Pello Bilbao: el todoterreno que acabó con la sequía española en el Tour de Francia

La primera semana de competición escaló los Pirineos, murió en ese puerto de culto llamado Pui de Dome y, lejos del protagonismo que evidenció la pelea a machetazos entre Vingegaard y Pogacar por la licra amarilla, o el reseñable papel del joven Carlos Rodríguez al mando del gigante Ineos, fuera de la proyección de los focos, Bilbao vivía paciente en un segundo plano. Tiene 33 años y nunca había alzado los puños al viento en la carrera más grande del mundo; tranquilo, estaba dispuesto a esperar un poco más.

Su desempeño en la alta montaña le acercó a los diez primeros de la general, aunque, por supuesto, su rendimiento continuo, ascendente, no sorprendió a ningún hombre del pelotón. En su pasado reside un noveno puesto en Francia (2021) y dos quintos en el Giro (2020 y 2022), porque, pese a trabajar a menudo para Mikel Landa, este polivalente ciclista que se construyó a sí mismo con el paso de los años rinde tanto de líder como de gregario. Igualmente, el hasta ahora gris Tour de su compañero Landa no cambió el plan de un vizcaíno cuya única meta en la ronda gala residía en regalar un triunfo parcial a la memoria de su amigo Mader, ese chico que perdió la vida en una curva del pasado Tour de Suiza.

Pello superó el mal trago de las etapas vascas, recuperó el hambre y vio en el día después a la jornada de descanso la oportunidad idónea para trascender. La etapa en los repechos volcánicos del Macizo Central, la décima de esta edición, se ajustaba a sus características como guante en mano. Era una ocasión preciosa, una posibilidad que Bilbao no desperdició: con una exhibición de fuerza y mesura, donde cerró cada hueco en la escapada antes de conducir a sus rivales a una encerrona fatal al esprint, el del Bahrein ganó con suficiencia en Issoire. España respira desde entonces aliviada: cinco años después de la victoria de Omar Fraile en Mende y 100 etapas de letargo en el lugar más relevante de la historia del ciclismo, Bilbao devolvió la ilusión al ciclismo patrio.

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El suyo fue un triunfo inteligente que eleva a la categoría de imperecedera a una carrera cocinada a fuego lento. Criado en la Sociedad Ciclista Gernikesa, Pello pasó por el amateur Naturgas antes de ser fichado por el Orbea en 2010, filial de un Euskaltel Euskadi con el que subió al circuito UCI en ese mismo año. Desde entonces, en un largo ejercicio de crecimiento técnico y físico, en pleno apogeo intelectual, Bilbao vive en la treintena el mejor momento de su ya larga carrera. Son dos victorias en el Giro, una en el Tour, un campeonato de España en contrarreloj y un total de 17 triunfos profesionales; un palmarés que, con tal nivel en las últimas temporadas, tiende a ser engordado.

Pocas horas habían pasado desde que Bilbao subiera a lo más alto del podio en Issoire cuando el Bahrein Victorius confirmó su renovación hasta 2026. El ciclista que pisó el ciclismo profesional en el Euskaltel, que creció en el Caja Rural y maduró en el Astana, continuará ligado al equipo en el que más feliz fue. «Me siento parte de esta familia. Estoy en un lugar donde recibo todo el apoyo tanto de mis compañeros como del cuerpo técnico y espero contribuir a los éxitos futuros del equipo», contó, feliz, el corredor español.