El baúl de los deportes
El asesinato de Quinocho, un mito que dio la vida por su equipo
Hace 34 años, el gerente y exjugador del Celta murió tras recibir una cuchillada durante un atraco en las oficinas del club vigués
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Le partieron el corazón, literal y mortalmente, por defender al equipo de su vida, el Celta de Vigo. Se llamaba Joaquín Fernández Santomé (nacido en Vigo el 17 de mayo de 1933), pero todos le conocían como 'Quinocho' desde su época ... de futbolista. El 20 de octubre de 1988, siendo gerente del club, recibió una puñalada fatal durante un atraco perpetrado en las oficinas de la entidad gallega. Falleció minutos después.
Aquel jueves, mientras Quinocho hablaba por teléfono en su despacho con Berta Sales, gerente del Deportivo de La Coruña, tres secretarias –Geles, Loli y Pili- ultimaban los detalles y preparaban el dinero necesario para el viaje del Celta a San Sebastián, donde el sábado tenía que jugar con la Real Sociedad en la jornada 8 de la Liga 1988-89. También atendían allí a los socios que acudían a realizar alguna gestión. La afluencia de estos era mucho menor en semanas como aquella, cuando el primer equipo no disputaba partido en casa.
Minutos antes de las 6:30 de la tarde, dos jóvenes entraron por una puerta exterior del estadio de Balaídos, situada cerca del acceso a los vestuarios, y subieron los 15 escalones por los que se accedía a las oficinas. Ambos llevaban un pasamontañas que les ocultaba el rostro. El más alto empuñaba una pistola; el otro, un cuchillo de monte de grandes dimensiones. «Oí entrar a gente y levanté la cabeza –rememoraba Ángeles Soto, Geles, en un programa de la Televisión de Galicia (TVG) emitido en 2013-. Vi unas cazadoras negras y creí que eran mensajeros. Inmediatamente oí '¡esto es un atraco!', uno se apoyó en el mostrador, saltó hacia dentro y vinieron primero hacia mí. Yo les di el dinero que tenía en la caja, que era para el desplazamiento a San Sebastián, y me pidieron unos sobres marrones pequeños que tenía con una goma, que eran las dietas de los jugadores».
«Luego se fueron a por Loli, mi compañera, que tenía otra cajita pequeña con dinero. Estaba muy nerviosa porque el que mató a Quinocho la estaba amenazando con el cuchillo –prosigue Geles-. Yo le dije que estuviera tranquilo, que le íbamos a dar el dinero. Mientras, el alto se fue a por Quinocho, lo sacó de su despacho y lo trajo con nosotras».
La gerente del Deportivo con la que estaba conversando Quinocho telefónicamente confirmó en su momento este extremo: «Las últimas palabras que me dijo fue que tenía que colgar porque estaban llamando a su puerta. Eran sus asesinos».
Asesinos que, según cuenta Geles, actuaron con premeditación: «Pasado el tiempo, nos acordamos que dos chicos habían estado viniendo varios días para hacerse abonados de la grada de marcador… y nunca llegaron a hacerse. Venían a ver el movimiento de gente que había en las oficinas por la tarde».
Tras hacer salir al gerente vigués de su despacho, Geles recuerda que «hubo algo de forcejeo. Quinocho era un bendito, pero tenía un carácter impresionante y, lógicamente, estaba alterado y se veía impotente para defendernos. Se cruzaron insultos, creo que ellos se asustaron y yo le dije: 'jefe, por favor déjelos que se vayan'. Entonces Quinocho cogió un cenicero, se lo lanzó a uno y hubo disparos. Tuvimos suerte de que no nos dieran».
El cenicero impactó en la cabeza del delincuente que portaba la pistola, que comenzó a sangrar y se tambaleó. Su compinche ya se estaba marchando, pero al oír los gritos volvió y apuñaló a Quinocho en la puerta de las oficinas. «Nosotras no lo vimos porque el ángulo de la puerta nos tapaba la visión, pero Quinocho fue detrás de ellos aun después de haber recibido la puñalada –recuerda Geles-. Salí corriendo y le dije: '¿jefe, está loco, dónde va?' Estaba agarrado al pasamanos y yo creí que había resbalado porque había llovido y la escalera estaba mojada. Fue cuando me dijo: 'Ayúdame, que me han dado un navajazo'. Poquito a poco se desplomó, yo el aflojé la corbata y le pedí a Loli que trajera una toalla y apretara el corte. Se agarraba el costado, no sangraba y llamé a la clínica de Genaro Borrás, nuestro querido médico. El teléfono comunicaba, así que llame a una ambulancia. También llegó la policía y se lo llevaron. Nosotras quedamos tranquilas y confiadas pensando que era solo un navajazo, pero subió Carmen, una empleada de la lavandería del club, y empezó a gritar: ¡el jefe está muerto!' Ahí ya nos derrumbamos».
