El Tercer Tiempo
Alelado
El Betis vuelve a pagar caro sus momentos de aturdimiento y desconexión
Sainete inaceptable en homenaje a Valencia (4-2)
Gent - Betis, en directo
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En menos de una hora, el farolillo rojo de la Liga endosó cuatro goles a los verdiblancos. El primer tanto en contra viene de un descuido. En un saque de esquina, Luis Rioja se sitúa junto a Rui Silva, como si fuera a limitarse a ... estorbarle. Nadie le marca, así que rompe en velocidad hacia el lanzador del córner —Javi Guerra— quien le pasa el balón raso, para que Rioja prolongue al punto de penalti, donde, Barrenechea en primera instancia y, tras un rechace, César Tárrega, consigue rematar a puerta: 1-0. El Betis empata con algo de suerte: Ruibal lanza una falta escorada y Hugo Duro toca lo justo para que el esférico entre por la escuadra sin que a Mamardashvili pueda evitarlo.
En la segunda parte se consuma el desastre. El Betis encaja tres goles en apenas cinco minutos, entre el 50 y el 55. Ya desde el comienzo de la reanudación, se ve que los béticos no ganan un duelo y pierden el balón con facilidad. En otros lares se habla de falta de intensidad: apatía, desidia, pasividad, abulia. En Andalucía se llama «caraja». Bartra pierde el balón, el Valencia triangula, Javi Guerra dispara, el balón toca en Guirao, queda suelto y Hugo Duro, libre de marca, remacha y adelanta a los suyos. El Betis no reacciona. Dos minutos después del tanto de Hugo Duro, el mismo jugador se desmarca a la espalda de Natan y se planta solo delante de Rui Silva para batirle. El defensor brasileño del Betis no suele despistarse, pero pierde de vista totalmente al delantero valencianista. Es un error garrafal, un pifiazo de Natan, que sencillamente «está alelao», protesta el aficionado que tengo a mi vera.
En la grada, Joaquín sufre cariacontecido —escribirían los literatos; «pasmao», como dice la gente de a pie. El Valencia se envalentona, «se viene arriba», no solo metafóricamente, pues sigue atacando. El técnico verdiblanco manda salir a Lo Celso. Pero antes de que el argentino pueda entrar en el campo, para insuflar algo de orden y espíritu a su equipo, el lateral Gayà recibe solo en la banda, centra y, tras un despeje dubitativo de la zaga verdiblanca, el balón cae a Diego López que fusila a placer porque los defensores béticos están «apollardaos».
Resulta increíble la cantidad de términos que existen en Andalucía para designar a aquel que se muestra despistado, atontado, «dormido», suele también decirse. Sabemos de dónde proceden algunas de estas expresiones que, como el caso de «alelado» o «pasmado», no solo se usan al sur de Despeñaperros. Pero otras son específicamente andaluzas y los filólogos ni siquiera conocen su origen. «Apollardao» podría aludir a un comportamiento más típico de los niños, los «pollos», pero también pudiera ser que el término sugiera el atontamiento que sufre quien está sobreprotegido bajo las faldas de su madre, la «pollera» que aún usan en muchas partes de Latinoamérica.
Ciertamente hay muchas maneras de expresarlo, pero el beticismo lo ve tan claro como el agua: su equipo adolece muchas veces de una actitud apática, con descuidos y fallos de concentración que penalizan sobremanera. Empieza a ser el talón de Aquiles del equipo; y de Pellegrini, que rara vez consigue que sus discípulos completen 90 minutos de máxima intensidad, como contra el Atlético de Madrid.
Como todo club en la élite, el Betis tiene sus analistas que, con infinidad de medios, deberían ser capaces de detectar los errores reincidentes, susceptibles de ser corregidos. Sirviéndose de estadísticas, vídeos y alta tecnología escudriñan patrones y generan datos para ayudar al entrenador. Desconozco cómo llaman los analistas del club a la enfermedad que padece el equipo. Si no le encuentran nombre o diagnóstico preciso, que hablen con cualquier aficionado que sabrá decirles que el Betis, sencillamente, sale a veces al campo «amamonao».
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