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Arroyo y Pantani, en el preámbulo

El abulense fue desposeído de la Vuelta 82 por una anfetamina; el italiano perdió el Giro de 1999 por un elevado hematocrito; Delgado, Merckx y Garzelli, otros líderes con problemas

TEXTO J. C. C.

MADRID. Alguien dijo que sin un positivo no se es ciclista. Y la historia se ha encargado de ratificar que ese estigma del pelotón tiene algo de auténtico. No hay que exprimir las hemerotecas para descubrir que el más grande entre los grandes, Eddy Merckx, fue uno de los primeros en patentar la cadena de excusas para explicar misterios. El caníbal había ganado de forma espectacular el Giro de 1968 y la historia se repetía en 1969. Venció en doble acto en Montecatini, Terracina y San Marino y lucía el «maillot» rosa a mitad de la carrera. En Savona fue descalificado al descubrir los incipientes controles antidopaje un estimulante en su orina. El belga habló de bidones con sustancia, de falsificaciones, de cambio de orina. Nada le valió. Fue el preámbulo de los tiempos que vivimos.

Ángel Arroyo fue coronado en el podio como ganador de la Vuelta a España 1982. Y desposeído posteriormente de su título por un control positivo en la antepenúltima etapa. Se le detectó Lidepran, una anfetamina prohibida por la Unión Ciclista Internacional. En el mismo control dieron positivo Alberto Fernández, Pedro Muñoz y Vicente Belda, aunque ninguno fue descalificado, sino castigados todos con pérdida de posiciones. Marino Lejarreta figura desde entonces como ganador de aquella Vuelta.

La leyenda del probenecid

Pedro Delgado vivió con amargura la última semana del Tour 88. Había conquistado el «maillot» amarillo después de que el año anterior Stephen Roche le había arrebatado la victoria en una carrera épica. La UCI detectó probenecid en su organismo, un diurético que sirve para enmascarar. El producto no estaba prohibido por la Unión Ciclista Internacional, pero sí por el Comité Olímpico Internacional (COI). Perico ganó finalmente el Tour.

El Tour de 1998, el del escándalo del Festina, entregó aires de cambio en la siguiente gran carrera, el Giro de 1999. Allí se vio a un ciclista exuberante, encantador de serpientes. Marco Pantani, el mejor escalador del mundo. El italiano arrasó a la competencia en una exhibición formidable, pero cayó un sábado de buena mañana. El día antes de acabar el Giro fue desposeído por un elevado hematocrito, 52 por ciento, indicio de consumo de EPO.

El probenecid ingresó en la lista de las sustancias prohibidas hace tiempo y de ahí partió la expulsión de Stefano Garzelli en el Giro 2002. En un control dio positivo por este diurético y fue desalojado del «maillot» rosa hacia la mitad de la carrera.

El penúltimo ha sido Lance Armstrong. Nadie le va a quitar ninguno de sus siete Tour porque no existe una segunda muestra para practicar el contraanálisis, pero es un campeón bajo sospecha. «L´Equipe» desveló en agosto que su orina congelada en el Tour de 1999 contenía restos de EPO.

La Vuelta a España se ha convertido en los últimos años en un desfiladero de ahogos para sus organizadores. En las dos últimas ediciones ha habido cuatro positivos de ciclistas de campanillas. Tyler Hamilton, campeón olímpico, fue acusado de transfusión sanguínea en la primera contrarreloj larga. También Santi Pérez, la revelación, que acabó segundo en el podio. Otra transfusión de sangre. Este año ha caído Aitor González, ganador de la Vuelta 2002, por un anabolizante. Y finalmente Roberto Heras, EPO a la espera del contraanálisis.

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