipo va a ser un vacío importante, sobre todo en el futuro, ya que tanto a él como a Mikel Zarrabeitia se les había fichado para un plazo muy largo. Teníamos la amistad típica de compañeros, aunque se había incrementado más este año, por el hecho de estar en el mismo equipo y de entrenar juntos».
Induráin, por su parte, manifestó: «Noticias como esta son muy descorazonadoras porque el ir a entrenar se está convirtiendo en algo cada vez más peligroso y los imprevistos llegan cuando menos te lo esperas. Nunca se puede saber cuándo y dónde te va a llegar el final. Mi relación con él no había sido mucha, pues en la carretera apenas habíamos tenido trato. Mi mayor convivencia fue durante la concentración en Almería y en la Vuelta a Mallorca, y la impresión que saqué de esos dos encuentros no pudo ser mejor. Era una persona callada, un tanto reservada, pero con un gran corazón. Martín tenía un gran futuro por delante, se ha truncado una vida deportiva. El ciclismo pierde a una gran promesa y su muerte es una gran pena para todo el deporte español. Hay gente del equipo que le querían mucho y están destrozados».
«Los periodistas estáis aburridos de escribir sobre Induráin y habéis magnificado mi trayectoria, pero yo no soy vanidoso y prefiero no creérmelo»
Antonio Martín
Ciclista de Banesto (1994)
Ese doble sentimiento de cariño y dolor quedó patente durante el entierro de Antonio, el 12 de febrero en su pueblo. Las crónicas de lo vivido aquel sábado de hace 30 años en la iglesia de Santa María de Magdalena de Torrelaguna son desgarradoras.
«Un respetuoso y angustioso silencio al que precedió una estruendosa ovación fue el momento de máxima expresión de rabia –se lee en ABC–. Los dos mil quinientos habitantes de la localidad se duplicaron para despedir a Antonio Martín. Vecinos de pueblos próximos, clubes ciclistas aficionados y numerosos seguidores del ciclismo se dieron cita en Torrelaguna para acompañar a la familia del fallecido deportista... El féretro estaba rodeado por decenas de coronas de flores, cuyo número se multiplicaba sin cesar. En el pueblo las banderas estaban a media asta y la jornada se había declarado día de luto oficial».
«Una de las personas más afectadas fue su director deportivo, Javier Mínguez… José Miguel Echávarri, el máximo responsable técnico del Banesto, llegó desde Italia. Por el camino recogió a José Luis López Cerrón, uno de los directores del equipo, que se encontraba en Francia. Asimismo, acudió Víctor Cordero, presidente de la Asociación de Grupos Deportivos. Con ellos aparecieron todos los componentes del equipo Banesto, que se retiró el viernes de la Vuelta a Andalucía: Unzué, el director, Induráin, Delgado, Prudencio, Gorospe, Arrieta, Uriarte, Mauri, De Santos, Garmendia o Zarrabeitia. También acudieron otros compañeros de fatigas en la carretera: Chozas, Antequera, Ambite, Juan Carlos Martín, Santos Hernández, Anguita, Navarro o Quevedo, entre otros».
«La relación de personajes que desfiló por la estancia fue innumerable. Hubo representantes de otros grupos deportivos españoles, el presidente de la Federación de Ciclismo, Juan Serra, el presidente de la Asociación de Corredores, José María Caroz, y diversas autoridades del deporte nacional y autonómico, encabezadas por Manuel Fonseca, director general de Deportes del CSD. 'Esto es lo peor que le podía suceder a este pueblo, ni un terremoto', decía un amigo de Antonio Martín, abatido por el llanto. Las muestras de apoyo a la familia fueron incesantes. Antonio Martín iba a ser el padrino de un recién nacido en la localidad».
