baloncesto
Las nueve canastas de Fernando Martín en la NBA: cuando un español era mal mirado en USA
El baúl de los deportes
Hace 36 años del exótico y escondido debut del primer jugador nacional en el baloncesto profesional americano
El asesinato de Quinocho, un mito que dio la vida por su equipo
![Fernando Martín, con la camiseta de Portland](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/deportes/2022/10/27/martn-RQCw7CUsyqaaSmWRJEFIx2K-1240x768@abc.jpg)
El mundo al revés, el concepto invertido del emigrante tradicional. Este no es el relato costumbrista del español que, con miedo y escasas pertenencias en la maleta, se veía obligado a marcharse en pos de una vida mejor y, tras sufrir mil penurias, prosperaba en ... otro país. Esta es la historia de un joven apuesto, rico y reputado profesional que quiso probar, mejorar, dar el salto definitivo en su carrera y, tras un año de frustraciones, regresó a casa.
Hace 36 años, Fernando Martín (Madrid, 25 de marzo de 1962 – Madrid, 3 de diciembre de 1989), un chaval de familia acomodada, era el mejor jugador de baloncesto del Real Madrid, de España y uno de los mejores de Europa. Una estrella del deporte con unos ingresos y una vida acordes a esa condición. Sin embargo, decidió salir del país en busca de nuevos objetivos. En realidad, perseguía un único reto: triunfar en la National Basketball Asociaton (NBA), la Liga profesional estadounidense.
No lo consiguió, pero su nombre quedará para siempre como el primer jugador español -y el segundo europeo, tras el búlgaro Gueorgui Glushkov (Phoenix Suns)- en la NBA. Fernando fue un pionero que, en solitario, se atrevió a saltar la barrera cerril y chovinista de la nación que inventó el deporte de la canasta. Sucedió el 31 de octubre de 1986 -madrugada del 1 de noviembre en España- y todo lo que rodeó a este hecho histórico describe a la perfección la breve estancia de Martín en Estados Unidos.
Su equipo, Portland Trail Blazers, se enfrentaba a los Seattle Supersonics. Antes del comienzo del partido, la presentación habitual por la megafonía del pabellón de todos los miembros -uno a uno- de la plantilla: «Número 10, míster Fernando Martín del Real Madrid, un jugador español». El público, que llenaba el recinto, le ovacionó. Y volvería a aplaudir más tarde, casi al final del encuentro, cuando el pívot madrileño saltó por fin a la cancha. Jugó solo dos minutos y dos segundos, durante los cuales únicamente le dio tiempo a tocar cuatro veces el balón.
La mala noticia no fue certificar la escasa fe que le tenía el entrenador, Mike Schuler. Peor fue saber, tiempo después, que Martín había debutado en la NBA por una mera cuestión comercial. El jefe de prensa desveló que le hicieron salir del banquillo para que los periodistas españoles allí presentes pudieran dar la noticia y «vender» así la marca NBA en su país y en Europa. Esa fue otra: la escasa cobertura mediática en España de un acontecimiento deportivo tan importante y, sobre todo, irrepetible.
Solo tres periodistas españoles estuvieron presentes aquel histórico día en el Memorial Coliseum Arena: Sixto Miguel Serrano y Fernando Laura, redactor y fotógrafo respectivamente de la revista 'Nuevo Basket', y Manolo Lama, enviado especial de la Cadena SER. Sus testimonios, relatados desde entonces muchas veces en distintos foros, ofrecen una visión certera de lo vivido por Fernando Martín en su experiencia americana.
En los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 un pequeño país europeo, España, había tenido el descaro de plantarse en la final de baloncesto. Su rival y anfitrión, Estados Unidos, no le dio opción siquiera a soñar con la medalla de oro (96-65 fue el resultado), pero fueron varios los jugadores que llamaron la atención en aquel equipo de plata. Entre ellos, y con protagonismo especial, Fernando Martín.
Poco después, precisamente durante una concentración de la selección, el pívot del Real Madrid recibió una llamada telefónica del director general de Los Angeles Lakers preguntando por sus aspiraciones. Y, como contó entonces el periodista e inolvidable narrador Andrés Montes, ese interés del mítico conjunto californiano por el jugador era tan real como las cajas con material deportivo –equipación, gorras, banderines, llaveros…- que el club amarillo le envió a su domicilio madrileño. Y en junio de 1985 Fernando comenzó a escribir la historia del baloncesto español: fue y será siempre el primer jugador de su país elegido en el draft anual de la NBA. Lo seleccionaron los New Jersey Nets en el número 38 de la segunda ronda.
