Saturday night
El Betis pierde, pero compite y transmite emoción
Betis - Celta: El bajón lo pueden negar muy pocos (3-4)
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Sábado noche. El joven se pone guapo y sale a ligar por Sevilla. Los más veteranos reservan en un restaurante de moda. Otros, sin embargo, lo tienen claro: son fieles y prefieren asistir al Villamarín. Si acaso quedan después con los amigos. El estadio se ... llenó, como casi siempre. Acaso porque el aficionado sabe que, gane o pierda, vibrará con su equipo.
El partido prometía. En el minuto 23, el Betis ganaba 2-1. El público gozaba en las gradas. No hay como el gol para suscitar explosiones de adrenalina. Evidentemente, metiendo goles, se ganan partidos y se escalan puestos. Pero el gol no es solo la vía para sumar puntos, sino uno de los principales factores de felicidad futbolera. No hay nada más triste que un 0-0. Incluso cuando dicho resultado se considera aceptable porque tu equipo ha jugado contra uno superior, es difícil que el aficionado se vaya contento a casa. Y ello porque, sin goles, es imposible experimentar aquello que buscamos cuando vamos al estadio: el estallido emocional.
Los neurocientíficos han estudiado el amor romántico o el amor maternal. Pero algunos se han tomado la molestia de comprender también las bases neuronales del amor futbolero, lo que han denominado «amor tribal». Germán Diorio, psicólogo del Vélez Sarsfield y autor del libro El psicólogo del club, considera que el hincha de fútbol se asemeja al enamorado, dado que no juzga con realismo y objetividad a su equipo y experimenta emociones intensas —como la excitación pasional— que también siente el enamorado.
Algunos estudios concluyen que lo que vive el hincha cuando su equipo marca tiene similitudes con el orgasmo: en ambos casos, hay una descarga de endorfinas, las llamadas «hormonas de la felicidad». Los neurólogos han descubierto que tanto en el acto sexual como durante la celebración tras un gol se activan las mismas áreas del cerebro asociadas a la motivación y la recompensa. Así que aquello de «goles son amores» tiene todo el sentido del mundo.
La afición verdiblanca no pudo irse a casa feliz por el resultado. Pero al menos vio siete goles y vivió un encuentro vibrante. Para algunos no es suficiente. Para otros, vale la pena, aunque pierdas.
Evidentemente, el gol no es la única fuente de placer. Canales fue ayer el jugador que más hizo disfrutar a la afición. Y no tanto por su gol. Movió al equipo, no dio un balón por perdido, se ofreció siempre y sirvió en bandeja a sus compañeros varias ocasiones que estos malograron. Los precisos pases de Canales parecen trazados con escuadra y cartabón. Hay jugadores que comunican belleza incluso cuando conducen el balón. El centrocampista cántabro sabe adornarse con un artístico taconazo de vez en cuando, pero su trascendencia deriva, sobre todo, de que suele elegir casi siempre la jugada correcta.
Alegra el juego ofensivo del Betis. Y que, al dejar jugar también al rival, este disponga de ocasiones. Sin duda ello contribuye a que el partido sea interesante. Sin embargo, el Betis dio demasiadas facilidades en defensa. El rigor defensivo, que ha sido una de las señas de identidad del Betis de Pellegrini, se quebró. Un equipo que pelea por eludir los puestos de descenso no puede marcarte cuatro goles antes del minuto 69 y disponer de otras tantas ocasiones claras para batirte. Demasiadas veces el Celta cogió al Betis desarbolado al contragolpe, demasiadas veces triunfaron en los balones disputados y demasiadas veces los jugadores verdiblancos erraron el tiro a puerta cuando lo tenían todo de cara para marcar.
El 3-4 de penalti en el minuto 80 ponía emoción al encuentro. Sin duda, la posibilidad de remontada en los últimos minutos constituye una de las circunstancias que acelera el corazón. A ello parece abonado el Betis últimamente. Una nueva tarjeta roja para la escuadra bética hizo estallar de rabia al público. Aun así, hasta en dos ocasiones pudo el Betis obtener su recompensa en los minutos añadidos. No pudo ser. Pero dudo que el sábado noche sin el Betis hubiera sido más emocionante.
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