Betis
Joaquín, nacido para la alegría
La biografía de la leyenda es una y diecisiete a la vez, o tantas como sonrisas le resten por regalar al beticismo en su gran homenaje de despedida
Joaquín, un mito contemporáneo
Érase una vez una risa pegada al reglamento de un balón que se fundó en El Puerto de Santa María hace 41 temporadas. Respondía y así seguirá siendo al nombre de Joaquín Sánchez, pero todos en aquel humilde barrio de la Fermesa lo ... conocerán siempre como el más chico y retozón de los ocho que sacaron adelante Ana y Aurelio. Ese chiquillo de ojos verdes que rompía ventanas propias y ajenas a base de disparos en la plazoleta. Y es que jamás habrá cristales suficientes para cuantificar el talento de quien se convertiría décadas más tarde en un futbolista irrepetible para el fútbol español, y el Real Betis , casa merecida de quien besará su escudo por última vez con unas botas puestas este 6 de junio en ese partido en el que la nostalgia se regateará a sí misma sin éxito. Porque no existe un lateral en el mundo del que no se haya ido antes Joaquín.
A nada ni a nadie teme más este virtuoso del balón, sino a verse a sí mismo siendo otra cosa. Porque no hay ningún arte sin miedo , ni la imponencia de una figura sin el feliz ocaso que reluce en sus primeros años. A Joaquín le temblaba la finta y le tiritaba el sprint el día que enmudeció a todos diciendo que lo dejaba. ¿Cómo se deja algo que siempre estará contigo? ¿El drama de colgar la banda como si fuera un negro brazalete? Fue el mismo día, por cierto, que recordó que no sigue siendo más ni menos que un niño. Por eso añora ya vestirse del corto que verdaderamente le ha convertido en un artista redondo. Anunció en su día que su gran temor era «echar el fútbol de menos más de la cuenta, sí. Eso me da un poco más de pavor. Ese olor a hierba mojada. El olor a vestuario. A botas. Ducharte con los compañeros cada día. Reírte. Las bromas. De eso sí me da miedo», manifestaba ante Pellegrini y todos sus compañeros, antiguos y nuevos. Todos reconocen al emblema porque siempre hubo verdad, en sus pupilas y en sus palabras.
De muchas bromas aprendería el menor de esos ocho hermanos que se criaron en el aire de los bloques de aquella modesta barriada portuense: Isabel, Amalia, María José, Ani, Juan José, Lucas -quien verdaderamente se llama Aurelio, como el patriarca- y Ricardo. Son la sangre de su sangre. Un enlace entrañable en casa de los Sánchez Rodríguez que explica de la misma forma cómo Joaquín es un ser más que querido en el Betis, actúe como extremo en cualquier estadio de Europa o ande presente en cualquier pequeña pantalla, porque ese vínculo identitario nace con él, no lo acumula como otros récords que se le barruntan entre sus dos lengüetas.
Para llegar a lo más alto Joaquín debió driblar cada córner desde pequeño. Verse rechazado a veces por la contundencia del contrario. También en sus horas tempranas. Sus primeros pases los dio en Los Frailes , y luego pasó al Safa San Luis, dos escudos que llevará por siempre grabado en su ser. Porque ambos representan la tierra a la que jamás ha dejado de pertenecer y porque además fueron los clubes previos a ese río que seguía sonando como suena el Betis. Como una profunda aliteración. Pasó Joaquín algunas desventuras en la cantera verdiblanca, pero también fue el primer apóstol de la felicidad llevando a los suyos a salir campeones de la Copa del Rey juvenil , proclamándose igualmente vencedores de una Supercopa de España junto a Dani, Arzu o Toni Doblas, que luego firmarían más carreras. Ya en la 1999-2000, el gaditano fue llamado a filas del Betis B, donde disputó 26 partidos en la extinta Segunda división B de la mano de Esnaola. Puerta previa al escalón definitivo que le dio la élite.
De niño a leyenda
Poco después de aquello vendría el debut más esperado. Con el primer equipo de Fernando Vázquez , y en un Trofeo Colombino ante el Recreativo de Huelva, su esperado estreno con la primera elástica bética. Y en competición oficial, en un duelo celebrado en el San Lázaro, frente al Compostela, hizo su primera aparición en Segunda división Joaquín, quien ya se quedaría para siempre esa banda que tanto lo echará de menos cuando la recorra por última vez. De una carrera como la que efectuará el día de su adiós, dejando atrás un máster en la vida y en el fútbol.
El humor es la marca de una casa en la que nunca sobró el pan. Porque el mejor deportista de la historia de Cádiz siempre tuvo presente que cada peseta tenía tras de sí mucho sacrificio y también algo de ese talento indomable . Ese pellizco necesario. El sentido del esfuerzo lo heredó de sus padres, pero especialmente de uno de sus tíos, a quien apodaban el Chino, que regentaba un bar ubicado en la Ribera del Río que ahora ha pasado a manos de uno de sus sobrinos. Uno muy especial. Para lamento de la familia, el Chino pasó a mejor vida mucho antes de que Joaquín triunfase en Primera división, única espina de uno de los extremos puros más destacados que ha tenido España.
Si Joaquín se retira del fútbol profesional lo hará con muchas razones para la alegría, pero ya nadie podrá sanarle esa pena que en parte cicatrizó convirtiéndose en el jugador del Betis más laureado de su historia, con dos títulos coperos como dos soles, más allá del que ganó en Valencia. Porque Joaquín tenía un motivo por encima de todos para hacer felices a los suyos, y era acordándose del hermano de su padre Aurelio.
Sabe el hijo más prometedor de la familia Sánchez Rodríguez que será un día lleno de emociones para todos. Porque Joaquín es a su familia lo que el propio Joaquín para los béticos: alguien a quien quieres mucho y que le perdonarías hasta que te fallase. «Para mi familia es un día muy especial, pues porque este es el final tras un recorrido de una trayectoria muy larga y ejemplar de Joaquín. Significa que es el fin de su carrera... no hay nada más bonito para él que despedirse de su afición en el Benito Villamarín, y seguro que no va caber un alma allí para despedirlo por todo lo alto», fija Ricardo.
No revela el hermano mayor de Joaquín si jugarán en el mismo equipo, o bien medirán su talento como hacían en aquellos partidos de pequeño en los que alguna vez Ricardo introdujo a la leyenda con niños mayores que él. Ni si jugará cada uno en una banda el primer y último día que el Villamarín disfrutará de Ricardo y Joaquín, Joaquín y Ricardo , que si la varita del fútbol hubiese querido podría haberle regalado tantas tardes de gloria al Betis. «Y sí. Nuestro tío el Chino nos verá desde arriba a los dos en el campo. Seguro que estará orgulloso de nosotros. Lo que más ha deseado mi tío es vernos jugar juntos al fútbol, igual que mi padre... ¡Va por ellos!».
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