Ilusionado, viajó a Estados Unidos y acudió al preceptivo campus de verano donde debía confirmar en la cancha sus excepcionales condiciones para, después, firmar el contrato. Y así hubiera sucedido si no llega a ser por la inutilidad del que entonces era su representante, Lee Frentes, y por un golpe de mala fortuna. Stan Albeck, entrenador de los Nets, conocía al español y estaba convencido de lo que podía aportar, pero fue fichado por los Chicago Bulls de Michael Jordan. Su sustituto en el banquillo de los New Jersey, Dave Wohl, era de aquellos técnicos nada proclives a mirar más allá de las fronteras yanquis.
Wohl era un entrenador anticuado que, a buen seguro, habría ninguneado al español. Por eso y porque los Nets no eran sus idolatrados Lakers, Fernando prefirió regresar a España. Y lo primero que hizo fue cambiar de agente. Se puso en manos del español –y, además, vecino en su barrio- Miguel Ángel Paniagua. Este tenía una especial relación con los Portland Trail Blazers, equipo al que asesoraba sobre jugadores europeos prometedores. Por eso tuvo claro desde el primer instante dónde recalaría su nuevo representado. Y no hizo falta esperar mucho. En el verano de 1986, el jugador español cruzó de nuevo el charco para participar en el campamento de verano de los Blazers.
Lo hizo muy bien aquel agosto de 1986 y, aunque su fichaje estaba prácticamente cerrado, sus buenas actuaciones fueron la rúbrica, literalmente, del contrato. Se lo comunicaron allí mismo, y allí mismo conocieron de primera mano los responsables de su nuevo club americano el carácter de aquel joven. Estando en la habitación del hotel, el utillero de Portland le llevó una camiseta del equipo con el dorsal '10' y su apellido, pero «Martin» no tenía tilde (en inglés no se usan los acentos). Fernando agradeció el detalle y pidió que a partir de entonces lo escribieran en correcto castellano.
Así, con «Martín» y el 10 a la espalda, el 31 de octubre de 1986 se levantó del banquillo y jugó 122 segundos en el pabellón de Portland. Finalizado el partido ante Seattle –con inesperada derrota (110-127)-, Fernando expresó su enorme ilusión por tan histórico debut: «No se puede explicar con palabras la sensación que experimenté al salir al parquet y disputar así mi primer partido oficial. La emoción fue tan fuerte que, como en una película retrospectiva, mentalmente me acordé de mis comienzos y pensé en todas aquellas personas que desde entonces me han ayudado. En mi primer partido con el Real Madrid tampoco actué más de dos minutos y después las cosas fueron sensiblemente mejorando, espero que la experiencia se repita. Prefiero comenzar poco a poco, para afianzarme con más fuerza».
«Me dio la impresión que el público me ovacionó con más fuerza que a otros jugadores del equipo, quizá fuera por la novedad o lo exótico, pero el hecho es que ello me animó mucho», añadió. «En lo personal no estoy decepcionado ni creo que pueda estarlo, aunque claro que hubiera preferido puntuar o haber cogido algún rebote. Pero esto solo ha sido mi debut y además asumo mi condición de debutante, la competición aquí es muy larga y en cerca de cien partidos que disputaremos seguro que tendré ocasiones para mejorar. Y mis detractores, que ahora se sonreirán por esos dos minutos, habrán de callarse cuando salga de 10 a 15 minutos por partido. Que lo haré».
Lamentablemente, no lo hizo. Y en el fondo, pese a esas declaraciones optimistas en caliente, Fernando se lo olía incluso antes de su estreno. De ahí que esa misma noche, en la fiesta con paella organizada por el director español de un hotel de Portland, el jugador madrileño no celebrase como la ocasión lo merecía. «Fernando era una persona muy inteligente y sagaz. Después de varias semanas de entrenamiento en pretemporada sabía por dónde iban a ir los tiros», recuerda Sixto Miguel Serrano en el podcast 'Planetacb'.