El parte emitido por el Centro Médico Povisa solo pudo confirmar la fatal noticia: «A las 18.40 horas del día 20 de octubre de 1988 ha ingresado cadáver Joaquín Fernández Santomé. Explorado, presentaba una cuchillada de unos cinco centímetros de longitud en la línea media axilar izquierda». Una puñalada directa al corazón por defender a tres compañeras y por intentar que al club de su alma no le robaran las aproximadamente 300.000 pesetas (1.800 euros) que había en la caja.
Quinocho estaba casado y tenía una hija de 15 años. Su muerte conmocionó a Vigo y a todo el fútbol español. Era muy conocido y querido después de toda una vida dedicada al deporte que le apasionó desde niño. Con 16 años comenzó a jugar en el juvenil del Casablanca, el barrio vigués donde se crió. Poco después dicho club se convirtió en filial del Celta y, de hecho, pasó a llamarse Celta Casablanca. «Nuestra ilusión de chavales era jugar en el Celta, era el equipo que más nos atraía, más que el Madrid, el Bilbao o el Barcelona», confiesa Quinocho en una entrevista que reproduce el libro 'Un Celta de Primera', escrito por Manuel Tourón.
Con 19 años ya hizo la pretemporada con el primer equipo. De niño había ejercido de extremo –por ambas bandas-, pero el Celta necesitaba un lateral derecho, así que le colocaron allí. Se acopló a ese puesto, y ya nunca dejó de ser el '2'. En septiembre de 1953 fue cedido al Ferrol, club de Segunda. Por aquel entonces el calendario estaba mucho menos cargado, así que Quinocho volvió a Vigo por Navidad. Para no perder la forma durante las vacaciones, se entrenó con el Celta, en aquellos momentos colista de Primera.
El entrenador del conjunto vigués, el legendario Ricardo Zamora, le vio entrenarse y le preguntó si quería participar en un amistoso navideño que iban a disputar ante el Independiente de Avellaneda argentino. Quinocho no lo dudó. Jugó aquel encuentro y apenas unos días después le citaron en las oficinas del club, donde firmó su ficha como nuevo futbolista del Celta. Y el 10 de enero de 1954 debutó en Primera vistiendo la zamarra celeste. Aquel día perdieron ante el Racing (1-0) en Santander, pero a partir de ahí completaron una excelente segunda vuelta que les permitió finalizar en décima posición.
Las buenas sensaciones se prolongaron durante los años siguientes. La parroquia viguesa vivió una inolvidable década de los cincuenta, que se quebró precisamente en 1959. Tras 14 años en Primera, el Celta consumó el descenso. Quinocho siguió jugando y cumpliendo en Segunda hasta que en 1963 expiró su contrato. Tras sumar un total de 202 partidos oficiales en el equipo de su vida, hizo las maletas y, con tanta pena como ilusión, se fue lejos. A más de 1.000 kilómetros le esperaba el Club Deportivo Castellón, que competía en Tercera y le fichó con la intención de subir.
El salto a Segunda se hizo esperar tres años, hasta junio de 1966. La temporada siguiente, 1966-67, estuvieron a punto de disputar la fase de ascenso a Primera, pero no pudo ser y en 1968 el Castellón bajó de nuevo a Tercera. Quinocho decidió que era momento de decir adiós. Colgó las botas y se puso el traje de secretario técnico al aceptar la propuesta que le hizo el presidente del Castellón, Emilio Fabregat.
El ya exjugador gallego empezó a trabajar y fue armando un notable equipo, con buenos jugadores –Del Bosque (Real Madrid), por ejemplo- y un entrenador de prestigio como el francés Lucien Müller. Resultado: ascenso a Primera en junio de 1972. La racha continuó en la temporada 1972-73, la mejor de la historia del equipo albinegro. Fueron quintos en la Liga y disputaron la final de la Copa ante el Athletic de Bilbao en el estadio Vicente Calderón. Perdieron (2-0), pero la afición lo celebró como lo que era, un hito histórico.
En 1974, Antonio Vázquez, presidente del Celta, le ofreció el puesto de gerente. La morriña y el delicado estado de salud de su madre tiraron de Quinocho, que regresó a casa. A orillas del Mediterráneo dejó su casa –no la vendió- y el cariño de la gente. Como anécdota, el conocido humorista 'orellut' Carlos Latre le llamaba «tío Quinocho». El defensa gallego era muy amigo de un tío de Latre que jugó con él en el Castellón, y sus familias tenían –y siguen teniendo- una estrecha y cariñosa relación.
De regreso a Vigo, el club vivió una época complicada a caballo entre Primera y Segunda, con un descenso a Segunda B (1980) incluido. Supo reponerse y en solo dos temporadas volvió a la élite, si bien en esa primera etapa de los años 80 siguió montado en el ascensor que baja y sube a Primera. Tras un notable séptimo puesto en la Liga 1987-88, el Celta afrontaba un curso ilusionante… hasta que una puñalada asesina acabó con la vida de Quinocho y tiñó de luto el fútbol.
La capilla ardiente con el cadáver del gerente celtiña fue instalada el 21 de octubre de 1988 bajo la grada de Río de Balaídos y por ella pasaron miles de personas. El día 22, sábado, el director general de Deportes de la Xunta de Galicia, José Otero Garrido, depositó sobre el féretro la medalla de la Xunta al Mérito Deportivo. Tras la misa, todo Vigo, con el alcalde –Manuel Soto- a la cabeza, quiso despedir a uno de los suyos.
