El cazador paciente
Observar el paisaje y el comportamiento animal hacen tomar conciencia de ser parte de un todo

Gran número de personas piensa que la actividad del cazador es puramente dinámica, ya que para atrapar a su presa se supone que debe ir tras ella consumiendo un más o menos importante esfuerzo físico. Y lo es, no cabe la menor duda. Lo demuestran, por ejemplo, la caza en mano y el rececho, modalidades que consisten en perseguir a las presas a lo largo y ancho de notables extensiones de terreno hasta dar con ellas. Decía Julián Settier en su obra 'Caza menor' de 1947 que la caza, y a ser posible en mano, es el más activo, el más equilibrado y el más natural de los ejercicios.
Pero hay otras formas de cazar en las que impera la paciencia en su sentido más literal basadas en la espera de la pieza que se desea abatir, tal como ocurre con la caza en puesto fijo y la montería, modalidades criticadas por los que alegan que el cazador no se somete a ningún esfuerzo físico salvo levantarse temprano, conducir el coche para llegar al lugar del aguardo y sentarse cómodamente a esperar.
En realidad no son del todo ciertas estas consideraciones, tienen sus matices. En primer lugar, localizar el sitio en el que ha de situarse el puesto requiere numerosas visitas y observaciones a fin de detectar la querencia de los animales. En segundo lugar, y en determinadas modalidades como puede ser la caza de acuáticas, la perdiz con reclamo o la captura con red (silvestrismo), el cazador tiene que construir una pequeña obra que le sirva para ocultarse. Y en tercer y último lugar, también en determinadas modalidades, otra vez la caza de acuáticas o la de palomas, el cazador tiene que colocar en el terreno con gran precisión los atrayentes (cimbeles), bien vivos o representados con figuras plastificadas, y usar con maestría los reclamos de cantos.
Pero, aparte del esfuerzo físico en estas modalidades de caza, que lo hay en cierta medida como hemos constatado, existen otras compensaciones para la persona que las realiza. La primera, sin duda, es la practica de la paciencia, facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho. Ese saber esperar no le es, ni mucho menos, fácil. Debe controlar con esmero el sonido y el movimiento. Silencio e inmovilidad dificultan el ser detectado por los animales. No le es sencillo llevar ambas acciones a cabo, pues la ansiedad y subida de adrenalina hacen mella en él estropeando a veces el deseado lance.
Aves forestales

- Autor: Antonio Notario
- Edita: Fundación Conde del Valle de Salazar. Madrid
- Web: www.montesupm.es
Ciencia y técnica forestal para el naturalista
Se trata de una obra de gran interés bien para el cazador naturalista como para el naturalista a secas, en la que su autor, retirado de sus ocupaciones como catedrático de Zoología y Entomología en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes, ofrece en un intenso recorrido de 222 páginas, a modo de guía, todos los datos de interés relativos a 145 especies de aves que, a su parecer, pueden considerarse propias del entorno forestal del territorio español. Una valiosa información, sin duda, que enriquece el conocimiento de estas especies en uno de los países más boscosos de Europa. Por Arantza del Barrio.
La segunda compensación, no menos importante, es el placer de la espera. La observación del paisaje y del comportamiento de los animales que se mueven a su alrededor hacen que el paciente cazador tome conciencia de formar parte de la propia naturaleza. Es una bendición escuchar el rumor de las aguas, el canto de los pájaros y los ruidos de la noche; contemplar el amanecer o atardecer; oler el fragor de las plantas y observar el vuelo de los insectos o el reptar de las serpientes.
Y la tercera y última compensación acontece en los momentos anteriores al clímax de la propia caza, es decir, cuando la pieza está cerca del cazador. El pulso se acelera al divisar al pato, la paloma o la tórtola volando derechos al puesto y al observar el vuelo extemporáneo de algún pájaro que se levanta asustado al paso de una res, al enmudecimiento de las ranas en una baña si notan la presencia del jabalí, al pavoneamiento de la perdiz de campo al entrar en el tollo; en fin, al revoleteo de los pajarillos canoros entrando a la red...
MÁS INFORMACIÓN
El cazador paciente ha logrado de pleno sus objetivos y ha cumplido parte del dicho de Platón, «la caza es un divino ejercicio que sirve de escuela a las virtudes militares», en lo que se refiere a estudiar concienzudamente el comportamiento del enemigo para atacarlo con ventaja.
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