«El entrenador de los Blazers era, como muchos de sus colegas de aquella época, muy cerrado con respecto a los jugadores extranjeros. Nada que ver, por ejemplo, con aperturistas como Albeck, Mike Fratello o Pat Riley. Schuler destacaba por su extremo conservadurismo, que alentaba uno de sus ayudantes, Rick Adelman, tan obtuso como él. Nunca creyeron en Martín. Le arrinconaron en el último lugar del banquillo minándole su confianza y aburriéndole. Sus compañeros no entendían ese ostracismo, le veían como un jugador muy útil para el equipo», añade Serrano.
Es cierto que Portland tenía aquella temporada una excelente plantilla en la que era difícil hacerse un hueco, pero como desvela Sixto, «Fernando Martín encantaba a las dos grandes estrellas de aquellos fantásticos Blazers, Clyde Drexler y Kiki Vandeweghe. No les entraba en la cabeza que Schuler ignorara a Fernando. Pero así era. Y se fue consumiendo. Yo tuve la suerte de estar con él en Princeton, en el campamento de los Nets en 1985, y en su debut con los Blazers un año más tarde. La ilusión que transmitía en New Jersey se había transformado en fatal y realista conformismo en Portland».
Ese catetismo deportivo estadounidense fue el que desarmó la ilusión de Fernando. Porque él había cruzado el Atlántico persiguiendo un sueño y para ello se disponía a renunciar a la selección española (los jugadores de la NBA no podían participar en las competiciones oficiales organizadas por la Federación Internacional de Baloncesto, FIBA) y a perder dinero. Mucho dinero. Ramón Mendoza, presidente del Real Madrid, le había ofrecido un sueldo anual de 40 millones de pesetas (240.000 euros), casi el doble de los 130.000 dólares (130.000€) que le pagaba Portland el primer año.
Aquel joven españolito vivió unos meses de muchos cambios y muchos gastos en Estados Unidos. Así lo contó el fotógrafo Fernando Laura en 'Gigantes': «Antes de irnos hacia EE.UU. los padres de Fer nos pidieron que le lleváramos 'unas cositas'. Carmela, su madre y verdadera ideóloga del 'Fernandismo', una mujer andaluza sólida como un roble, nos dio jamón serrano, chorizo, que repartimos y escondimos por las maletas. Don Ricardo, el papá de Fernando, parecía un hombre tranquilo pero podías intuir fácilmente que debajo de esa piel había brío, carácter y, sobre todo, sabiduría. Nos dio para llevar un rulo de billetes sujetos por una goma. Porque Fernando se fue a la NBA perdiendo dinero. Lo que ganaba allí, no le llegaba, pero para los Martín, por suerte, eso no era un problema. Don Ricardo me decía: 'No lo entiendo, si aquí es Dios, qué se le ha perdido en la NBA'».
Y luego estaba la vida en Portland, «una ciudad gris, donde llueve mucho y donde todo el mundo va en coche, casi no veías a gente andando por la calle -rememora Manolo Lama, periodista de la Cadena COPE-. Por cuestión de la diferencia horaria, yo le llamaba por teléfono de madrugada, cuando acababa en la radio. Entonces no existía internet ni las redes sociales, hablábamos más de una hora y me preguntaba por películas, fútbol, cotilleo… por todo lo que sucedía en España. Cuando ibas a visitarle, te pedía que le llevases embutido, fabada, revistas y periódicos españoles…».
Fernando Martín jugó en la NBA 24 partidos -146 minutos- y anotó nueve canastas de 31 intentos. También lanzó, sin suerte, un triple. En total sumó 22 puntos, cogió 28 rebotes, dio 9 asistencias, hizo 7 robos y colocó un tapón. Su mejor actuación fue ante Los Angeles Clippers: 15 minutos, 6 puntos, 7 rebotes, una asistencia y un robo. Su última aparición fue el 30 de abril de 1987 en Houston. Fue algo testimonial pues pisó la cancha un minuto justo (60 segundos) y lanzó una vez a canasta. Suficiente para ser también el primer jugador español de la historia presente en unos playoffs de la NBA. Portland certificó su eliminación ante los Rockets (1-3) y Martín su adiós a la mejor Liga del mundo
Fernando fue víctima del purismo deportivo imperante entonces en la NBA, pero su estela desbrozó el sendero que han seguido desde entonces decenas de jugadores de todos los continentes hasta derribar el cateto muro de aquel baloncesto yanqui exclusivo y discriminatorio. Él no pudo vivir el sueño americano, pero despertó esa misma ilusión en muchos de los que llegaron después y sí lo han conseguido.
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