Ciclismo
Lance Armstrong sigue haciendo enemigos
Después de pelearse con Contador, Landis, Simeoni y otros muchos, añade a su lista a Carlos Sastre
En la pantalla de ESPN asoma la versión amable de Lance Armstrong, su sentido comercial que le valió contratos millonarios con Nike, Trek o Us Postal. Es el ciclista más apestado en la historia de un deporte corroído por el dopaje. Lo perdió todo, los ... patrocinadores, los siete Tours consecutivos que dejaron un agujero invisible en el palmarés, el dinero que ganó y, sobre todo, la reputación. El ídolo sin crédito. En la entrevista por capítulos que emite la cadena americana, el viejo Lance de 48 años se muestra circunspecto, casi arrepentido y ofrece una imagen complaciente de sí mismo que nada tiene que ver con su infancia violenta y dura, de un padre que lo abandonó y un padrastro que lo crió a golpes en Texas. Armstrong dice que cómo iba él a hacer otra cosa distinta en el pelotón más que doparse. «Me eduqué en el dopaje, yo preguntaba y sabía lo que me ponían. Lo acepté ». La serie casi logra una cierta empatía con el espectador, al estilo de los «Narcos» de Pablo Escobar, tal es su mensaje moderado. Pero finalmente se retrata. Las personas no cambian. Y a él le puede la soberbia que siempre demostró en el ciclismo al pelearse con Contador, humillar a Simeoni o insultar a Landis. Ahora se ha mofado de Carlos Sastre.
«Vi el Tour de 2008 y Carlos Sastre ganó el Tour de Francia. Me dije ¡Oh, Dios mío! ¿Carlos Sastre? », se pregunta elevando la cejas y abriendo mucho los ojos.
«Declarado desierto»
Armstrong se retiró en 2005 sin conocer la derrota en el Tour, en la cima, inmaculado su gobierno que sepultó a varias generaciones (Zulle, Ullrich, Beloki, Basso...) durante siete ediciones consecutivas (1999 a 2005). Los Tours que hoy figuran como «declarado desierto». Un héroe aclamado, ejemplo de la lucha contra el cáncer, que sedujo al planeta con sus pulseras amarillas .
Landis ganó el primer Tour sin Armstrong y fue desposeído por un positivo de testosterona. El título, de rebote, fue para Óscar Pereiro. Alberto Contador venció en el Tour 2007, después de otro episodio negro: el maillot amarillo, Michael Rasmussen , se retiró acorralado por los indicios de dopaje. Sastre, un ciclista sacrificado y que se forjó trabajando para los demás, se impuso en el Tour 2008 después de una soberbia exhibición en el Alpe d’Huez.
«Sastre no es un campeón digno del Tour... Pensé si él puede ganar el Tour, yo puedo regresar al ciclismo y volver a ganar el Tour», rematan Armstrong y su arrogancia en el documental .
El 8 de septiembre de 2008, mes y medio después del éxito de Sastre en París, el americano anunció su regreso. Lo hizo en el equipo de Contador, el Astana. Y ya entonces, en la previa del Tour 2009, menospreció a Sastre con palabras parecidas a las actuales. «Detrás de cada campeón debe haber una persona y quizá necesita aprender algo más sobre el respeto», le contestó el abulense. Para Contador, Armstrong siempre había sido su ídolo . Compartieron equipo y acabaron a palos, cada uno por su lado. Pero esta vez Armstrong derrotado, tercero. Contador lo arrolló. Ambos no se hablan desde entonces. Todavía no ha salido el apellido del español en la serie.
Sí lo ha hecho el nombre que aterra a Armstrong, Floyd Landis . El ciclista que se crió en una comunidad amish lo denunció a la agencia antidopaje de Estados Unidos (USADA). Le contó, por venganza, casi todo sobre el dopaje a Travis Tygart: Armstrong y su escuadra no quisieron contratarlo, lo despreciaron, cuando su carrera entró en el ocaso.
Aquí sí sale la agresividad y la violencia en la que se educó el texano. «Lo que importa es cómo te las arreglas para vivir con eso. ¿Puedes dormir por la noche? En mi caso, sí. Podría ser peor, podría ser Floyd Landis y despertarme cada mañana sintiéndome como una mierda. No lo creo, lo sé».
Filippo Simeoni confesó en un juicio que Michele Ferrari (el médico apóstol de la EPO que entrenaba a Armstrong ) le había recetado la eritropoyetina. Simeoni se escapó en la penúltima etapa del Tour 2004 y el texano, que ya tenía asegurado otro maillot amarillo en París, salió a buscarle furioso y prepotente para que no ganase. Un ejército contra una hormiga. Lamentable episodio de humillación. Simeoni había cometido el peor de los pecados en el pelotón: había roto la omertá. «Necesité muchos días para darme cuenta de lo que había hecho. Lo que pensaba que era malo era en realidad mucho peor. Fui un gilipollas», ha dicho medio compungido, con filtro, Armstrong 16 años después.