dopaje
Las autoridades antidopaje sospechan que el médico de Armstrong ha vuelto al pelotón
Michele Ferrari, de 71 años, está suspendido de por vida en EE.UU. e Italia y con una condena penal de 18 meses
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De las tinieblas asoma un mito que se creía en jubilación dorada, 71 años, millonario, rimbombante caserío en Ferrara (Italia), a unos kilómetros de las serenas playas en la costa del Adriático... Una celebridad en los submundos del dopaje, del que cuesta encontrar una ... fotografía decente porque no se ha dejado ver ni retratar en cuarenta años de ejercicio al margen de la legalidad.
Es Michele Ferrari, el médico de Lance Armstrong. Fuentes del antidopaje español sospechan que el doctor italiano ha regresado al ciclismo y por extensión al deporte para, en la sombra, como siempre, instruir a sus clientes en planes de dopaje. Todo de palabra, nada por escrito.
Las últimas noticias de Michele Ferrari se remontan a siete años atrás. Fue condenado a 18 meses de cárcel por un tribunal italiano por dopar al atleta de biatlón Daniel Taschler. Esto le ocasionó su primera sanción penal tras más de veinte años de acusaciones.
En las escuchas policiales, el dichoso doctor informa a Taschler sobre cómo conseguir y usar de forma eficaz la eritropoyetina (EPO), la sustancia que revolucionó el deporte en los años 90 y de la que Ferrari aseguró que no era más peligrosa «que un zumo de naranja». El padre del biatleta, Gottlieb Taschler, vicepresidente de la federación internacional, había sido el inductor del dopaje de su hijo. Él le presentó a Ferrari.
Pese al vértigo de una vida en el alambre, consumida entre el riesgo, el rastro de la policía y las sentencias judiciales, Ferrari lleva más de cuarenta años en activo. Su aterrizaje en el ciclismo fue a lo grande, en el intento de Francesco Moser de superar el récord de la hora de Eddy Merckx, 1984.
Conocido en los ámbitos ciclistas como 'el mito' por la solvencia de sus combinaciones químicas con los resultados de sus clientes, Michele Ferrari recibía a sus deportistas en una autocaravana. En esa atmósfera de privacidad, convencía a los ciclistas de que la clave era el peso combinado con el dopaje.
En su libro 'Ganar a cualquier precio', el norteamericano Tyler Hamilton relató: «Me explicó que el mejor cálculo del rendimiento estaba en los vatios por kilogramo: la cantidad de energía que produces dividida por tu peso. Decía que la cifra mágica era 6,7 vatios por kilo, porque eso era lo que hacía falta para ganar el Tour».
Solo un nombre aparecía casi tantas veces como el de Lance Armstrong en el sumario de mil folios que la Agencia Americana Antidopaje (Usada) envió a la Unión Ciclista Internacional (UCI) y que supuso el epitafio del siete veces ganador del Tour: Michele Ferrari, guía espiritual a quien se le ha reconocido durante años una autoridad intelectual en el pelotón. Alguien superior a la media.
Armstrong, tan chistoso él, le llamaba 'Schumi' por el campeón de Fórmula 1 que conducía un Ferrari. Una licencia retórica que tenía que ver con un chascarrillo eterno en el ciclismo: «Pase lo que pase, aquí siempre gana un Ferrari».
El demoledor informe de la Usada, que empezó por la confesión rabiosa de un arrepentido (Floyd Landis, ganador del Tour 2006 desposeído por un positivo de testosterona), terminó con la reputación de Armstrong, siete Tours sin dueño, su mundo millonario de patrocinadores (Trek, Nike, la Fundación), pero no con la obra de Michele Ferrari. El médico cobraba un importante porcentaje a sus ciclistas clientes: millones a Armstrong, miles de euros a sus compañeros y a tantos rivales de otros equipos.
Y sus consejos. Retirarse de las carreras si habían consumido alguna sustancia prohibida recientemente, tomar solución salina antes de un control matutino o inyectarse EPO en microdosis en horario nocturno porque su presencia se elimina a las doce horas. Suspendido de por vida en EE.UU. e Italia, con una condena penal de 18 meses, el chamán se resiste a retirarse.
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