Una marea de paraguas acompañó el recorrido hasta el cementerio de Pereiró. «El féretro fue sacado a hombros por los jugadores del Celta, quienes, ya en la calle, se negaron a introducirlo en el coche de la funeraria. Prefirieron, como habían prometido, portarlo a hombros hasta la misma sepultura, desafiando a la intensa lluvia que caía en esos momentos», se lee en la crónica de 'La Voz de Galicia'. Junto a los futbolistas, el presidente -José Luis Rivadulla-, el entrenador –José Manuel Díaz Novoa-, directivos y empleados de un club anímicamente destrozado.
Llovió agua y llovieron decenas de flores lanzadas al paso de la comitiva fúnebre desde los balcones, donde ondeaban banderas y símbolos celestes. Es irrelevante intentar calcular el número de personas que aquel triste sábado otoñal acompañaron a Quinocho en su último viaje. Fueron muchísimas, miles, en una manifestación de dolor, respeto y cariño nunca tan unánime y multitudinaria en Vigo. El encuentro Real Sociedad-Celta fue aplazado y ese fin de semana se guardó un sentido minuto de silencio en todos los campos de España.
Cuatro días después, la policía detuvo y puso a disposición judicial a varios jóvenes, que confesaron su participación en el atraco mortal. La policía localizó en sus domicilios un revólver calibre 38 con munición y un cuchillo de monte, armas empleadas en el asalto, así como la motocicleta utilizada en la fuga y las cazadoras que vestían los atracadores. Del dinero robado solo se recuperaron 63.000 pesetas (378€).
En mayo de 1989, la Audiencia de Pontevedra condenó a 34 años de cárcel a José Bernárdez (tenía 29 años en 1988), autor de la cuchillada, y Antonio Marcote (26 años), el otro asaltante. Luis Riveiro Gallego, considerado autor del plan para atracar las oficinas del Celta, fue condenado a 17 años. La participación de este último añadió estupefacción y más dolor, si cabe, al asesinato de Quinocho. Y es que Luis, 23 años en 1988 y nacido en Alemania, había sido jugador en las categorías inferiores del Celta, llegando a tener ficha en el filial en la temporada 1983-84. Él fue quien facilitó a los dos atracadores los detalles sobre las oficinas del club y les esperó en el exterior mientras cometían el asalto y el asesinato.
«Conocía a Luis y a sus padres porque en verano coincidíamos en la misma zona de la playa de Samil. Él trabajaba en un taller –recuerda Ángeles Soto, secretaria del Celta aquella aciaga tarde-. Por ganar los partidos tenían unas pequeñas primas. Dada la situación económica del club, en ocasiones se acumulaban cuatro o cinco sin pagar y a veces Luis me pedía que le adelantara una de esas primas. Yo se la daba y le pedía que no dijera nada a los demás. Cuando me enteré de su participación, guardé su ficha de jugador en el cajón de mi mesa. Y cuando me jubilé, me la llevé, la tengo en casa. Yo no le perdono a ninguno, pero al que más culpo es a Luis. Conociéndonos, queriéndole como le queríamos, sabiendo cómo era Quinocho, ¿por qué hizo eso?»
En 1989, el Ayuntamiento de la ciudad le reconoció como Vigués Distinguido. El 3 de enero de 1990 se organizó un homenaje póstumo a Quinocho con un partido entre un combinado de jugadores de Primera y el Celta celebrado en Balaídos. Ese día su viuda, Trinidad Silva, recogió la Medalla de Plata al Mérito Deportivo del Consejo Superior de Deportes. También se colocó una placa que perpetúa su recuerdo en las oficinas del club. Y en 1995 se creó el 'Memorial Quinocho', torneo veraniego a modo de presentación oficial del Celta en cada nueva temporada, si bien algunos años no se ha celebrado o ha cambiado de fechas.
En febrero de 1999, Antonia Mouriño, veterana socia celeste y amiga de la infancia de Joaquín, fundó la Peña Quinocho. Lo hizo como homenaje a su figura, por el cariño que le tenía y para que en tiempos de fugacidad y escasa memoria nadie olvide el nombre y el legado de Quinocho, un mito del celtismo que dio la vida por el club de su alma.
Año horrible del Celta
La madrugada del 20 al 21 de agosto de 1988, justo dos meses antes del asesinato de Quinocho, el celtismo había recibido otro mazazo anímico. José Manuel Alvelo, entonces 26 años y centrocampista del equipo, sufrió un grave accidente de tráfico que le provocó una lesión medular irreversible. El futbolista gallego pasó varios meses en el Hospital de Parapléjicos de Toledo y ya no pudo volver a andar.
El fútbol español se volcó con él y el 28 de diciembre de ese mismo año se celebró un homenaje –'Va por ti'- en el que sus compañeros del Celta jugaron un partido amistoso frente a la selección española. Alvelo, siempre activo y fuerte anímicamente, es actualmente portavoz de la Asociación de Lesionados Medulares en Vigo.
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