Juegos Paralímpicos
Morteza Mehrzadselakjani, una catapulta de 2,46 metros para el voleibol iraní
El país aspira en Tokio a su séptimo oro paralímpico y confia en su estrella, el deportista más alto de los Juegos y el segundo del mundo
La red mide 1’15 metros (1’05 para ellas) y Morteza Mehrzadselakjani la supera por mucho. No tendría mayor relevancia si no fuera porque está sentado. El iraní, en realidad, lo supera todo, alargado su cuerpo hasta los 2,46 metros ... afectado por acromegalia, que le produce un exceso de hormona del crecimiento . Como jugador de voleibol sentado, su envergadura le permite bloquear balones a casi dos metros y golpear a la pelota incluso si esta alcanza una altura de 2,30. Es la catapulta con la que Irán aspira en Tokio 2020 a su séptimo oro paralímpico.
Mehrzadselakjani participó en el seto, el de Río, después de incorporarse a la selección nacional en marzo de ese 2016. Su superioridad aérea permitió a su país recuperar el trono en el duelo que mantienen con el archienemigo Bosnia-Herzegovina desde hace cinco Juegos: los bosnios vencieron en las finales de Atenas 2004 y Londres 2012; Irán en las de Sídney 2000, Pekín 2008 y Río 2016 (ya tenían el oro de Seúl 88, Barcelona 92 y Atlanta 96).
Con 16 años Mehrzadselakjani medía 1’90 y soñaba con ser una estrella del baloncesto. Pero su altura también conllevaba peligros. Una caída en bicicleta cuando era un adolescente le supuso la fractura de la cadera y le hizo descubrir la fragilidad de su cuerpo . Los médicos detectaron esta anomalía en la hormona del crecimiento tras varias cirugías y descubrir que la pierna derecha dejó de crecer. Esa extremidad es ahora quince centímetros más corta que la otra lo que lo llevó a tener que moverse en silla de ruedas.

Se acabó el sueño del baloncesto, y se encendió la televisión, donde fue una estrella en programas en los que acudían personas con diferentes características físicas . Y de ahí, a los Juegos. El seleccionador iraní, Hadi Rezaei, vio a Mehrzadselakjani en uno de esos concursos y decidió que sería idóneo para el equipo.
Aunque costó convencerlo. Es el iraní -segunda persona más alta del mundo; el primero es Sultan Kossen, 2’51-, una pieza clave para el voleibol sentado, disciplina a la que llegó en 2011. Pero el voleibol sentado es mucho más para el iraní. «Antes de practicar este deporte, era una persona aislada. Por eso para mí es un milagro de vida. Por mi discapacidad, estaba muy deprimido. Me sentía como en una cárcel y tenía miedo de salir debido a mi apariencia », exponía el jugador antes de viajar a Tokio a los medios de la organización.
«Estaba avergonzado por su altura y su desorden hormonal, que le hizo también cambios en la estructura ósea. Apenas salía de casa. Cuando salía todo el mundo lo miraba de manera extraña», suele contar siempre su entrenador y descubridor. Ahora, con 33 años, la situación ha cambiado: «Es campeón paralímpico y todos le piden una foto». También los rivales, que buscan un antídoto para contrarrestar esta poción mágica iraní de 2,46 metros; Morteza Mehrzadselakjani, el deportista que quiere tocar el cielo paralímpico y está más cerca que nadie.
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