Así lo contó 'El País': «Toda la noche y toda la mañana la iglesia de Torrelaguna fue un peregrinar de personas. Junto al altar mayor del templo gótico isabelino, el féretro del ciclista muerto permanentemente rodeado por sus padres y tíos llorando casi siempre, y estallando en sollozos cuando alguien se acercaba a dar el pésame. La madre de Antonio, Carmen, estaba como ausente, no paraba de hablar como si ella fuera Antonio Martín dando las respuestas que él daría. Gema, la novia con la que Antonio salía desde hacía nueve años, vagaba como aIma en pena, del féretro a una pequeña recamara, mantenida caliente con estufas de butano, al lado del altar. Un médico le había dado sedantes para que se durmiera y olvidara durante unas horas. Pero ella se aferraba los recuerdos y se negaba a rendirse. Buscaba consuelo en cualquier hombro».
«A las cinco de la tarde estaba dada la hora del funeral. El párroco del pueblo, Juanjo, un hombre cercano a los 50, se preparaba para el rito. Una hora antes la iglesia ya estaba llena. Y cuando a las 16.30 las campanas entonaron por primera vez el toque mortuorio ni un alfiler cabía a en la plaza».
«El equipo Banesto, el conjunto en el que Antonio Martín sólo había podido correr tres etapas de la Vuelta a Mallorca, llegó poco antes de las 16.20... Al cortejo del Banesto le abrieron un pasillo y le llevaron a los bancos reservados para todos ellos en la iglesia. Los aficionados se acercaron para verles de cerca, para admirar el porte de Miguel Induráin, de José Luis de Santos, de Julián Gorospe y compañía. Nadie pidió un autógrafo. Sólo un aficionado de la localidad asturiana de Pola de Lena enseñaba su carné de identidad a los periodistas para que certificaran que él había ido allí, había estado en el entierro de Antonio Martín».
«Y poco después, poco antes de las seis de la tarde, todos se descubrieron en silencio, bajaron la mirada y se dispusieron a seguir la procesión fúnebre. Los bares cerraron sus puertas, apagaron luces y máquinas tragaperras a su paso. Antonio Martín iba a reposar eternamente en el cementerio de Torrelaguna, no muy lejos de donde hace diez años fue enterrado el boxeador Paulino Uzcudun».
«Cultura, educación y respeto»
Al día siguiente, domingo (13 de febrero), «varios centenares de ciclistas de toda la Comunidad de Madrid participaron en una marcha para pedir protección en las carreteras, demandar carriles-bici y en homenaje al corredor Antonio Martín… Salieron a las diez de la mañana desde la plaza de Castilla y se encaminaron por la carretera de Burgos (N-l) hasta Torrelaguna, donde ofrecieron unos ramos de flores a los familiares del malogrado ciclista. Tras el acto, los corredores regresaron en un silencioso pelotón».
«A los socios de la Unión Ciclista de Alcobendas, convocante de la marcha, se unieron también, los integrantes de clubes de Fuencarral, San Sebastián de los Reyes, Colmenar Viejo y Chamartín. El portavoz del club organizador, José Ángel Garrido, manifestó que 'nos parece muy triste la muerte de Antonio Martín, que pone de relieve la necesidad de adoptar medidas para evitar estos hechos tan repetidos. Todos los domingos salimos a jugarnos la vida y no se hace nada, cuando es un problema de cultura, educación y respeto. Los conductores de los coches juegan con nosotros, y es habitual que te adelante un vehículo a 130 kilómetros por hora y a 30 centímetros de tu cuerpo'. La muerte de Martín ha sido el detonante de una protesta que venía fraguándose desde hace meses. Y es que, según los organizadores de esta marcha, en el último año, más de medio centenar de ciclistas aficionados han perdido la vida en accidentes de tráfico en la Comunidad madrileña».
Antonio Martín Velasco se fue antes de llegar. Porque apuntaba alto, muy alto. O, mejor dicho, muchos le señalaban, casi le exigían, alcanzar la cima. Él, un sencillo chaval de pueblo, se lo tomaba con sosiego, humildad y bonhomía: «Los periodistas habéis magnificado mi trayectoria. Estáis aburridos de escribir sobre Induráin y os ha venido muy bien mi actuación en el Tour. Habéis hecho grande la cosa, pero yo no soy vanidoso y prefiero no creérmelo. Se puede ser un buen ciclista ejerciendo de gregario».
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